No cabe duda que estamos en tiempos en que el lodo no deja de fluir desde la entrañas del mundo político provocando aún más decepción entre la ciudadanía que ante todo eso parece haber perdido ya el sentido de la sorpresa.
En los últimos meses la opinión pública ha sido enterada de la adquisición por parte de la esposa del presidente de la república de una mansión valuada en 80 millones de pesos y que le habría sido vendida y financiada por un influyente contratista que se benefició con multimillonarios contratos de obras otorgados por el gobierno del Estado de México y el gobierno federal, bajo las gestiones de ENRIQUE PEÑA NIETO.
El caso causó revuelo y la primera dama se vio obligada a comparecer ante las cámaras de televisión para explicar los detalles de la operación, bajo argumentos que no resultaron del todo convincentes para la generalidad. Aunque el caso ha perdido sonoridad, allí permanece y seguramente permanecerá por mucho tiempo.
Luego se reveló que el secretario de Hacienda, LUIS VIDEGARAY, también compró otra residencia al mismo constructor consentido y aunque igualmente salió a dar explicaciones la duda sobre la legitimidad, que no la ilegalidad del caso, quedó sembrada ante otro eventual conflicto de intereses.
Luego vino el episodio del entonces director de la Comisión Nacional del Agua, DAVID KORENFELD, quien fue sorprendido usando un helicóptero oficial para trasladarse con su familia al aeropuerto de la Ciudad de México donde iniciarían un viaje hacia los Estados Unidos. El abuso derivó en la renuncia del funcionario al que hasta ahora la Secretaría de la Función Pública no ha fincado responsabilidades y mucho menos aplicado las sanciones que corresponden a un acto de esta naturaleza.
Pero ahora el lodo sale también de las cañerías panistas. Según informaciones periodísticas, los hijos del actual presidente de Acción Nacional, GUSTAVO MADERO, fueron captados en viajes alrededor del mundo en aviones privados con gastos estimados en decenas de millones de pesos.
Y más recientemente se hizo público que el candidato blanquiazul al gobierno de Sonora, JAVIER GÁNDARA, renta para sus viajes de campaña un avión propiedad de ¡¡su esposa!! utilizando dinero que entregaron autoridades electorales como parte de los subsidios que otorgan a las organizaciones políticas. O sea que en rigor, los vuelos estarían siendo financiados por los contribuyentes.
Pero como para emparejar los cartones en esa entidad, también se hizo público que la candidata priísta, CLAUDIA PAVLOVICH, se transporta a su vez en una aeronave propiedad de contratistas a los que habría beneficiado con gestiones de obra durante su encargo como senadora.
Ambos aspirantes a gobernar Sonora han difundido versiones defensivas en el sentido de que no han incurrido en actos ilegales y que todo se encuentra bien documentado. Sin embargo, sus argumentos no han sido eficaces para diluir la sospecha de que algo huele mal en actuaciones.
Y el Partido de la Revolución Democrática no ha quedado a salvo de la chamuscada. Hace algunas semanas se documentó que su dirigente nacional arrendó un helicóptero para trasladarse a Michoacán para participar en el arranque de campaña de su candidato a la gubernatura de ese estado. El costo del servicio fue cubierto, claro está, con fondos del partido o sea, con el dinero que aportamos los ciudadanos a través de nuestros impuestos.
Todo esto se da en medio del proceso electoral para la renovación de la Cámara de Diputados, dentro del cual, como parte del espectáculo denigrante, se difunden promocionales en los que los partidos se lanzan mutuas acusaciones, lo mismo que el líder nacional del PRI usa relojes de millones de pesos o que el presidente PEÑA NIETO llevó 200 invitados en su viaje a Londres o que el gobernador panista de Sinaloa construyó una presa para beneficiar su rancho y privó del vital líquido a miles de familias.
Y el Partido Verde Ecologista se ufana de haber logrado la cancelación de las cuotas escolares, cuando bien se sabe que en los hechos los planteles educativos no podrían funcionar sin ellas, pues las aportaciones del gobierno no bastan para adquirir pizarrones, gises y otros elementos necesarios para el mantenimiento de los edificios ni para el pago de la luz.
También hablan de que lograron prohibir el uso de animales en los circos y vea usted que aquí en Tampico, para no ir más lejos, hasta hace pocos días se anunciaba la presentación en uno de ellos de “tigres dorados de Malasia”.
En este escenario resulta comprensible porque las expectativas sobre el posible porcentaje de votación en los comicios del 7 de junio se encuentran muy por debajo de la mitad de la lista nominal de electores.
“Ya no sé ni por quién votar”, son palabras que se escuchan con mucha frecuencia en todos los niveles sociales, principalmente en el de más bajos recursos económicos. “Los partidos actúan con desfachatez”, se dice igualmente.
He allí el más grave reto que afronta nuestra democracia en el que las élites políticas a menudo hacen y deshacen sin que haya un reproche legal para su actos indebidos, aunque barnizados por leves capas de legalidad.
Existe un círculo vicioso. La gente no vota porque no confía en los políticos y los políticos hacen de las suyas precisamente porque la ciudadanía no acude a las urnas y deja que las cosas las resuelvan las “cargadas”. El efecto “lodo” nos hace víctimas a todos.
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