Hay algo que no encaja en el mausoleo Courtoy. Su estilo no se corresponde con las demás tumbas del cementerio de Brompton, en Londres. La única puerta de bronce de la estructura está adornada con motivos egipcios y no tiene llave. De hecho, hay quien cree que ni siquiera es una tumba.
El masivo monolito de estilo egipcio está construido íntegramente en granito y rematado por un techo en forma de pirámide. Con algo más de seis metros de altura, es la construcción que más destaca de todo el cementerio. La única entrada al mausoleo es una puerta de bronce macizo decorada con motivos de inspiración egipcia. El problema es que no hay llave para abrirla. Según los registros del cementerio, la única llave se perdió en 1980 durante la última visita de los parientes vivos de la familia Courtoy. Desde entonces nunca se ha abierto.
El incidente con la llave se une a otro dato extraño. El mausoleo Courtoy es el único de todo el cementerio del que no existen planos, un detalle raro en una época en la que presentar planos era requisito indispensable para acometer una obra de estas características.
Con el tiempo, las anomalías y las coincidencias alrededor de la tumba y su propietaria han alimentado todo tipo de leyendas. La más popular entre los entusiastas del steampunk es que el mausoleo Courtoy no es una tumba, sino una tapadera para ocultar la auténtica naturaleza del artefacto de la época victoriana que reposa dentro: una máquina del tiempo.
Egiptología y ocultismo en el Londres victoriano
Pero comencemos por el principio. El imponente mausoleo en Brompton es el lugar de reposo de Hannah Courtoy, una mujer de la alta sociedad londinense, y de sus dos hijas solteras, Elizabeth y Mary Ann.
La vida de Hannah no fue muy normal. Llegó a Londres en 1800 y entró a trabajar como empleada del hogar al servicio de John Courtoy, un anciano y adinerado comerciante nacido en Francia bajo el nombre de Nicholas Jacquinet.
En menos de un año, Hannah sedujo a Courtoy y le dio la primera de sus tres hijas. Nunca se casaron, pero Hannah se las apañó para quedarse con la mayor parte de la sustanciosa herencia de los Courtoy en un pleito sonado contra la ex mujer del comerciante y sus cinco hijos.
Con dinero y una buena posición en el Londres victoriano, Hannah se dedicó a disfrutar de sus dos grandes pasiones: la egiptología y las ciencias ocultas. En esa época trabó amistad con un egiptólogo llamado Joseph Bonomi, con el que pasaba largas veladas discutiendo sobre astronomía y astrología en el antiguo Egipto.
Cuando Hannah murió en 1849 Bodoni, que también era arquitecto, mandó construir el mausoleo siguiendo las instrucciones de la difunta. El egiptólogo murió en 1878 y se da la casualidad de que su tumba también está en Brompton, a pocos metros de distancia del mausoleo Courtoy. Sobre la lápida se puede ver el grabado de un chacal sobre un templo egipcio. Quizá sea casualidad, pero la cabeza del chacal señala exactamente en la dirección del mausoleo Courtoy.
Coincidencias
La teoría del escritor, músico y amante del misterio Stephen Coates es incluso más delirante. Coates cree que el mausoleo es parte de un sistema de cabinas de teletransporte que Warner y Bonomi construyeron en diferentes monumentos de Londres para moverse por la ciudad, y que incluso comunican con un cementerio en París. Es una hipótesis pintoresca, pero sin ninguna base más allá de la desbordante imaginación de Coates.
Pero arriba hablábamos de coincidencias, y el mausoleo Courtoy tiene algunas muy raras. Hannah Courtoy murió en 1849, pero el mausoleo que iba a ser su última morada y del que no existen planos no se terminó hasta 1853. No hay constancia de dónde guardaron sus restos mientras tanto. El mismo año en que se terminó el mausoleo, el inventor Samuel Alfred Warner murió en extrañas circunstancias. Su cuerpo fue enterrado en una tumba anónima en el mismo cementerio Brompton, a pocos metros del mausoleo.
El egiptólogo Joseph Bonomi no murió hasta 1878, pero en su tumba no solo reposa él. También yacen allí su esposa y sus hijos. Bonomi erigió la lápida en 1952 para enterrar a cuatro de sus hijos que murieron en un plazo de una semana.
Volvemos al presente para saludar a Ray Godson. Godson es el último descenciente vivo de Hannah Courtoy y no cree en leyendas urbanas. Lo único que le interesa es encontrar la dichosa llave para abrir el mausoleo, limpiar un poco el polvo y presentar sus respetos a su tátara-tátara-abuela. Nosotros tampoco creemos en leyendas urbanas, pero si algún día consigue abrir esa puerta de bronce, debería dejar que alguien inspeccione el subsuelo bajo el mausoleo, aunque solo sea para quedarnos tranquilos.
Con información de Gizmodo.