Ahora que la mentada ‘gran familia revolucionaria’ anda tan alborotada y, según dicen, confiada en recuperar los espacios perdidos hace tres años en el Palacio Legislativo de San Lázaro; además, porque se avecinan los festejos del octogésimo cuarto aniversario de la fundación del membrete, preciso algunos conceptos que quizá desconozcan los imberbes que son parte del paquete (de candidatos uninominales) a jugarse en el proceso:
El tricolor fue creado en 1929 con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) a iniciativa de Plutarco Elías Calles; pero cambió su denominación en dos ocasiones –por orden de Lázaro Cárdenas del Río y Manuel Ávila Camacho–, transformándose (1938) en Partido de la Revolución Mexicana (PRM); y, hacia 1946, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Desde su constitución formal ha tenido 47 dirigentes: cuatro mujeres y 42 varones.
Ni uno más. Ni menos.
De ellos Manuel Pérez Treviño, Emilio Portes Gil, Antonio Villalobos, Mariano Palacios Alcocer y María Cristina Díaz Salazar, repitieron (como presidentes, es obvio), aunque estatutariamente estuvieron impedidos.
El primero (de estos) fue ‘guía ideológico’ hasta en tres ocasiones; y en dos, el resto; aunque ninguno cursó el período reglamentario que rige al órgano político.
Inclusive (de todos los dirigentes que ha tenido el PRI), sólo Rodolfo Sánchez Taboada, Alfonso Corona del Rosal y Beatriz Paredes Rangel, cumplieron la encomienda estatutaria; en tanto que, 38 más, no pudieron sostenerse en la dirigencia más de tres años.
Y, lo infame: algunos nada más estuvieron (al frente) durante horas, días o meses, por estar sujetos a los caprichos del presidente de la República en turno.
Va ilustración
En los albores de diciembre de 1928, el Comité Organizador del naciente partido firmó un manifiesto donde Plutarco Elías Calles hizo un llamado a todas las organizaciones políticas de la República Mexicana, para unirse y formar el PNR.
Tres meses después quedó integrado.
Y su asamblea constitutiva acordó cumplir cabalmente con la no reelección y la continuidad de los programas de gobierno, sustentados en sus principios básicos, que son:
a) Desarrollo económico,
b) Justicia social,
c) Reforma agraria,
d) Protección de los derechos de los trabajadores,
e) Educación gratuita para todos,
f) Disciplina de las fuerzas armadas al poder civil,
g) Libertad política, y
h) Defensa de nuestra soberanía.
Pero durante los 72 años que el (ahora) PRI, de los 84 que cumplirá el miércoles venidero, el país ha ido de más a menos.
Y en esto ha participado fecundamente el membrete albiceleste, con los dos períodos presidenciales que ha usufructuado.
Desastre sistemático
Todo lo plasmado en los documentos básicos del PRI, sin embargo, sólo ha quedado en buenos deseos por la ambición desmedida de poder de los mandatarios emanados de sus filas.
Y, lo que es peor, por la dependencia que desde su fundación esta organización política tuvo del Presidente de la República en funciones, hasta que (en el año 2000) perdió el Poder Ejecutivo Federal.
De ahí que como PNR, PRM y PRI, el otrora llamado partido oficial, no haya procurado renovar sus cuadros, fortalecer su dirigencia, ser autónomo, abrirse a la democracia, luchar por el cumplimiento de sus principios básicos e incluso exigirle cuentas al primer mandatario de la Nación en turno, pese a que los 15 (emanados de sus filas) siempre mostraron proclividad a posesionarse de lo que no era (ni es) suyo.
La falta de autenticidad política, la carencia de líderes naturales al frente del partido, el sometimiento, la sumisión y el hecho de que la mayoría de sus dirigentes fueran improvisados, igual contribuyeron a que el Presidente de la República en turno (a lo largo de 72 años) no tomara en serio al membrete, hasta el grado de cambiar cuando quisiera y le viniera en gana a su dirigente nacional, como lo advierto enseguida al hacer un recuento de los ‘guías ideológicos’ que ha tenido el partido.
Los victimarios
Cuando el PRI inició su derrumbe estrepitoso, recuérdese bien, en la residencia oficial de Los Pinos despachaba Luis Echeverría Álvarez y como dirigente nacional del tricolor Manuel Sánchez Vite, quien al ser nombrado candidato al gobierno de Hidalgo cedió la posición a Jesús Reyes Heroles –por cierto uno de los contados ideólogos que ha tenido el Revolucionario Institucional–, y éste, a su vez, fue reemplazado por Porfirio Muñoz Ledo.
