Este día inician las campañas de proselitismo los candidatos a diputados federales.
Sin embargo, ninguno de los diez partidos políticos registrados en el Instituto Nacional Electoral (INE) ha expuesto públicamente su estrategia de penetración masiva, aun cuando, se supone, la diseñaron en tiempo y forma, para que sus contendientes se auto-promocionen directamente en los núcleos sociales con actos masivos o acciones de acercamiento.
También a través de los medios impresos de comunicación masiva.
E indirectamente en la radio y la televisión, puesto que, las cápsulas y los spots, en ambos casos, toca administrarlos a la autoridad electoral.
De cualquier forma, creo oportuno aclarar que toda campaña política entraña la difusión de las propuestas y/o acciones, el perfil y proyecto del candidato en turno, al través de cuanta vía legal tenga a su alcance.
Por ello ningún abanderado debe soslayar la importancia que tienen los periódicos y las revistas, porque estos son valiosos instrumentos para que el receptor de sus proyectos conserve latentes sus propuestas, pues probado está que un medio impreso se conserva durante un buen tiempo en la casa u oficina, y prevalece en la hemeroteca, mientras los impactos audiovisuales se diluyen al día siguiente de haber sido transmitidos.
Como fuere, en el proceso electoral 2014-15, los estrategas de cada equipo obligados están a que su candidato penetre entre la sociedad con mensajes persuasivos para ganar su anuencia.
En caso contrario toda acción proselitista que no se vea reflejada en los espacios mediáticos perdería la oportunidad de propagarse con tino y convencer al electorado, que, al final de cuentas, es el objetivo central de cualquier contienda.
De ahí que ningún candidato con visión integral, debiera prestarse al juego de marginar a la prensa impresa, al menos que el propósito de sus operadores sea atentar contra el proyecto que dicen representar, en esta justa donde el adversario sí busca ganar esos espacios (mediáticos) que los fortalezcan.
Hago el comentario por saber que en más de un comité de campaña –de los domésticos, por supuesto–, subyace una tentación por minimizar la importancia de los comunicadores y las empresas que representan, en el caso de quienes hacen periodismo con tinta y papel, pues de plano no le querrían invertir a una aventura que de antemano, saben que les sería desfavorable.
Difusión restringida
La apreciación (harto limitada) de algunos encargados de la imagen y del manejo informativo de las campañas, podría incidir negativamente contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), toda vez que los candidatos antagónicos al tricolor, empezaron a darse cuenta de que acercándose a la prensa podrían lograr un mejor posicionamiento.
Por eso algunos abanderados (priistas) estiman sacudirse la nefasta influencia de supuestos comunicólogos. Y/o hacerlos cumplir cabalmente su trabajo.
Es que hoy, como nunca, nada está dado.
Menos cuando las preferencias ciudadanas cambian a diario.
De tal modo que un titubeo o una mala decisión podrían abonar el camino hacia la pérdida de imagen y credibilidad; o, en el menor de los casos, restarle votos tanto al partido, coalición y los mismos candidatos.
Aporte proselitista
En lo particular, convencido estoy de que ningún medio de comunicación masiva es absoluto, sino más bien complementario del extenso núcleo de la transmisión propagandística e informativa, pues cada cual tiene sus nichos bien definidos.
Cada uno juega un papel determinado y llega a públicos diversos y heterogéneos– de acuerdo a su propia naturaleza y su arraigo–, según el contenido que maneje, la objetividad que lo distinga y la confianza que le dispensen los receptores.
Los medios
Es la televisión, merced a sus ventajas audiovisuales, el medio de comunicación masiva que impacta contundentemente y posesiona de manera efectiva, aunque fugaz, al personaje que utiliza sus servicios.
Los mensajes emitidos por este conducto tienen que ver con la cultura del spot; frases cortas en las cuales poco se puede informar y comunicar, pero su impacto entre los receptores es generoso cuando la imagen va acompañada de un buen mensaje.
