El calor está que arde aunque parezca una redundancia. Pero el calor ya perdió nombre como muchas cosas que ocurren en nuestros tiempos donde han sido borradas las cosas de antaño. Los calores de marzo son una nada más un pequeña muestra de los calores inferanales que vienen. El mundo está volteado. Y lo que era negro ahora es blanco y lo que era rojo ahora es azul. Un mundo trastocado en el que los valores han perdido peso y las arrobas éticas nos llegan devaluadas. Desnudadas por la infamia, la tragedia y la hipocresía. El calor es otro y las calorías humanas se agotan. Vienen los calores y con ellos las calenturas políticas. Y ya nos preparamos para votar, porque con calor y todo las pasiones no deben borrar nuestras intenciones democráticas. Porque creemos en el calor del pensamiento, el calor de creer en México y la gloria que significa si todos nos vamos a votar cuando llegue la hora. La lucha por el poder apenas se asoma, pero el calor ya nos pone los ojos vidriados.
El calor de garrapata, el calor colgado a las mejillas, el calor sobaquero, el calor de perro soltado del mecate y como van las cosas los perros se ponen más rabiosos. Nos ha dolido mucho la muerte del Perrito Aguayo y la forma épica en que abandona el pancracio, revela que las lucha no es «camuco». que tras las alegoría circense están los juegos de la muerte. Pero también trasparenta las reglas añejas inservibles y el abandono del médico del ring, los réferis alternos tienen un gran papel en el cuadrilátero.
Los amores perros se desprenden del calor.
La primavera suelta sus redes eróticas y los muchachos y muchachas juegan al pasito tun tun, pues caminan a camachito, cachondeándose en fila india. Usted los ha visto en la plaza en el uno dos de caldeo, de reata inflada y de verijas humeantes.
Calor de un verano que amenaza que romper todo los récords.




