Cuéntase que cuando el emperador romano Julio César era atacado a puñaladas por un grupo de enemigos políticos, alcanzó a ver entre sus victimarios a su hijo adoptivo, de nombre Brutus, quien igualmente le sepultaba en el cuerpo una hoja de acero. Sus últimas palabras habrían sido “¿También tú Brutus?”. Esta expresión agónica quedó en los anales históricos no sólo como sinónimo de sorpresa sino como signo de complicidad. ¿A qué viene todo esto? Expliquémonos.
Según un reportaje publicado el fin de semana por la revista Proceso, el secretario de Gobernación, MIGUEL ÁNGEL OSORIO CHONG, también adquirió por medio de su esposa una mansión en las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México valuada en 60 millones de pesos, a poca distancia de la faraónica residencia que antes había adquirido ANGÉLICA RIVERA, las esposa del presidente ENRIQUE PEÑA NIETO.
De acuerdo a la publicación, OSORIO hizo la operación de compra-venta con un contratista que fue ampliamente beneficiado con contratos de obra pública cuando fue gobernador de Hidalgo. Estaríamos ante otro caso de tráfico de influencias y conflicto de intereses.
Este gancho al hígado contra el encargado de la política interior del país se suma al que recibió no hace mucho otro pilar del actual gobierno, el secretario de Hacienda, LUIS VIDEGARAY, que compró una suntuosa casa al mismo contratista que financió el palacete de ANGÉLICA RIVERA, y al propinado al mismísimo jefe del ejecutivo con la adquisición de otra casa cuyo costo, supuestamente rebasa su capacidad económica como funcionario público.
De esta forma, el que parece ser el triunvirato supremo del actual régimen, PEÑA NIETO, VIDEGARAY y CHONG, son colocados ante la opinión pública como personajes que actúan en contra de la sensibilidad popular que se consume dentro de las más desesperantes carencias. Y curiosamente los titulares de Hacienda y Gobernación son quienes al arranque del actual sexenio eran vistos como los principales prospectos a suceder en la titularidad del ejecutivo federal al hombre del copete.
Pero, a diferencia de su jefe que tuvo titubeos notables antes de que se explicara la versión oficial sobre la llamada “casa blanca”, MIGUEL ÁNGEL OSORIO CHONG salió de inmediato a rechazar lo aseverado por la revista y dijo que ninguna propiedad en el exclusivo fraccionamiento capitalino está a su nombre
o de su familia y que él vivía en un casa rentada.
Habrá que ver en detalle lo que se derive de este caso para sacar conclusiones sensatas, pues resulta difícil concebir que un afamado medio de comunicación publique imputaciones dolosas que dinamitarían su prestigio. Proceso “encueró” hace muchos años a RAÚL SALINAS DE GORTARI al revelar que había adquirido un extenso rancho denominado “Las Mendocinas” y le endilgó la etiqueta del “hermano incómodo”.
Pero también pudiera resultar que, como lo afirma CHONG, el cúmulo de informes recolectados por la publicación no es suficiente para fincar una presunción de conducta inapropiada, lo cual tendría, en aras de la ética, que reconocer el semanario. Después de todo en este mundo nada ni nadie es infalible, aunque a estas alturas la voz ciudadana ya dice ¿Tú también, MIGUEL?
Pero dilucidar este tipo de casos no sólo es cuestión de posturas personales que por una parte niegan una imputación ni de impunidad de los medios para publicar lo que les plazca. Unos y otros tienen una gran responsabilidad social cuyo incumplimiento, cuando se dé, debe tener reproche legal con todas sus consecuencias.
¿ O todo debe quedar en simples dimes y diretes? Que alguien lo explique