A efecto de arraigar la imagen de un candidato, el spot se maneja con frecuencia múltiple y variados impactos, pero siempre procurando que éstos aparezcan en horarios preferenciales, donde los potenciales segmentos poblacionales, se supone, ven televisión.
La radio también tiene sus bondades.
Sobre todo una amplia penetración en zonas rurales y los núcleos urbanos populares, simultaneidad e instantaneidad del mensaje y bajo costo, comparada con la televisión.
El formato que maneja para una campaña también es el mensaje corto, directo y concreto, buscando convencer al auditorio sin mayor explicación o análisis.
Con frecuencia en los medios electrónicos se desatan verdaderas bataholas entre los aspirantes a cargos de elección popular, quienes aprovechan los espacios para también golpear a sus adversarios, más que por un sano interés de penetrar en la conciencia ciudadana con propuestas sólidas.
La Internet es otro importante vehículo.
Tanto de comunicación como de información masiva, utilizado en las campañas políticas –a través de páginas web, los materiales de divulgación interactiva y el correo electrónico–, mediante el cual se envían boletines, crónicas y material gráfico a los comunicadores.
Claro, desde una perspectiva centralista e institucional; es decir, en forma parcial, aunque las redes sociales han rebasado todo control de la autoridad cuya costumbre es amordazar la libertad de expresión.
La prensa impresa, si bien adolece de todo el ‘punch’ que la radio y la televisión juntas mantienen ante el conglomerado social, goza de presencia fundamental para el análisis y la crítica, ya que la consultan los líderes de opinión y gran parte de los sectores sociales.
Entre sus grandes méritos destacan la amplitud y profundidad con que aborda los temas, y, por supuesto, el registro de los hechos.
Los medios impresos penetran en todo el tejido social de forma directa o a través de las redes formales e informales, con las que cotidianamente mantienen contacto los líderes y/o grupos de interés, hasta el grado de formar opinión más que los medios audiovisuales, según han reconocido estudiosos del fenómeno, tanto a nivel nacional como allende el río Bravo, donde algunas universidades le invierten en serio a la investigación en la materia.
La verdad fortalece
Los candidatos con vocación democrática obligados están a fortalecer su imagen acercándose al electorado que al final de cuentas es quien habrá de decidir su suerte; buscar el voto de toda la estructura partidista, de los indecisos e incluso hasta de los políticos antagónicos a sus membretes y no esperar que el día de los comicios una fuerza divina induzca sufragios en favor suyo.
Pero éste su propósito, nada más se lograría con voluntad y plena disposición para ir al encuentro de la sociedad.
No con poses demagogas ni haciendo como que están en campaña, aunque muchos de los aspirantes a legisladores, por petulancia propia, crean y presuman que su simple presencia basta y sobra para alzarse con la victoria el día siete de junio próximo.
De ahí que los candidatos a diputados federales, todos –y estoy hablando de los diez partidos contendientes–, deban asumir la responsabilidad de hablarle al pueblo con la verdad, sin falsas promesas ni palabras huecas; y se den la oportunidad de escuchar, sin agachar la mirada, las inquietudes de quienes tienen la decisión de que alcancen o no sus objetivos en esta justa.
Es por su bien.
Y es que un pueblo que es tomado en cuenta puede dar el real sustento a la política y restarle poder a la anarquía, al desorden, al rumor y a otros instrumentos de la competencia electoral arcaica.
Hasta hoy, incluso, en los ocho distritos electorales federales en que está dividida la geografía tamaulipeca, la gente ya está cansada de que muchos de los políticos pretendan seguir engañándola.
Por eso los ciudadanos –que de una u otra forma aparecen como actores principales del proceso comicial–, quieren estar enterados de los objetivos y el alcance de cada abanderado, para no dar lugar a interpretaciones irresponsables que mermen aún más la dañada credibilidad que existe hacia los políticos.
Es aquí, entonces, cuando cobran mayor importancia los medios de comunicación masiva –como Expreso–, que hacen más oportuna y ágil la información generada en las campañas proselitistas, alentando la verdadera construcción de la democracia.
