8 diciembre, 2025

8 diciembre, 2025

Emergentes para la emergencia

CAFÉ EXPRESO/PEDRO ALFONSO GARCÍA

En México, durante décadas, hemos padecido un gatopardismo perfecto: todo parece cambiar para que nada cambie. Como en la novela de Lampedusa, las élites se reciclan con precisión quirúrgica, y por eso urge abrir espacios a figuras nuevas, sin vicios, sin pactos en lo oscurito y sin biografías que incomoden al electorado.

Morena enfrentará ese reto en un futuro no muy distante, y es que recibió a personajes prominentes y de medio pelo, migrantes del PRI y PAN, los mismos que hace unos años descalificaban a la 4T y hoy se anuncian como fundadores; operadores que afinan el discurso según la coyuntura y regresan sin explicar su historial, sin asumir errores ni aclarar qué los llevó a ese repentino cambio de convicciones. La puerta giratoria del partido también permitió el retorno de perfiles desgastados, personajes que ya pasaron por todos los colores y hoy se pintan de guinda.

Es un reciclaje que erosiona credibilidad y prospera porque la estructura premia obediencia; así ha ocurrido en los 43 municipios del estado, aunque ya parece necesario un ejercicio de sobrevivencia que limpie las tuberías por donde escurre de todo. A ello se suma la fauna de aspirantes eternos, figuras que llevan décadas buscando un cargo sin conseguirlo, que se registran en cada elección con la misma narrativa hueca, sin estructura territorial ni propuesta real, sostenidos solo por autopromoción frenética, carteles reciclados y un activismo de ocasión que aparece cuando huele a campaña.

El currículum, que alguna vez fue credencial indispensable, hoy es un pesado estorbo; son expedientes donde pesan derrotas, omisiones y complicidades. El pasado dejó de respaldar, incomoda y se ha convertido en un fardo que los electores ya no están dispuestos a cargar.

Por eso crece el interés por rostros nuevos, perfiles sin historial oscuro, sin brincos partidistas ni expedientes pendientes, ciudadanos que encarnen expectativas reales y no tengan que explicar u ocultar decisiones tomadas en otros tiempos, bajo otras lógicas de poder. La oposición tampoco ofrece alternativas.

El PAN sigue sometido a la voluntad de Francisco García Cabeza de Vaca, y los personajes que ahora se promueven y recorren la geografía estatal son rehenes del grupo que los encumbró; el PRI sobrevive de nostalgia y MC no decide si compite o negocia. Todos protegen sus parcelas y ninguno abre espacio a un relevo auténtico. Y mientras los partidos tradicionales se derrumban, el PVEM se volvió un dren por donde fluye lo peor de la política estatal, un refugio de operadores expulsados, oportunistas profesionales y aspirantes que buscan fuero más que futuro o responsabilidad pública.

Tamaulipas reproduce este cuadro con precisión. Rumbo al 2027 y 2028 circulan reciclados maquillados, operadores que cambian de camiseta sin cambiar prácticas, y liderazgos que ya no representan a nadie, pero insisten en volver como si el tiempo no hubiera pasado.

Lo que tal vez no perciben es que la ciudadanía distingue cada vez más entre experiencia y desgaste, entre oficio y expediente, y por lo menos en algunos círculos han llegado a la conclusión de que la mejor carta es alguien sin pasado que explicar, sin complicidades heredadas y con capacidad real y demostrada para construir sin pedir indulgencias.

La política necesita una profilaxis profunda: limpiar vicios, acuerdos inconfesables y simulaciones, abrir paso a proyectos serios y a perfiles nuevos, no a quienes buscan resucitar carreras agotadas que ya demostraron sus límites. La renovación no vendrá de los mismos nombres de siempre; surgirá de quienes aún no están en las listas, de quienes trabajan en silencio, no cargan un currículum convertido en lastre y representan futuro, no excusas.

EL PARTIDO DEL DÉJÀ VU

Construyendo Solidaridad y Paz llega justo a tiempo: siglas nuevas con viejos rostros. Hasta tomaron las iniciales de Claudia Sheinbaum, aunque la presidenta ya se deslindó; otro “partido renovador” que recicla políticos caducos y promete lo de siempre: cambiar letras para no cambiar nada. En el sur del estado ya aparecieron los saltimbanquis de toda la vida.

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