MÉXICO.- El Hippomane mancinella (o manzanillo) es un árbol muy tóxico que pertenece a la larga y diversa familia de las euforbiáceas, en la que también se incluye la decorativa –y ligeramente venenosa– flor de Pascua o poinsettia. Puede alcanzar hasta los veinte metros de altura si su fuste crece de forma recta, es nativo de zonas de la Norteamérica meridional, Centroamérica, el Caribe y partes septentrionales de Sudamérica y puede vivir en ambientes con muy alta salinidad, por lo que normalmente se encuentra en entornos costeros.
Los frutos, en forma de pomo, desprenden un aroma dulce cuando están maduros y resultan atractivos a la vista. Se parecen a pequeñas manzanas verdes de unos 4 cm de diámetro. Exhiben un aspecto glauco y brillante que se torna en verdoso amarillento cuando maduran, y contienen un látex blanquecino altamente venenoso por el que se ha ganado el apodo de manzanilla de la muerte.
Pero no solo los frutos desprenden el terrible látex; puede decirse que la planta entera lo exuda a través de la corteza, las ramas y los tallos. Esa circunstancia provoca que acercarse a un manzanillo conlleve una inesperada salpicadura que, si cae en la piel, puede producir ardorosas y graves ampollas.
Este árbol cuenta con una plétora de toxinas en el látex que desprende; entre ellas destaca como elemento fundamental el forbol, un compuesto orgánico que pertenece a la familia de los diterpenos. Estos se encuentran constituidos por cuatro unidades del componente químico isopreno, que tiene la capacidad de formar cadenas lineales o anillos de compuestos orgánicos.
Nunca te refugies bajo él
Una de las propiedades del forbol es que resulta muy soluble en agua, lo que aumenta el peligro y la toxicidad de la planta. De hecho, si alguien se refugia bajo esta durante un chaparrón, el forbol diluido en las gotas que caen del árbol salpicará la piel de la persona y provocará graves quemaduras.
En la obra Sumario de la natural historia de las Indias (1526), el cronista madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo hablaba de los efectos que provocaban en los descubridores las flechas que los pueblos indígenas impregnaban con una yerba fabricada a base de la resina de esta planta y otras ponzoñas: “Las manzanillas de que los indios caribes flecheros hacen la yerba que tiran con sus flechas nacen de unos árboles copados de muchas ramas y hojas, espesos y muy verdes y cargan mucho de esta mala fruta […] y nacen, como he dicho, estos manzanos cerca del agua de la mar […] ningún remedio hay tal para el herido de esta yerba […] y de cincuenta que hieran, no escapan tres”.
También relataba: “Solamente echarse un hombre poco espacio de hora a dormir a la sombra de un manzano de estos, cuando se levanta tiene la cabeza y los ojos tan hinchados que se le juntan las cejas con las mejillas, y si por acaso cae una gota o más del rocío de estos árboles en los ojos, los quiebra, o al menos los ciega”.
Con información de Muy Interesante.