Cuenta la historia que hubo una vez un niño que nació rico. No les diré su nombre, pero todos lo conocían como El Picudo.
Sus papás, adinerados, dueños de la finca más grande del pueblo querían para él lo mejor de lo mejor, le veían cualidades para sobresalir, para ser grande, ya le digo, querían para él todo lo bueno y que le ayudara a desarrollar todos sus talentos, a costa de lo que fuera.
Es más, con decirle que para poder usar como patio de juegos, sus papás le pidieron a sus súbditos correr al niño pobre del pueblo, el apestado, un tal cuerudo que les estorbaba y que ya muy pocos querían.
¡Ingrato pueblo!, ahora que lo vieron pobre, triste y acabado, nadie se acordaba que fue el primero en darles alegrías, el primero que vieron correr, que los defendió de los forasteros y sin paga de por medio muchas veces más que un simple aplauso de los que con gusto le apoyaban.
Nadie defendió al cuerudo, dejaron que los capataces de la casa grande lo acorralaran y lo corrieran de su patio para dejarlo morir en el olvido, de él, ya no se supo nada, sólo a veces y unos cuantos, se sienten invadidos por la nostalgia, suspiran y cuentan sus hazañas.
Ya sin obstáculos de por medio, el niño rico, que poca culpa tenía de lo que hicieron sus padres, los capataces y su pueblo, pues empezó a crecer. Dio sus primeros pasos hasta correr.
Todos en el pueblo estaban sorprendidos pues muy pequeño no sólo corría, sino que mostraba habilidades y destrezas que nadie había visto, el recuerdo del cuerudo se eclipsó y tanto propios como extraños, empezaron a ser atraídos por el brillo del Picudo.
Siendo aún muy joven, un día salió de casa a librar una batalla, todo el pueblo estaba al pendiente, muchos ya le tenían fe, misma que le ayudó a conquistar su primer gran hazaña, un logro que le valió bordar en su pecho una insignia, no era ya un cadete, era todo un soldado raso que causaba orgullo pues defendió bien el valor del terruño.
Cada vez más gente venía a verlo pues su hazaña lo llevó a enfrentarse con rivales de mayor jerarquía, algunos que no creían en él, empezaban a ser conquistados y otros más, todo lo que hacía les enamoraba.
Pero todos cayeron rendidos a sus pies, cuando en la adolescencia no fue solo un soldado, era ya un guerrero que se echaba a cuestas el nombre del pueblo, no sólo le tocaba luchar contra otros fuertes gladiadores, sino contra injusticias de corruptos jueces, las influencias de poderosos hacendados… ¡pero ni eso lo detuvo!, entre los malos se engrandeció y salió avante, nadie lo podía creer, llegó a donde nadie se imaginó, ¡se iba a codear con los grandes!.
Ya no había nadie que no lo quisiera en su pueblo, es más, hasta de otros condados venían a verlo, ellos también lo quisieron, le aplaudían, lo idolatraban y él, enseñoreado se pavoneaba, les correspondía, era un idilio.
Durante un largo tiempo la luna de miel permaneció, pero tal vez cegado por ese idilio, El Picudo cayó enfermo, el diagnóstico era soberbia, conjugada con momentos de esquizofrenia pues hasta hizo cosas increíbles, insólitas, en todo el mundo se conocían sus locuras, como cuando su papá quiso librar una batalla junto a él contra el más poderoso guerrero de la nación y aunque no perdió ese duelo y el mismo Picudo quiso justificarlo, muchos se rieron de él… y hoy es fecha que nadie lo olvida.
El mal ya estaba hecho, aquel niño que nació rico y conquistó a todos, víctima de todos sus males tuvo que decir adiós a los grandes y como una lección de humildad, tenía que ganarse ese mismo sitio a costa de demostrar que lo merecía, hasta su papá le dio la espalda y le consignó: “tienes qué demostrar lo que vales”.
Mucha gente le dio la espalda, los había acostumbrado a rodearse de poderosos y hoy eran muchos desconocidos y otros muy devaluados los que le enfrentaban, a veces había choques de garra, memorables, pero nadie los veía, a nadie le interesaba, lo querían ver entre los grandes.
Engallado un día estuvo a punto de lograrlo, pero vio a su alrededor y se dejó conquistar por otras cosas, para cuando reaccionó, había perdido la batalla. Una enorme fiera lo mordió, aunque él nunca sacó su espada para defenderse y perdió.
En ese momento muchos dejaron de creer en él pues lo habían decepcionado. Esos mismos decepcionados, juraron no volver jamás y le maldicieron hasta el cansancio.
Un día, la suerte le sonrió, papá consiguió un gran préstamo para comprarle una armadura nueva, él sonreía, quiso aprovechar la oportunidad y en algunas batallas demostró mucho coraje, orgullo, garra, la gente le aplaudía, incluso algunos que no le conocieron cuando se codeaba con los grandes se dejaron conquistar por verlo en sus nuevas batallas y con la esperanza de verlo regresar a ese mismo sitio.
Pero la historia se repitió una y otra vez, una enorme pena, se topó de nuevo con una fiera, no la misma de tiempos atrás, esta vez lo devoraron y todo el pueblo lo supo, los pueblos lejanos también, era una vergüenza para muchos que un día se habían enorgullecido de él.
Desde entonces, El Picudo no fue el mismo.
Poco a poco su salud se vio mermada, los que le aplaudían, los que le apoyaban se alejaron, lo dejaron solo.
¿Qué triste, no? Aquel niño que nació rico y se convirtió en gran guerrero defensor del pueblo y quienes debieron cuidarlo, hoy solo confirman que padece un grave mal, puede ser de olvido, mal de amores, pues el mucho que tuvo se vio reducido que hoy casi queda nada.
Viejo y enfermo sigue luchando, aunque las batallas que libra son casi a solas, insípidas, a veces tristes y aburridas.
Muchos a quienes El Picudo quiso y se los demostró compartiendo sus tesoros cuando fue grande y fuerte, hoy se alejan, lo ven enfermo y tienen miedo de contagiarse, buscan otro guerrero que les dé aunque sea una limosna, sin querer ayudar al que otrora les dio todo y sin medida.
Muy enfermo, en el pueblo hay quien sueña en verlo recuperarse, algunos rezan por su salud, pero también porque se aleje de las malas compañías, que siente cabeza y vea por quien lo quiere de a deveras.
El Picudo a veces sonríe, guiñe un ojo y promete recuperarse.
Este cuento no tiene fin, queda inconcluso y ni yo que lo escribo quiero ponerle un punto final en un momento tan triste.
ESTA HISTORIA, CONTINUARÁ…
@luisdariovera




