CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La señora Dolores Estrada Jaramillo, de 75 años, conocida en la colonia México por ser una de las “paqueteritos” de GranD Libertad, fue puesta en la calle.
Su casa, en la que vivió 30 años, fue desalojada mediante una orden judicial girada por un Juez mercantil dentro del proceso 157/2009, de parte de Benito Román Cano Guevara, quien ganó el pleito.
Ayer por la mañana, dos notarios apoyados por la fuerza pública, acudieron a tomar posesión en el domicilio ubicado en la calle Tulum y Montealbán, sacando sus muebles viejos, aparatos, colchones, sillas, y otras cosas que evidenciaban la calidad de vida de una familia que padece extrema pobreza.
Junto a los muebles, ella y un hijo discapacitado de 50 años, al que ella, a sus 75, cuida, fueron sacados de su casa.
Algunos vecinos se solidarizaron, y buscaron de alguna manera detenerlos, sin embargo, la orden estaba signada por un Juez, por lo que fue imposible contrarrestar ese mandato judicial.
Herlinda contó que ella y muchos vecinos, se han solidarizado con doña Dolores porque conocen su situación, la carga pesada que representa un hijo con problemas, y la pobreza en la que han estado viviendo.
“El problema se desprende de una deuda que adquirió la hija de doña Dolores, Blanca Guadalupe, quien le pidió dinero a un pastor de una iglesia evangélica que se llama Arturo Martínez Moctezuma, allá por el 2007 donde la señora firmó como aval”, dijo.
Explicó que la deuda consistía en un préstamo de tres mil pesos con cargo de intereses, y aunque lograron disminuirla a 800 pesos, los diversos problemas que sufrieron de salud, inhibieron las posibilidades de responder con los pagos a la deuda.
“La deuda se fue a los 51 mil 700 y de ahí, ya no pudieron pararla rebasando los 400 mil y el precio de la casa”, lamenta Herlinda.
Dijo que después de esto emprendieron una lucha en la que pidieron apoyo a la Presidencia Municipal, quienes les proporcionaron un abogado, pero descuidaron el caso y terminó con estos resultados.
“Lo peor del caso, es que terminó así” arremetió.
A la una de la tarde, bajo un sol con 30 grados en la temperatura, doña Dolores se aferra:
“No me voy a mover de aquí, es una injusticia lo que me hicieron”, dice mientras su voz se quiebra.
Los vecinos colocaron un domo para amortiguar el impacto del sol; su hijo, acomodado en uno de los recovecos entre los muebles amontonados a la orilla de la calle Montealbán.
Tiembla, la situación le duele; sus rosarios, sus figuras de santos y la virgen, no le están ayudando, están perdidos, pero asegura que en ese lugar, que le costó 30 años, ahí se va a quedar.