CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- José del Carmen Tirado Porras, un egresado del Instituto Científico y Literario de Tamaulipas, quien llegó a ejercer por 64 años el magisterio y con ello educar a grandes personajes en la historia política del Estado, es un hombre para recordar.
Nació en 1870, sus primeros años de vida los pasó en Güémez, Tamaulipas, y llega a Victoria en el año 1878. Justo en ese momento comienzan las memorias de un niño que llegó a la ciudad huérfano de padre para estudiar en la Escuela Real.
Por su actitud, como adulto, imaginamos a Carmelito, como un niño de chispa inigualable, en la Monografía de la Catedral de la Diócesis de Tamaulipas, describe uno de sus primeros contactos con los religiosos.
“Mientras andaba yo jugando con las canicas, cerca de mi madre que hacía unos vestidos que le habían mandado hacer, encontré una estampa del señor Jesucristo y pregunté, “¿Y por qué está así?”, ella dijo: ‘es Dios nuestro señor Jesucristo, los judíos luego de azotarlo le cargaron una cruz y en el Monte Calvario lo crucificaron. Bésalo, hijito».
El niño sólo alcanzó a decir: “Pero qué judíos tan malos”…
Tiempo después llegó al pueblo un sacerdote y como en aquella época estos personajes eran escasos en los municipios de menor población, la madre de don Carmelito le indica a una de las hermanas mayores llevar al niño a saludar al padre para recibir su bendición. El padre al ver al niño, intenta comprobar la instrucción religiosa que recibía en el hogar y pregunta: ¿Sabes dónde está Dios? Y el niño responde: “Sí, en el costurero de mi mamá”.
La respuesta hizo que el sacerdote cargara al niño y además le regaló una peseta de plata.
Después de estudiar en la Escuela Real, ingresa a la Escuela-Seminario, que recientemente había fundado el Obispo Eduardo Sánchez Camacho, ahí estudia lenguas griegas y latinas.
Al egresar José del Carmen Tirado Porras, ya era un alumno destacado al grado que el ingeniero Luis Puebla y Cuadra, director del Grupo de Padres de Familia del Instituto, le consigue una beca de 15 pesos al mes, con el Ayuntamiento de Victoria y al egresar funda con otros compañeros la Escuela de Práctica Pedagógica Anexa a la Normal, diseñada también por Puebla y Cuadra.
Su trabajo llamó la atención del entonces gobernador del Estado, don Guadalupe Mainero, y le envía a Matamoros a reorganizar planes de estudio en las escuelas de aquella ciudad y con base en el plan maestro que había diseñado para el Estado.
Es director también de la Escuela Guadalupana y Director de Educación en el Estado, en el gobierno del señor Antonio Rábago.
Don Carmelito construyó su hogar en la calle Zaragoza, justo en el espacio del 15 y 16 que en la actualidad parece ser la calle ejemplar que requiere Victoria, con frondosos árboles a los costados.
Los nietos de don Carmelito vivieron en la cuadra de enfrente y aún recuerdan que cada semana cuando llegaba el ganado que se debía sacrificar en el rastro, las calle del río, se convertía en una aventura pues soltaban el ganado desde la estación o bien ingresaban por ahí los hombres que arreaban las reses desde los municipios del Cuarto Distrito.
“Lo único que se escuchaba era un grito; ‘ahí vienen los animales’ y todos los niños que jugaban en las calles se trepaban a los barrotes de las ventanas para evitar un encuentro cercano con aquellos.
Don Carmelito se convirtió en el maestro más querido de Victoria, pues luego del reconocimiento que le hacía don Emilio Portes Gil como su profesor, y el reconocimiento que la ciudad entera le otorgaba, lograba que durante el gobierno de don Norberto Treviño Zapata entrara todos los lunes por la mañana a su oficina y decía:
“Señor Gobernador, déjeme ver sus uñas”.
El Gobernador con toda la atención colocaba sus manos sobre el escritorio y don Carmelito decía: “Muy bien, va usted muy bien”.
Y se retiraba, para esperar la cita de la próxima semana.