Con José López Portillo como jefe del Ejecutivo Federal, arribaron a la presidencia partidista Carlos Sansores Pérez, Gustavo Carvajal Moreno, Javier García Paniagua y Pedro Ojeda Paullada. Pero sólo para tener presencia política antes de irse al gobierno de Campeche, el primero; el segundo a la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA); a su casa el jalisciense hijo del general Marcelino García Barragán; y el último a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).
Miguel de la Madrid Hurtado fue un mandatario gris, pero más coherente en su distanciamiento con el PRI, donde habilitó para desatenderse de éste a Adolfo Lugo Verduzco y después a Jorge de la Vega Domínguez, quien dejó que la estructura operara a su libre arbitrio para no dar problemas al señor de Los Pinos.
Carlos Salinas de Gortari utilizó a Luis Donaldo Colosio Murrieta, Rafael Rodríguez Barrera, Genaro Borrego Estrada, Fernando Ortiz Arana e Ignacio Pichardo Pagaza.
Lo cuatro por meses.
En sus respectivos casos todos atendieron la instrucción presidencial, aunque el sonorense pintó su raya siendo candidato a Presidencia de la República y eso le costó la vida, ‘porque el poder omnímodo de Los Pinos no permite la rebelión’, dicen hoy analistas políticos.
En la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León, por el PRI desfilaron María de los Ángeles Moreno Uriegas, Santiago Oñate Laborde, Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer, José Antonio González Fernández y Dulce María Sauri Riancho.
Con el primer mandatario opositor al PRI ya en la Presidencia de la República (léase Vicente Fox Quesada), al frente del CEN estuvieron la misma Sauri Riancho, Roberto Madrazo Pintado, César Augusto Santiago y Mariano Palacios Alcocer; en tanto que para enfrentar a Felipe Calderón Hinojosa, Beatriz Paredes Rangel encabezó a los priistas a nivel nacional.
Ella fue relevada por Humberto Moreira Valdez y éste, tras un escándalo de pronóstico reservado por la deuda millonaria en que hundió a Coahuila, fue retirado para ser sustituido por María Cristina Díaz Salazar, quien le entregó el mando a Pedro Joaquín Coldwell.
Tras la renuncia de éste al CEN del PRI, nuevamente Cristina fue dirigente, hasta que la relevó César Augusto Camacho Quiroz, quien es hoy todavía el que manda galleta, acatando la instrucción presidencial de Enrique Peña Nieto.
Los de antes
Hasta el régimen presidencial de Gustavo Díaz Ordaz el PRI registró menos movimientos en su dirigencia.
Los consigno:
Bajo los regímenes presidenciales de Gustavo Díaz Ordaz, Adolfo López Mateos, Adolfo Ruiz Cortines, Miguel Alemán Valdés y Manuel Ávila Camacho, en la dirigencia despacharon, respectivamente:
a) Alfonso Martínez Domínguez, Lauro Ortega Martínez y Carlos A. Madrazo Becerra;
b) Alfonso Corona del Rosal;
c) Agustín Olachea Avilés y Gabriel Leyva Velázquez;
d) Rodolfo Sánchez Taboada; y
e) Rafael Pascasio Gamboa Cano y Antonio I. Villalobos.
Antes, siendo Partido de la Revolución Mexicana, lo dirigieron, bajo el régimen presidencial del “Tata” Lázaro”:
a) Heriberto Jara Corona, Luis Ignacio Rodríguez Taboada y Silvano Barba González.
Como PRM, durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, en su segundo régimen estuvieron:
1) Emilio Portes Gil, y
2) Matías Ramos Santos.
Bajo el mandato de Abelardo L. Rodríguez:
1) Carlos Riva Palacio, y
2) Melchor Ortega Camarena.
Y en con Pascual, en su primer mandato, figuran Manuel Pérez Treviño, Lázaro Cárdenas del Río, Emilio Portes Gil y Basilio Vadillo Ortega.
De ellos 10 han sido militares.
Lección
Más que discutir sobre la conveniencia (e inconvenientes) que acarrearía la reforma político-electoral (en Tamaulipas), hay que considerar el ‘vacío gubernamental’ que se dio en el 2011, porque el mandatario sucesor que fue electo el 4 de julio (recibiendo la constancia el día 10 del mismo mes) asumió el cargo casi al cumplirse un semestre después.
