CIUDAD VICTORIA, Tam.- A mediados del siglo pasado se creía que en Victoria las señoritas no encontraban buenos partidos, para ello podremos comprender la historia.
Y ocurrió que en el año 1813 se establecieron en esta Villa 2 mil jefes, oficiales y soldados que habían batido a los insurgentes en la colonia del Nuevo Santander.
Muchos de esos hombres de la milicia perdieron la batalla del amor y la ganaron las aguayenses y desde mediados de 1811 se inició una oleada de matrimonios, que incrementó años más tarde la población en la Villa.
Para 1757 había 418 personas en la Villa de Aguayo, pero la cifra aumentó y de 1812, cuando apenas ocurrían 84 bautismos, en el año 1813 ocurrieron hasta 257 bautizos en un año.
Los primeros días de la Villa Santa María de Aguayo, se registraron en la iglesia, la única institución en 1752 que llevaba cuenta de los nacimientos a través del bautizo y las defunciones, así lo describen los escritos de don Vidal Efrén Covián Martínez, en “El libro de bautismo de la parroquia de Nuestra Señora del Refugio de Aguayo”.
En aquella época cuando la sociedad estaba poblada por seres cuya cultura les hacía pensar que el color de la piel les separaba, decidieron anotar los bautismos en dos libros distintos; el de los Indios que habitaban en La Misión de San Pedro Alcántara Tres Palacios y el de los habitantes de la Villa de Santa María de Aguayo.
Esta costumbre se conservó hasta el año 1807, cuando decidieron unificar los bautismos de españoles, mestizos, castizos y castas.
Lograr la evangelización en estas tierras fue fácil con el exterminio de los más rebeldes, por tanto, la Iglesia consideró que dos años después los indios estaban debidamente preparados para recibir el primer sacramento.
Antes de esto, las buenas familias de la Villa de Santa María de Aguayo recibían a los naturales para trabajar en los hogares y muchos de ellos se les habló del cristianismo desde 1753, pues hay registros de indios que habitaron en el pueblo con los españoles donde también fueron bautizados.
Y es precisamente un bebe pisón, quien ocupa el primer lugar de bautizos en la Villa, se trató de Joseph de la Trinidad, hijo de Lorenzo y Lucía, dos indios pisones a quienes Fray Antonio Xavier de Arechiga les advirtió los deberes espirituales.