23 junio, 2025

23 junio, 2025

Neoliberalismo y economía de mercado: entre los dogmas y la mejora de vida

EL FARO/FRANCISCO DE ASÍS

Los conceptos de neoliberalismo y economía de mercado surgieron como respuesta al excesivo intervencionismo estatal tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. En los años 50 y 60, pensadores como Friedrich Hayek y Milton Friedman sistematizaron sus ideas. Hayek, en su libro “Camino de servidumbre” (1944), advertía que un Estado demasiado poderoso terminaría por socavar la libertad individual. Friedman, desde la Universidad de Chicago, argumentó que la libertad económica es condición para la libe… A partir de los años 70, estas ideas comenzaron a adoptarse —de forma más o menos radical— en distintos países. Aunque el término “neoliberalismo” ha sido duramente criticado y no hay una definición mundialmente aceptada, puede entenderse como el conjunto de ideas y políticas que promueven el libre mercado, la competencia y la reducción del papel del Estado.

En algunos casos, estas políticas generaron mejoras en la calidad de vida, siempre que fueron
acompañadas por instituciones sólidas y políticas soci…

China es uno de los casos más notables. Desde 1978, con Deng Xiaoping, se permitió la propiedad privada limitada, se crearon zonas económicas especiales y se abrió la economía a la inversión extranjera. Esta combinación pragmática sacó a más de 800 millones de personas de la pobreza, reduciendo la pobreza extrema del 88.3 % en 1981 a 0.0 % en 2021.

En Singapur, desde 1965, se construyó un Estado tecnocrático con planificación estratégica, apertura comercial, control del gasto y cero tolerancia a la corrupción. El resultado fue un desarrollo económico sostenido, acompañado de fuertes inversiones en educación y vivienda. Aunque no hay pobreza extrema, alrededor del 10 % de la población vive en situación de pobreza, en parte debido a trabajadores extranjeros en empleos manuales.

Corea del Sur y Taiwán apostaron por sectores estratégicos como la electrónica y la manufactura avanzada, fortaleciendo educación técnica, centros de innovación y sistemas financieros públicos. Aunque hubo intervención estatal, no se eliminó la lógica de mercado. Corea tiene 0.5 % de pobreza extrema y 15 % de pobreza. Taiwán no registra pobreza extrema y solo 1.5 % de pobreza.

En Chile, durante los años 70 y 80, se aplicaron reformas estructurales impulsadas por economistas formados en Chicago. Aunque los resultados macroeconómicos fueron positivos —baja inflación y crecimiento sostenido—, el debilitamiento del Estado de bienestar y la concentración de la riqueza derivaron en protestas sociales décadas después. Aun así, en 2022, la encuesta de
caracterización económica social registró solo 6.5 % de pobreza y 0.4 % de pobreza extrema.

En México, el 36.3 % de la población vive en pobreza y el 7.1 % en pobreza extrema. El lema “Primero los pobres” se ha convertido en un eslogan electoral. Pese a pensiones y aumentos al salario mínimo, la corrupción ha deteriorado los servicios de salud y educación, obligando a muchos a buscar alternativas privadas. A ello se suma el impacto de la inflación en el poder adquisitivo.

¿Qué hizo posible el éxito de estos países? No fue el mercado en sí, sino su articulación con instituciones eficaces. Se fortalecieron marcos legales, agencias anticorrupción, sistemas educativos, políticas de innovación y justicia administrativa. Se crearon reglas claras y predecibles.

Por el contrario, los modelos neoliberales fracasaron cuando se aplicaron como dogmas, en contextos de corrupción o débil institucionalidad. Entre las causas recurrentes están: privatizaciones mal ejecutadas, eliminación de subsidios sin alternativas, captura del Estado por intereses privados y debilitamiento de los reguladores.

La corrupción es un factor transversal que arruina cualquier modelo. Cuando se desvían recursos públicos, se debilita la confianza social y se obstaculiza el impacto de las políticas públicas.
El crecimiento económico solo es sostenible si es inclusivo. Las políticas deben evaluarse no por su fidelidad ideológica, sino por su capacidad de mejorar la vida de las personas, especialmente las más vulnerables.

Las economías exitosas han sabido combinar libertad económica con regulación efectiva, inversión extranjera con desarrollo tecnológico local, y ética pública con sanciones reales a la corrupción. No se trata de elegir entre Estado o mercado, sino de usar con inteligencia lo mejor de ambos.

La economía debe ser un medio, no un dogma. Su verdadero fin es construir
una sociedad más justa, libre y humana.

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