25 marzo, 2025

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2015: Regreso al futuro

Columna invitada

Tratar de anticiparse a lo que ocurrirá en las relaciones internacionales es un negocio riesgoso. Pero eso es precisamente lo que mi columna, contraparte de la pasada que abordó lo sucedido en 2014, intentará hacer hoy.

Hay seis tendencias que considero predominarán el próximo año, erigiéndose, de paso, en la nueva normalidad internacional. La primera será —amén del peso de la interacción e interconexión globales— la consolidación de un sistema internacional más fragmentado y polarizado. Algunas naciones seguirán buscando reafirmar la primacía de la soberanía nacional y del Estado, reescribir normas y principios internacionales que consideran fueron codificados por otros en momentos en que éstas se encontraban en una situación de debilidad y cambiar reglas del juego que perciben les son adversas. Tucídides, en su Historia de la Guerra del Peloponeso, argumentó que la naturaleza humana era impulsada por el temor (phobos), interés propio (kerdos) y honor (doxa). Y es precisamente un sistema internacional donde las naciones crecientemente se comportan motivadas por esos rasgos al que estamos retornando en 2015. Esta primera tendencia entrará en tensión y se dará a contracorriente de la segunda: actores no Estatales —ciudadanos, organizaciones de la sociedad civil, corporaciones, o incluso criminales trasnacionales y terroristas— que también impulsan sus agendas sin distingo de frontera o región, enlazándose, retando al statu quo, creando nuevas normas de conducta internacional, formales e informales. La disrupción resultante de esta contraposición se dará en dos direcciones: entre Estados y entre ciudadanos y el Estado. La tercera y cuarta tendencias, derivadas en gran medida de las dos anteriores, serán por un lado la creciente debilidad de las democracias liberales de reinventarse y fortalecer sus sistemas de gobernanza o para erigirse en modelos para alentar el cambio en regímenes autoritarios o semi-autoritarios y, por el otro, la profundización de nacionalismos, ya sea como expresiones de autodeterminación como en Cataluña, de rechazo al orden establecido y a la política rancia —como en la Unión Europea— o de discrepancia con el orden internacional de posguerra fría, como el caso de China o Rusia. Las dos tendencias finales son lo que ocurra con los precios internacionales del petróleo y las amenazas crecientes, provenientes tanto de actores Estatales como no Estatales, en materia de ciberataques.

En este contexto general, hay tres temas particulares que me parece se erigirán como los retos geopolíticos más relevantes del año. De entrada 2015 arrancará con un hecho emblemático: en enero, China superará a Estados Unidos como la economía más grande del mundo en términos de Paridad de Poder Adquisitivo. Y si la historia de las relaciones internacionales nos sirve de guía, al poder económico le sigue el poder militar. El gasto en materia de defensa de China —y como resultado, de toda Asia Pacífico— superará el gasto total europeo proyectado para 2015. Esto no quiere decir de manera determinista que habrá conflicto, pero como he apuntado en el pasado, la decisión china de flexionar su musculatura con relación a disputas limítrofes marítimas obligará a actores relevantes a actuar con inteligencia y prudencia en la región. El segundo reto será cómo confrontar y contener al Estado Islámico y del Levante, evitando una implosión entre Israel y Palestina y a la vez atender la tragedia humanitaria detonada por uno de los flujos de refugiados (particularmente de Siria) más significativos —más de 50 millones de personas— desde la segunda Guerra Mundial. El tercero se dará a lo largo de las fronteras de una Rusia aparentemente dispuesta a prevenir que Georgia o Ucrania se vinculen de manera más directa con la UE y la OTAN.

Como internacionalista, fui formado con la premisa de que uno debe pensar trágicamente para evitar tragedias y que el pesimismo en las relaciones internacionales suele tener más valor que un optimismo fuera de lugar. Son las cosas por las que uno no se preocupa —y por ende no previene— que, cuando ocurren, generan caos. Por ello, hay que asumir que el desorden internacional continuará durante 2015 —y más allá— y que estamos retornando a un sistema internacional mucho más incierto, desordenado y volátil, lo cual será más una circunstancia a ser manejada que un problema a resolver. Finalmente, y no obstante este tono poco halagüeño para cerrar el año, quiero agradecerles la lectura de esta columna y desearles todo lo mejor para el 2015.

Twitter: @Arturo_Sarukhan

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