Una patera es originalmente una embarcación no muy grande, sin cubierta protectora, por lo general de madera y que al estar cargada sus bordes sobresalen poco del agua. Son construidas para navegar en aguas no agitadas y para trayectos cortos.
Ahora se ha popularizado el término debido a las noticias cotidianas sobre embarcaciones repletas al máximo de migrantes que abandonan las costas de África intentando llegar a Europa, sobre todo a las costas de Sicilia, Italia, o a territorio español. No todos lo hacen en pateras; llegan a emplear cualquier tipo de embarcación, incluyendo balsas, botes inflables o cualquier cosa. Pero el caso es que ahora patera se está convirtiendo en el nombre genérico para cualquier tipo de bote de inmigrantes.
Las imágenes de estos inmigrantes abundan en internet y son impresionantes. Se ven a seis, veinte o más de un centenar de integrantes, según el tamaño del bote, apiñados, sin espacio para moverse en lo más mínimo, sin equipaje más allá de la ropa que traen puesta, sin alimentos o agua, sin manera de hacer sus necesidades fisiológicas excepto sobre la borda. La gran mayoría sin chaleco salvavidas o protección alguna. Son embarcaciones sobrecargadas empujadas por un motor fuera de borda que no da el ancho.
Todas las semanas mueren cientos o miles cuando zozobran. Incluso cuando una embarcación es interceptada y rescatada en el mar, o cuando llega a la costa, una parte de ellos ha muerto por congelamiento, por sed, por insolación o por hambre. Muchas madres llegan con los cadáveres de sus hijos.
Cada bote es una mezcolanza racial, religiosa, de nacionalidades y lenguas. Porque llegan de Chad, Costa de Marfil, Egipto, Libia, Mali, Marruecos, Nigeria, Siria, Sudán, Tunes y más países. Hay musulmanes, cristianos, animistas y hablan diversas lenguas. Ya en el bote surgen animosidades e impulsados por el pánico hacen alianzas momentáneas sobre bases religiosas, de raza o lengua para arrojar al mar a los que consideran carga sobrante.
Conocen los riesgos del viaje y de que al llegar sean internados y regresados. Pero la desesperación los impulsa. En el último año y medio, barcos italianos han rescatado a más de 200,000 migrantes en el mar mediterráneo.
Convocados por los países más afectados el pasado 23 de abril se reunieron los jefes de gobierno de Europa para tratar el asunto. Iniciaron su sesión con un minuto de silencio en memoria de los 800 inmigrantes muertos en un solo naufragio el domingo anterior. Lo que no quiere decir que estén dispuestos a aceptar la creciente oleada refugiados en sus países.
Inglaterra por ejemplo está dispuesta a emplear barcos de su flota de guerra para ayudar a la marina italiana en el rescate de inmigrantes; pero con la condición de desembarcarlos en el país más cercano, que sería Italia, sin darles asilo.
Los 28 países de Europa enfrentan una terrible crisis humanitaria, pero no dan muestras de avanzar hacia una política consensada. Los países del norte están dispuestos a dar apoyo económico a los del mediterráneo pero no a aceptar refugiados. Hay países como Alemania y Suecia que ya reciben muchos refugiados que llegan por tierra o incluso por avión y medios de transporte formales. Ellos consideran que ya están haciendo su parte.
Es un hecho que en toda Europa se están fortaleciendo los partidos y grupos políticos que están en contra de la inmigración incluso de países vecinos ya aceptados en la Comunidad Europea; no se diga estar recibiendo africanos con costumbres y lenguas radicalmente diferentes.
La situación amenaza convertirse en un problema mayor por diferencias de política entre países europeos. Italia pidió apoyo económico para lanzar por razones humanitarias operaciones de rescate de amplio alcance. Pero otros países dicen que con solo darlo a conocer se estaría provocando que crezca la avalancha.
Se ha discutido la alternativa de tener intervenciones militares en las costas africanas para destruir las pateras antes de que puedan ser empleadas. Pero es difícil distinguir las que se usan para pesca y otros propósitos de las que pueden llegar a ser empleadas por quienes organizan a los refugiados como negocio criminal. Algunos los esquilman lo más que pueden y los embarcan sin suficiente combustible para llegar al otro lado.
Grecia, por su parte, agobiada por las presiones de Alemania, España y otros, amenaza con simplemente dejar pasar por su empobrecido territorio a lo que podrían ser millones de migrantes.
Se trata de un problema tan fuerte que podría ser un factor más de la ruptura de Europa.
El hecho de fondo es que ahora los líderes de los países industriales deben ahora poner cara compungida y guardar minutos de silencio por los miles que escapan de lo que ellos en mucho contribuyeron a crear. Países cuya producción ha sido semi destruida para convertirlos en proveedores de materias primas, clientes de manufacturas y desempleados.
Urge que los poderosos piensen no solo en los miles que mueren intentando salvarse del desastre global. Hay que enfocarse en los millones que quedan atrás y a los que el neoliberalismo les impide producir. Como a nosotros.