Como en los cuentos de hadas, una vez, hace mucho tiempo, los partidos políticos vivieron en un paraíso.
Uno de sus momentos dorados, era precisamente el que estamos a punto de vivir en el presente: la elección de diputados federales. Todo en ese proceso era tersura, todo era dulzura y las campañas eran, como dicen los españoles, coser y cantar.
El organismo avasallador, el PRI, dominaba a placer, como padre generoso, el escenario y repartía dádivas y canonjías a sus satélites. Todos ganaban. El tricolor ganaba prácticamente siempre y con la victoria disfrutaba de la tajada mayor, pero el resto era suficiente para alimentar a las comparsas que alegraban la fiesta.
Numerosas circunstancias eran la causa de ese mundo casi etéreo para el priísmo, pero sobre todo, esas votaciones tenían el encanto de la tranquilidad por un factor fundamental: el trabajo, la credibilidad y por lo tanto, el control casi total de que gozaban los presidentes municipales que se incluía en cada distrito.
Hoy, ese activo que representaban los alcaldes, está prácticamente perdido. La mayoría de ellos —hombres y mujeres— están envueltos, al margen de las siglas partidistas que los cobijan, en la desconfianza, otros en la decepción y algunos hasta en la sospecha, cuando no en la convicción de su deshonestidad.
El balance actual de los procesos para elegir diputados federales se ha vuelto por tanto, complicado no sólo para el PRI sino para todos sus homólogos, cargado de nubarrones y de un alejamiento sin pausas del electorado hacia los partidos. Gracias a que estas instituciones nos han endilgado como autoridades municipales a una gran variedad de especímenes cuyas ambiciones personales se llevan cercas sobre los beneficios sociales, se perdió en la generalidad —deben existir excepciones— la solvencia moral y política de los jefes de comuna y con ella se fue también al diablo la paz casi bucólica de esos ejercicios cívicos.
Hoy tenemos una muestra más de que ese cuento de hadas se ha tornado en una moderno mercado persa. Ahora, gran parte de los candidatos. si su partido es el mismo que maneja los ayuntamientos integrados en su distrito, prefieren hacer como que la Virgen les habla sobre el desempeño de esas autoridades, porque en cada reunión y en cada mítin, en lugar de las esperadas adhesiones suman legión los reclamos hacia el quehacer municipal.
Y todo indica que la historia se repetirá en este año.
Así las cosas, habrá quienes añoren esos días de casi holganza en las campañas para renovar a la Cámara Baja del Congreso de la Unión, pero en lo personal, me parece saludable que los ciudadanos y ciudadanas cada vez en mayor medida hagan a un lado el corporativismo de membretes deslegitimados y atiendan en forma preferente, para depositar su voto, las virtudes o defectos personales de los aspirantes a ocupar una curul.
Aunque la verdad, lo que sí extraño de ese pasado de lindas hadas, es aquel romántico «Y vivieron felices para siempre…»
INJUSTICIA
El caso Matamoros, en lo que a la candidatura del PRI a diputado federal se refiere, sigue dejando un mal sabor de boca.
No es mía la apreciación pero la comparto plenamente con un buen amigo: No es justo para Daniel Sampayo, nada justo, que con tanto futuro que tenía ante sí en el ámbito público apenas una semana atrás, hoy, por una decisión política cupular, cargue una etiqueta indeseable que en lo personal, en estricta justicia, no merece. Una muestra más de la cara oscura de la política partidista…