Valor de la prensa
Cuando arranquen formalmente las campañas proselitistas en los ocho distritos electorales de Tamaulipas, las que, por cierto, habrán de concluir tres días antes de la jornada comicial (5 de junio), el quehacer periodístico habrá (ya) cumplido su función y se abocará a seguir informando puntual y objetivamente acerca de los acontecimientos.
Merced a ello es pertinente aclarar que una campaña política de tal envergadura entraña la difusión de las propuestas, acciones, perfil y proyecto del candidato en turno.
De ningún modo en la promoción de los abanderados se debe soslayar la importancia de los medios de comunicación masiva. Ya sean impresos o audiovisuales, pues unos y otros son valiosos instrumentos para mantener cotidianamente informado al receptor (lector, radioescucha o televidente).
Así, en este proceso electoral –donde se han reducido los tiempos de campaña–, los estrategas de cada equipo obligados están a impactar con mensajes persuasivos a los diversos públicos para ganar su anuencia.
En caso contrario toda acción proselitista que no se vea reflejada en los espacios mediáticos perdería la oportunidad de propagarse y convencer al electorado, que, al final de cuentas, es el objetivo central de cualquier contienda.
De ahí que ningún candidato con visión integral deba prestarse al juego de marginar a la prensa, a menos que la intención de sus operadores sea atentar contra el proyecto que dicen representar en una justa donde el adversario busca ganar espacios mediáticos que lo fortalezcan.
Sin embargo sé que en más de un comité de campaña subyace la tentación de minimizar la importancia de los comunicadores y de las empresas que estos representan, pues de plano no le quieren invertir a una aventura que de antemano saben que les sería desfavorable.
Los limitados
La percepción limitada de algunos encargados de la imagen y el manejo informativo de las campañas, acorde a las evidencias, va desmoronándose por su propio peso, toda vez que los candidatos opositores al tricolor empiezan a darse cuenta de que no es alejándose de la prensa como podrían lograr el mejor posicionamiento; y hasta ya maduran sacudirse la nefasta influencia de los supuestos comunicólogos o hacerlos cumplir cabalmente con su trabajo.
Y es que hoy, como nunca, nada está dado.
Menos cuando las preferencias ciudadanas cambian cotidianamente, de tal modo que un titubeo o una mala decisión pueden abonar el camino hacia la pérdida de imagen y credibilidad, o, en el mejor de los casos, restar votos.
En lo particular, convencido estoy que ninguno de los medios de comunicación masiva es absoluto, sino más bien complementario del extenso núcleo de la transmisión propagandística e informativa, pues cada cual tiene sus nichos bien definidos; cada uno juega un papel determinado y llega a públicos diversos y heterogéneos, de acuerdo a su propia naturaleza y arraigo, según el contenido que maneje, la objetividad que lo distinga y la confianza que le dispensen los receptores.
Los medios
La televisión, merced a sus ventajas audiovisuales impacta contundentemente y posiciona de manera efectiva, aunque fugaz, al personaje que utiliza sus servicios.
Los mensajes emitidos por este medio tienen que ver con la cultura del spot; con frases cortas en los cuales poco se puede informar y comunicar, pero su impacto entre los televidentes es generoso cuando la imagen va acompañada de un buen mensaje.
A efecto de arraigar la imagen de un candidato, los spots se manejan con frecuencia múltiple y variados impactos procurando que éstos aparezcan en horarios preferenciales, donde los potenciales segmentos poblacionales, se supone, ven televisión.
La radio: también tiene sus bondades. Sobre todo amplia penetración popular, simultaneidad e instantaneidad del mensaje y bajo costo, en comparación con la televisión.
El formato que maneja para una campaña también es el mensaje corto, directo y concreto, buscando convencer al auditorio sin mayor explicación o análisis.
Con frecuencia en los medios electrónicos se desatan verdaderas batallas entre los aspirantes a cargos de elección popular, quienes igual aprovechan los espacios que compran para golpetear a sus adversarios, más que en un interés de penetrar en la conciencia ciudadana con propuestas sólidas.
La Internet: es otro importante vehículo de comunicación e información utilizado en las campañas políticas –a través de páginas web, materiales de divulgación interactivos y el correo electrónico–, mediante el cual se envían boletines, crónicas y material gráfico a los comunicadores. Claro, desde una perspectiva centralista e institucional; es decir, en forma parcial.
