A lo largo de los años, los periodistas acumulan en sus yemas la velocidad y el sentido de la existencia, de mirar al mundo, de maravillarse con lo cotidiano donde lo insignificante adquire el significado de lo propio. Max, Maxito, como le decimos sus amigos, es un escritor de la fragua del periodismo donde ha calzado todas las banquetas posibles y ha curtido su mirada en el placer de la lectura y el amor por la vida.
Dueño de magnífica prosa, que envuelve sus ideas y críticas de la vida política, se ha dado tiempo para escribir esta novela “Érase un Periodista”, que hoy por la noche, en Café Cultura de Tampico, se presenta ante un público que gusta de lo bueno, en ese espacio enclavado en el Metropolitano, donde Amparito González Berumen, artista de la fotografía, ha forjado un espacio de imaginación y de cultura de gran valor en los casi veinte años de zarpar en la mar del puerto a veces contra viento y marea.
Max, redondea una novela que funde muy bien sus vivencias de periodista y de cronista, de un ambiente a veces impredecible de gazapos, donde los personajes alteran en su rutina, la existencia. Una existencia a veces de pasiones, de tristezas, de encantos y de cosas profanas en el que periodista cohabita. Esta riqueza donde él “reside”, desde hace muchos años lo convierte en un multiplicador de palabras, de personajes que han escogido el oficio pero también su destino, a veces complicado, a veces de alegrías, pero que indudablemente se advierte la condición humana, “la lucha” que él advierte desde temprano en cada uno de nosotros, porque somos sus personajes, somos el universo vivo de sus crónicas.
Mantener el ritmo de una novela de más de trescientas páginas, demuestra que el oficio de escribir es el cultivo de escribir, y de escribir. Sus personajes se parecen en escena a muchos de sus amigos, donde el propio Max se retrata, en sus angustias, en sus sueños y melancolías. Max no olvida los elementos que conforman la existencia de un escritor que ha ido contra corriente, pulsando las letras, hilvanando las palabras que hoy dan paso a su narrativa.
Me da gusto saber de él, porque somos amigos de juventud. Compartimos mesa y calor humano, tristezas y alegrías, que Max Ávila prende con la preocupación más difícil en la literatura, consolidar los sueños con talento.
Hoy en Tampico, cobijado por Café Cultura, un bastión independiente de hacer cultura abierta e imaginativa.