1. La calentura del futurismo político se extiende por todo el Estado como una sábana de fuego y desde el más insignificante grillo municipal hasta los más encumbrados personajes de la tenebra, andan metidos hasta el cuello en las campañas por las próximas diputaciones federales.
2. No hay respeto por los tiempos, fechas y calendarios. Se vive un futurismo en súper libre, a todo color y en red estatal. No hay antifaces ni máscaras y se ha perdido todo rubor o vergüenza. Se tiene un pie en el escalón de arriba y otro en el escalón de abajo para lanzar puntapiés hacia todos lados.
3. La lambisconería en nuestro sistema, más que una práctica, es una condición del poder, un cemento imprescindible sin el cual los regímenes perderían su eficacia y su clientela. En su forma más simple consiste en colmar de lisonjas al poderoso o mostrarse de acuerdo con todo lo que diga o haga, aunque sean tonterías.
4. La adulación sirve para determinar, casi a primera vista, dónde reside el poder real en tal o cual sistema político, porque el foco principal de la adulación, como un reflector, se lanza siempre de lleno sobre la persona o grupo que pueda repartir los bienes y los males.
5. Por esa razón en México la lisonja se concreta en grado repugnante en torno de muy pocas personas, porque son muy pocos quienes disponen a su arbitrio de los bienes, cargos y servicios que genera la sociedad. En un país donde todo hay que pedirlo al gobierno, por favor, la lambisconería no es un vicio del ciudadano sino una condición para sobrevivir.
6. Nadie ha calculado cuántos miles de millones cuestan los banquetes de adulación que los lambiscones les pagan a sus padrinos, madrinas o protectores políticos, pero si la lambisconería sólo costara dinero, resultaría barata.
7. En Tamaulipas nadie puede quejarse por falta de libertades. Aquí hay libertades para todos y hasta para soñar, hacer el ridículo y cometer locuras. Son multitudes los dementes que andan de gira por el Estado soñando con la próxima gubernatura y nadie les impide su tránsito por los caminos ridículos.
8. Un cargo público sin dinero es de las peores maldiciones de este mundo. Sobre todo porque ser pobre arriba del gobierno es algo ilógico, inusitado, perverso y hasta inconcebible.
9. Todo mundo desea conocer al torvo funcionario que interviene los teléfonos, cobra por mantener los ojos abiertos y dirige una red de alimañas de café, de bribones de taberna, que nunca duermen y siempre fisgonean con morbosidad para mercadear hasta los más íntimos secretos de los victorenses.
10. El problema de la administración gubernamental es que lo más se delega es la mediocridad, mientras que la excelencia se concentra tanto que desaparece.




