A ciencia cierta nadie conoce todavía los alcances que tendrá en la entidad el recorte presupuestal anunciado por el Secretario de Hacienda y Crédito Público. Sin embargo, no se necesita ser adivino ni especialista en finanzas para advertir que algunas obras que se tambaleaban por falta de recursos, ahora más que nunca están en riesgo de atorarse.
Es el caso del Hospital General e, incluso, de algunos trabajos para el puerto Matamoros.
Casos como estos se repiten por todo el país, insisto, sin que todavía haya certeza de lo que implicará el recorte en términos de inversión pública.
Sabemos sí, que los más afectados serán Pemex y la Comisión Federal de Electricidad.
Cuánta razón tenían quienes advertían que el bajo costo de la gasolina en la frontera a la larga terminaría resultando mucho más costosa por lo que implica la crisis del petróleo para las finanzas del país.
Nadie debería lamentarse por lo que podría considerarse mala suerte. Los economistas saben que el mercado es así, con este tipo de riesgos.
Y ni hablar, un país tan dependiente de la industria petrolera como el nuestro está condenado a resentir estas tormentas. Aunque de ninguna manera puede considerarse un consuelo, no está de más echar un ojo a lo que sucede actualmente en Venezuela y Rusia.
En fin, que así nos tocó el juego. Muy pronto se derrumbó la ilusión de que el problema era pasajero y los seguros de cobertura garantizaban el bienestar de las finanzas mexicanas.
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, ya advirtió que no será en meses cuando el precio del petróleo se recupere. El periodo de vacas flacas deberá contarse en años. Así es que la mesa está servida para que el capitán del barco y su segundo de a bordo demuestren capacidad para llegar a buen puerto en medio de la tempestad.
El Presidente y el Secretario de Hacienda tienen muchas cosas en contra, empezando por la percepción ciudadana. Pero de la habilidad que puedan mostrar en estos meses tan complicados dependerá el éxito de su misión.
Con precisión de cirujano, Videgaray deberá diseñar un programa que permita seguir atendiendo las necesidades más urgentes de la población en materia de asistencia social, pero que al mismo tiempo permita inversiones que dinamiten la economía y aceleren el crecimiento.
No se ve sencillo. Todos los pronósticos dictan lo contrario.
Por obvia que parezca no está de más repetir la exigencia que reproducen muchas voces ciudadanas: que los primeros en apretarse el cinturón sean los funcionarios públicos de todos los niveles.
Hay mucha tela de donde cortar.
Los viajes a todo lujo que se cargan al erario, las mega compensaciones, en fin, que México tenga un Gobierno a la medida de sus posibilidades.
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