A veces me resisto a dormir y otras no puedo. Duermo o no duermo. Cuando despierto ahí está la vida de nuevo.
Sobre todas las teorías el sueño se disipa y lo hace pronto. Luego comienza el sin fin de significados para una víbora peleando con otra, de qué color era, era de cascabel, ha, entonces son las envidias. No todos los deseos se cumplen palomita, dice un cuento de Edmundo Valadez. Una vez soñé que no tenía fuerzas, por tanto no lograba subir un peldaño de escalera. Me iban correteando.
Dormir no es tan bueno cuando el enemigo acecha, es un gato carnal, asomate como quiera no se vaya a meter un ratero. Duermes a ratos cuando no es tu casa, la cama espanta, se escuchan ruidos extraños, se oyen pasos y abres la puerta.
Los antiguos, según las viejas crónicas, no dormían conforme al docma doméstico bajo el cual se mete el sol nada más para echarnos una jeta, los ancestros, como muchos en la secu, se quedaban rolados donde quiera.
Los estudiosos confirman la premisa de no dormir tanto tiempo. Y es que hay gente que exagera para envidia de los insomnios, se despiertan a las 3 de la tarde sin falta poque se les hace tarde. Capaces de dormir 12 horas seguidas sin molestar a nadie.
Atrás del insomnio vuelve a salir el coco, ese viejo enemigo, sale el puntual remordimiento que lleva años ahí estacionado, tragando existencia, aparecen las imágenes más inesperadas, das dos vueltas en la cama y ahí están. No duermes porque algún vecino arregla su casa a las tres de la mañana, en el día es operador de maquinaria pesada.
En contrapartida todavía queda gente que madruga. Duermen cuatro horas y al día siguiente andan como si nada, o peor todavía. Gente que si duerme ocho horas amanece cansada. Y pues gente que de todas maneras nació cansada. Entre la gente hay personas con sueño y con sueños, pasan las ganas, las cobijas y la almohada y todo lo necesario para tirar una jeta.
Calderón de la Barca dejó en una de sus obras que los sueños, sueños son. Para Freud los sueños son deseos reprimidos. Segun la hora es el sueño. Dicen que quien despierta a las tres podría, podría tener después una pesadilla.
Quien duerme queda indefenso y a la intemperie por donde pasan cerca otras personas, en el quinto patio en donde no suelen estar los tuyos. Eres tu y tus sueños. Si sobrevives, ya estás. Abajo de un puente tienes cuates dormilones, en la central de autobuses, en la banca más oscura de la plaza, en la puerta de una casa, afuera de una tienda, donde caiga la noche ciega y pareja.
Un golpe en la cabeza te pone a dormir de inmediato. Como si no hubiese tiempo que perder y te quisieran dormido. Mientras, podrías soñar en quienes te golpearon. Con un pésimo discurso te quedas bien rolado y suele ocurrir cualquier cosa. Con cloroformo asaltaban antes, ahora ya no es necesario.
Dormir es un tiempo libre para mariposas existenciales, es un día de campo para los traumas y las preocupaciones, para los docmas sociales, para escapar de alguna manera y de todos modos de uno al otro mundo. Al dormir, los demás aprovechan la ausencia de uno, se bañan, van al cine, llegan tarde, hacen desmadre, los demás son felices hasta que uno abre los ojos a la pesadilla.
Duermes y durante una pesadilla pagas la deuda, te asaltan los acreedores, alguien trae el machete pero es tu cuate, te quieres levantar y puedes, cambias de lugar quien sabe cómo, encuentras personas que no volviste a ver, hay calles con gente del otro mundo y saben cómo te llamas.
Y qué tal si en una de esas estamos en un sueño. Y lo que podría salir bonito … despertar en el sueño nunca jamás soñado. Imagine usted que le encargaran un trabajo para el siguiente sueño y usted faltando a su deber se quedara bien despierto.
HASTA PRONTO
Por. Rigoberto Hernández




