6 diciembre, 2025

6 diciembre, 2025

Grecia, tan lejos

Catalejos

Ayer se escribió el inicio de una nueva era política en Europa. La victoria en Grecia de Syriza, una incipiente organización de izquierda que apunta directamente al «establishment» financiero de la Unión Europea (UE), amenaza con convertirse en una pandemia que contagie primero a España, donde Podemos tiene serias aspiraciones para quedarse con el gobierno.

Grecia y España están muy lejos de México. Pero no está de más echar un vistazo a lo que ocurre en España, donde los viejos partidos políticos padecen un dramático colapso, que ellos mismos se buscaron.

En Grecia, la corrupción y un endeudamiento extraordinario para aumentar el gasto público y poder formar parte de la élite europea devinieron en la crisis más grave de su historia moderna.

La solución que ordenó el gobierno en turno: pedir más dinero al Fondo Monetario Internacional y la UE condenaron a la ciudadanía a pagar una deuda impagable a través de un plan de austeridad que condenó a millones de griegos a la pobreza.

Lo de España no fue muy distinto. Aunque en menores proporciones, el descontento de la población con el manejo financiero de los gobiernos socialista y popular sacó a la calle a millones de «indignados» y después germinó Podemos, la organización política dirigida por Pablo Iglesia, una suerte de «rockstar» de la izquierda. Un profesor que ha enamorado a miles de electores y que bien podría convertirse en el nuevo jefe del gobierno español.

Insisto, el paralelismo de ambos casos con México pudiera parecer forzado, en primer lugar porque no se vislumbra en el espectro sociopolítico un liderazgo capaz de unir las distintas corrientes de inconformidad que cada día brotan en el país.

Pero el origen de Syriza y Podemos, explicable por el marcado descontento de la ciudadanía con sus políticos, sí que puede rastrearse en algunos rasgos de la democracia mexicana, donde el abstencionismo gana terreno en cada elección como una señal inequívoca: la ciudadanía le da la espalda a los partidos tradicionales. «Todos son iguales» es una frase repetida hasta el cansancio por miles de mexicanos que en el mejor de los casos deciden votar por el menos peor de los candidatos que aparecen en su boleta.

Lo ocurrido en Europa resulta importante porque México se alista para encarar una elección federal en medio de una severa crisis institucional. La peor que haya golpeado al gobierno de Enrique Peña Nieto.

Esta semana, para no ir más lejos, comenzarán su precampaña en forma los aspirantes priistas a la diputación federal.

La pregunta es si ellos, los que suenan por los demás partidos y sus estrategas están consientes del momento que atraviesa el país.

¿Qué van a hacer para convencer a un electorado que cada vez cree menos en la política?

Ya no para ganar, algo que pueden hacer con el voto movilizado de un porcentaje mínimo de la población, sino para entusiasmar a una mayoría con una propuesta viable que plantee mejorar el futuro común, aunque ello atente contra sus privilegios.

(Ayer, cuando Alexis Tsipras, futuro primer ministro de Grecia, terminó su discurso tras conocerse el resultado, sonó «Rock the Casbah», famosísima canción de «The Clash»).

Comentarios: mdominguezf@gmail.com

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