“Lo primero que hago en las mañanas es leer las encuestas.
Si no me favorecen, pido otras encuestas; si insisten en decepcionarme, llamo a un adivino”
Carlos Monsiváis
Arrecia la temporada de encuestas —al mejor postor— y saltan las cifras que inevitablemente confunden al ciudadano, son la luz cegadora que emite señales sobre tal o cual candidato es el favorito y que sólo logran inhibir el voto; la mala praxis política de hacer proselitismo sin propuestas, con ataques y las publicitadas estadísticas, traerán los resultados de siempre: que gane el abstencionismo.
Los diez partidos políticos en contienda no se la juegan por el electorado, juegan con ellos, cuando una y otra vez insisten en su guerra sucia de comedia, —como si no tuviéramos nuestra propia guerra de tragedia—. El fuego electoral se atiza cuando aparecen encuestas por aquí y otras por allá, esas que se realizan en un universo de tan sólo cien o mil personas, con votantes que tienen teléfono, empleo o de plano son trabajadores del mismo gobierno, el caso es hacer simuladas evaluaciones para auto complacerse y regocijarse, ante el incrédulo.
Tal vez la misma firma que pregunto a los gatos que croquetas prefieren, sea la más eficaz, porque hasta en los gatos hay razas. O también puede ser que el gusto de los candidatos por preguntar sea sólo una patología para alivianar un trauma por su desaprobación social, o simplemente la necesidad de aceptarse a sí mismos; como sea, las mediciones que trasciendan de aquí a la elección poco o nada tendrán que ver con el resultado final.
Ahora bien, en el terreno virtual también se libra la madre de todas las batallas, en novedoso formato y escenario perfecto para el anonimato, se propagan, falsos o ciertos, dichos e imágenes con dedicatoria especial para el contrincante, ahí en la red —donde no se puede violentar nada, pues nada está reglamentado— se vale de todo y se usa como arma letal y de doble filo para la ofensiva, que apenas crece.
La media naranja
El eterno suspirante por el puesto político de mayor relevancia en el estado, GUSTAVO CÁRDENAS insiste que esta vez no se vende, que su deseo de ser diputado federal es sincero, que si no gana ésta, ya no le entrará a ninguna otra, hasta ahí quedarán sus anhelos y terquedades, pero si la logra —porque va bien, según sus propias encuestas, claro— abandonará sus negocios personales para rehacer viejos huesos dentro de la política, de donde nunca se ha ido, por cierto. Como sea, la presencia de la media naranja siempre es necesaria para hacer comparsa y mantener entretenido al electorado.
“El autoengaño es el primero de los pecados capitales”
Carlos Monsiváis.
EN BOCA CERRADA
Para abrir boca: papaya, kiwi y mango, antes el zumo de naranja por su puesto, y como plato principal el tradicional machado con huevo, para finalmente degustar el pan, que va muy bien, con el café de la mañana. Así, en el centro del comedor de visitas con vista al amplio jardín, el gobernador Egidio Torre compartió opíparamente con selecto grupo de conductores de radio y televisión la agenda pública actual.
Relajado, por fuerza de la veda electoral, atiende más en privado que en actos públicos, como la marcha de una administración no se puede detener, aprovecha los tiempos para tocar de cerquita el pulso a las expresiones importantes de la comunidad.
En bonísima coyuntura, se tocaron temas tan sensibles como la seguridad, empleo y el turismo, hasta los de ocasión como los festejos de mayo o la debacle del correcaminos, sin sacarle a brevísimos lapsus de preguntas y respuestas.
Sin libreta, en la charla fue posible dilucidar el rostro templado de un gobernante que anhela, lo mismo que todos los tamaulipecos, transitar en armonía.
@lupitaescobedoc




