De acuerdo con un estudio realizado por Covarrubias y Asociados a petición del Instituto nacional Electoral (INE), la mitad de los mexicanos no piensa que las elecciones recientes hayan
resultado confiables. Otro 23 por ciento confía a medias y 27% piensa que los resultados han sido positivos.
Cuando la pregunta se plantea hacia el futuro el resultado es más o menos el mismo: la mitad piensa que el IINE hará el trabajo igual de mal que su antepasado el Instituto Federal Electoral (IFE).
Las razones más comunes de los encuestados para mostrar su desanimo son lo que llaman “corrupción y falta de transparencia” y que incluye el conteo incorrecto de votos y el favoritismo hacia determinados partidos.
La conclusión es sencilla: la autoridad electoral no puede desprenderse de la realidad mexicana en la que la población reprueba a prácticamente todas las instituciones que componen el quehacer político.
El árbitro es igual de mal visto que los partidos, que los funcionarios y que los gobiernos.
No hay confianza para nadie.
Por eso el reto del INE es mayúsculo. Porque estamos frente al proceso electoral más vigilado y reglamentado de la historia.
El primer resultado ya se ha hecho evidente: en todos los estados se multiplican las denuncias contra autoridades, partidos y candidatos.
Tamaulipas no es la excepción, en prácticamente los ochos distritos electorales ya se han recibido quejas de todo tipo, muchas de las cuales, hay que decirlo, han sido rechazadas.
¿Tiene el árbitro la capacidad para vigilar un campo tan grande con tal cantidad de nuevas reglas?
Eso se verá muy pronto en los próximos días. El INE prometió que sus facultades ahora le permitirían atender las quejas y sobre todo, resolverlas, en tiempo real. Es decir, mientras se desarrollan las campañas podrían registrarse sanciones duras para candidatos y partidos.
La judicialización del proceso es innegable, lo que hace pensar que éste se extenderá más allá del 7 de junio. Todos los partidos, supongo, cuentan con un equipo jurídico que trabaja todos los días para atacar, pero también para defenderse.
EL PADRINO QUE NO FUE
A la boda del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, y la cantante Anahí, faltó quien iba a ser el padrino de lujo, el presidente Enrique Peña Nieto.
Luego de que la fecha se modificara en varias ocasiones, el mandatario y su esposa decidieron declinar la invitación de su joven amigo.
Según lo dicho por el obispo de San Cristobal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, quien ofició la misa, los cambios de fecha y la negativa presidencial se debieron a “posibles alteraciones de personas inconformes”.
En las últimas semanas han trascendido otros ajustes a su agenda de última hora para evitar contratiempos causados por otras “personas inconformes”. De ese tamaño es la crisis de la imagen presidencial.
Eso explica que sean muchos los candidatos priistas que parecen empeñados en que no se les relacione con el presidente.
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