El proceso electoral que se avecina, es uno de los más interesantes que me ha permitido la vida atestiguar desde mi modesta trinchera del periodismo.
No posee esa condición porque los potenciales votantes tengan en gran estima a los presuntos candidatos —algunos lo merecen y otros no tanto— porque la sociedad esté haciendo gala de civismo o porque por fin los ciudadanos hayamos alcanzado un mayor grado de madurez política.
Ojalá fuera así, pero lamentablemente, no es por alguno de esos casos.
La verdad es que la sociedad, por lo menos la tamaulipeca, mantiene sus ojos fijos en este ejercicio democrático por lo que no debería importarle en estos momentos: la sucesión de la gubernatura.
Un día sí y otro también, los análisis, intentos de reflexión, pronósticos y calificaciones sobre quienes ya sólo esperan cumplir el protocolo de sus respectivos partidos, para ser ungidos candidatos oficiales, giran sobre si sus triunfos o derrotas en este año los acercarán o alejarán de ser protagonistas en el 2016, cuando se libre la madre de todas las batallas electorales, en lo que se refiere a una entidad federativa.
Platique con sus amigos, compañeros de trabajo o familiares. Muy pocos o casi nadie, aventuran su opinión sobre la capacidad de esos virtuales contendientes, en la tarea legislativa que les espera a quienes resulten victoriosos en este año y pasen a ocupar una curul en la Cámara de Diputados en el Congreso de la Unión. Pareciera que esa función nos interesa lo mismo que a Pepito le importa si existe Santa Clos: Un rábano.
Cuidado.
Ese adelanto de tiempos está generando un grave riesgo en el futuro a corto plazo de nuestro país. Estamos tan entregados a hacer cábalas y construir escenarios sobre la gubernatura que viene, que no estamos midiendo lo que puede pasar en la próxima Cámara Baja conforme al voto que depositemos en las urnas el próximo 7 de junio.
Pregunto:
¿Hemos pensado en qué pasará con la economía, la política, las telecomunicaciones, la educación, el petróleo o el tema fiscal, si a ese cuerpo colegiado arriban políticos con intereses divorciados del bien común?… ¿Ha reflexionado sobre lo que esos próceres —hombres o mujeres— sin distinción de partidos, van a hacer desde su sillón con nuestras vidas?
Por favor, dese unos minutos, haga a un lado lo que podría suceder en el año siguiente y analice con el mayor detenimiento posible lo que puede esperar, en este 2015, de determinado candidato o del partido que lo cobija. Es vital que lo haga, porque de su decisión, junto con la de cientos de miles más en el caso de nuestro Estado, dependerá el giro que defina al mañana inmediato.
Si no lo hacemos, volveremos a vivir una historia conocida: Llorar cuando ya no existe remedio. Y para colmo, con un agravante:
Ya ni siquiera estará el Chapulín Colorado para defendernos…
UNA RECETA POSITIVA
El gobierno municipal de Altamira ha encontrado una exitosa receta para impulsar el desarrollo de esa comunidad. Descansa en combinar el desarrollo de valores con el avance físico de su entorno urbano.
En la semana que acaba de terminar, dos acciones demuestran esa óptica del alcalde Armando López Flores. Una de ellas es el impulso a la familia como antídoto para desviaciones de conducta, a través de los parques de barrio, proyectos que comparte con el gobernador Egidio Torre Cantú. El caso más cercano es el del sector Miramar.
Al lado de ese beneficio, en ese mismo espacio camina el aspecto físico en la infraestructura, reflejado en vialidades que además de agilizar la circulación peatonal y vehicular, otorgan mayor seguridad a la población.
Sin duda, un mejor Altamira se está construyendo…
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