El panorama económico, de finanzas y gestión pública en el país tendrá secuelas muy contundentes en Tamaulipas en los próximos meses pero también, representa un colosal desafío para impulsar un cambio radical en los fundamentos de nuestras economías regionales.
En este escenario hay una mala, una peor, pero también una gran oportunidad.
La mala: no cambiaron las reglas del juego, cambió el juego completo y lo que este año nos espantó es una realidad irreversible. Los bajos precios del petróleo obligaron al Gobierno Federal a realizar recortes presupuestales apenas preventivos (hay coberturas contratadas que permiten contar con los recursos que el petróleo ya no da), pero esa dinámica de precios bajos en la principal fuente de ingresos del país continuará y en 2016, la Federación tendrá ahora sí, menos recursos para repartir.
En economía, las tesis del economista más influyente de nuestra era, John Maynard Keynes, sugiere un mayor gasto público para reactivar la economía dadas las circunstancias en las que las empresas no tienen suficientes incentivos para invertir y aportar al crecimiento económico, especialmente en el empleo. Esto no sucederá más y el débil ejercicio del gasto público federal será uno de los principales componentes de la debilidad económica que se aproxima.
La peor; los municipios siguen dependiendo del dinero federal el cual se destina principalmente en burocracia, por lo que el gasto en inversión pública es tan malo que ni siquiera se paga a tiempo y crea más problemas que beneficios. Y más complicado aún, les acaban de amarrar las manos para endeudarse.
En los próximos meses las condiciones económicas internacionales, las políticas presupuestarias federales y una coyuntura política interna podrían favorecer un complejo escenario con las características de una ‘tormenta perfecta’ en materia financiera para los municipios, las empresas y los trabajadores de Tamaulipas.
Hacienda advierte que los tres niveles de gobierno se tienen que preparar para un 2016 donde el gobierno va a tener menores ingresos, y por lo tanto se tiene que estar preparado, a gastar menos y a gastar mejor. “Es el gasto del gobierno. Le toca al gobierno federal apretarse el cinturón.”
Los recortes anunciados por el gobierno federal, equivalen a las obras de infraestructura que se preveía, se iban a realizar en Tamaulipas en el sexenio actual de Enrique Peña Nieto.
Ayer se dieron a conocer los datos de la inversión pública del gobierno federal y los datos asustan; tras la reforma fiscal de 2014, el gobierno quitó dinero a las familias y a los individuos vía impuestos, para en teoría invertirlo en infraestructura. Pero los datos del INEGI revelan que sí, se estancó aunque no se redujo al igual que el ahorro familiar, pero el gasto del gobierno se redujo de manera importante.
¿Saldrá más caro el caldo que las albóndigas? No lo creo.
La inversión pública no debe detenerse. Con mayor infraestructura aumenta la productividad y competitividad de las regiones menos desarrolladas, también reduce los costos para las empresas y los ciudadanos, lo que estimula la inversión privada y mejora la competitividad de nuestra economía.
Si la banca privada ha reducido en más de 3 mil millones el crédito a las empresas del Estado, ¿qué sigue?
La clave estará en qué tanto somos capaces de crear condiciones para que las empresas inviertan y que al mismo tiempo, la burocracia federal haga su trabajo, que agilice los procesos de contratación, de licitaciones y especialmente de pago oportuno. Además, que la Banca de Desarrollo active estrategias de financiamiento y asistencia técnica para que las pequeñas medianas empresas puedan participar en un pastel cada vez más chico pues hasta ahora, en Compranet sólo hay registradas unas 3 mil 500 compañías para venderle al Gobierno. Sí, aun hay mucho que hacer para que la ecuación quede completa.
(www.adanmoctezuma.mx)