Por tanto, así como avanza la pluralidad, la prensa y los candidatos deben contribuir a la formación de una conciencia estatal crítica y responsable. Sin suspicacias.
La recompensa, claro está, será muy alta: ver libres a los tamaulipecos en este proceso electoral, donde ya no tienen cabida los demagogos ni oportunistas que buscan publicitar cuanta mentira se les ocurre.
Desinterés por el voto
Usted seguramente, comparte mi apreciación de que al Instituto Nacional Electoral como a los diez partidos políticos (con registro oficial), poco les ha interesado animar la participación ciudadana en el proceso para renovar la Cámara de Diputados (federal, obviamente)..
Y eso que estamos a 60 días de celebrarse la jornada comicial.
La misma indolencia alimenta el riesgo de que el abstencionismo les gane la partida –como está previsto–, y que los resultados de la justa pudieran ser harto cuestionados.
Pero ni así los candidatos se ponen las pilas.
Por eso dejarían la promoción del voto en manos de sus panegiristas y equipos de campaña, que, aunque pujen y empujen, no atinarían realmente despertar la conciencia cívica.
Sin embargo la promoción del sufragio debieron iniciarla los partidos (con registro oficial) desde el momento mismo de iniciada esta contienda –cosa que tampoco atendió el responsable de la organización comicial–, aun cuando los indicativos emanados de las encuestas, los sondeos de opinión y de algunos análisis, advirtieron en tiempo y forma sobre apatía ciudadana para acudir a las urnas.
Y de ello existen documentos hemerográficos.
Los consejeros ciudadanos del INE no han hecho su tarea quizá por estar distraídos discutiendo modalidades procesales sin ton ni son; y con respecto a los partidos, tal vez tampoco atienden su responsabilidad por apostarle al abstencionismo como una forma de querer disfrazar su poca aceptación entre el conglomerado con derecho a votar.
De cualquier forma entre sí se culpan del desánimo ciudadano, sin todavía entrar de lleno a las campañas, pero nada sustantivo hacen para alentar la participación ciudadana tanto en la etapa de proselitismo como a futuro, aun cuando los dos meses que faltan para la jornada comicial debieran invertirlos en la promoción del voto y no en acusaciones estériles que a nada bueno conducen.
Oposición robustecida
El panorama político-electoral que hasta hoy se observa en toda la geografía tamaulipeca, hace suponer que tres (de los ocho) candidatos priistas no tendrían problema alguno para llegar al Palacio Legislativo de San Lázaro, pues sus pares opositores simple y llanamente no son sujetos de crédito.
Al menos así lo aprecio desde mi muy particular punto de vista.
Sin embargo, los ocho candidatos propietarios del tricolor, obligados están a reconstruir su estrategia de proselitismo, pues del posicionamiento que logren en los dos meses subsecuentes mucho dependerá, también, la inercia del voto.
Basta echarle un vistazo a las encuestas levantadas ex profeso para confirmar que al frente aparece una oposición robustecida –con y sin que medie el espectro del abstencionismo–, pero en casa igual pudieran estar incubado el enemigo.
Me explico más a fondo: la estructura tricolor, aparte de los grupos de interés locales en cada uno de los ocho distritos electorales, refiere maravillas de sus candidatos a diputados federales, a grado tal que los catalogan de ser políticos sencillos, afables, atentos, respetuosos y hasta respetables, cuya popularidad, según se dice, se la han ganado a pulso.
También hablan de su cotidiana relación con la sociedad, su trabajo y humildad, pero los candidatos dan la impresión de estar secuestrados por quienes tratan de manipular sus tiempos, imponerles actividades, hacerlos copartícipes de fobias ajenas y ser, esos emisarios del pasado, los protagonistas de esta película.
En su acometida, los plagiarios prácticamente los mantienen encerrados en una burbuja de cristal y no permiten que nadie se les acerque –nadie ajeno a ellos, eso está muy claro–, pues tal vez teman que alguien les hable con la verdad y les diga que no es alejándose del pueblo como obtendrán el voto de sus conciudadanos, pese a que la maquinaria priista estatal de antemano les haya hecho el trabajo.
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