Prensa escrita: si bien no tiene el “punch” de la radio y la televisión juntas, su presencia es fundamental para el análisis y la crítica, ya que la consultan los líderes de opinión y gran parte de los sectores sociales.
Entre sus grandes méritos destacan la amplitud y profundidad con que aborda los temas, y, por supuesto, el registro de los hechos.
La prensa escrita llega a todo el tejido social en forma directa o a través de redes formales e informales, con los que cotidianamente mantienen contacto los líderes y/o grupos de interés.
Corolario
Merced a lo anterior, una estrategia seria, ordenada y que busque penetrar en los amplios núcleos sociales, por ningún motivo debe mostrarse indolente hacia ningún medio de comunicación masiva.
La torpe tendencia de querer privilegiar a unos cuantos en detrimento de otros, podría provocar efectos boomerang.
Por eso hay que jalar con todos, sin distingos.
Con los empresarios de la comunicación y con los más humildes periodistas.
Eso se llama equidad… y es, también, síntoma de sensibilidad política…
Encuestas
Insisto en que las exhibidas, hasta la víspera, sin fotografías del momento.
Así que no debe confiarse en ellas.
Menos cuando la percepción ciudadana cambia de un día a otro y a la hora de emitir su voto sabe que éste es libre, autónoma e intransferible.
Plurinominales
No hay sorpresas en la lista de los candidatos a diputados federales por la vía de representación proporcional, correspondiente a la segunda circunscripción.
En los cinco primeros lugares aparece sólo un tamaulipeco: Baltazar Manuel Hinojosa Ochoa.
También Enrique Dávila Flores, ex presidente de la Concanaco (por Nuevo León); Bárbara Botello (alcaldesa de León, Guanajuato); Maricela Etcheverry Aranda (delegada federal del INAES), Delia Guerrero Coronado (diputada local de SLP) y Tomás Montoya Díaz (hijo de la senadora regiomontana Cristina Díaz).
E-m@il:
jusam_gg@hotmail.com
Se hace camino al andar
*** Gustavo Adolfo Cárdenas Gutiérrez (a) ‘La guayaba’, quien encabeza la lista de candidatos plurinominales del Partido Movimiento Ciudadano (MC), podría venderle votos al tricolor como tanto lo acostumbra, pues bien sabe que perdiendo la contienda en las urnas ganaría un espacio en la Cámara baja, por encabezar el listado plurinominal del membrete por el que hoy juega.
*** Gustavo Adolfo Torres Salinas sigue jugándole las contras a la candidata priista a diputada federal por el VIII distrito, lo que preocupa y con razón al jefe político estatal, así como al dirigente nacional tricolor.
*** Los candidatos a diputados federales, de todos los partidos, han caído en el sueño de los benditos, haciendo como que están pendientes de su imagen y al mismo tiempo negándose a dialogar.
*** Los senadores andan en crisis –¡cuidado con las carteras¡–, ya que les redujeron cien pesos a sus percepciones anuales. Póngase en alerta, no sea que le vayan a pedir prestado, como tanto lo acostumbran.
Actitud triunfalista
Al menos tres de los partidos que participan en el actual proceso se muestran triunfalistas a menos de cien días de la jornada comicial, pero ninguno se atreve a reconocer el por qué sus dirigencias mantienen un claro desinterés para alentar el voto ciudadano.
Eso ya mancha la justa, por un lado, y, por otro, también daña el proceso comicial la reprobable conducta de las autoridades electorales que con su pasividad se muestra torpe en el despertar de la conciencia ciudadana.
Aún así nos quieren vender el cuento de que los membretes y el órgano responsable del proceso le están echando todos los kilos para hacer de la elección un ejemplo de ejercicio democrático, como si el pueblo tamaulipeco fuera tonto y no se diera cuenta del doble juego que unos y otro practican para desalentar su participación.
En el caso de los partidos, se busca el crecimiento mediante golpeteos contra el adversario en lugar de ofertar compromisos tangibles que pudieran convencer al electorado de ser la mejor opción.
Por otra parte, minan el interés ciudadano los dimes y diretes provocados por la guerra de descalificaciones; la debilidad de las precampañas de posicionamiento y hasta el desprecio que el grueso de los aspirantes manifiestan hacia la prensa escrita.