“Por esta ciudad que mis pasos inventa,
la lluvia ha descubierto la memoria
en su terco limar en el asfalto.
Lame el agua los escombros
y por la cornisa que el sol asombra
descuelga la aderezada veta de la yerba.
Mi madre cubre los espejos con una sábana blanca
en los días de lluvia y truenos
aplasta con la escoba a las mariposas negras
deja las tijeras en cruz, abre las ventanas
nos toca la frente
corta la lluvia con un cuchillo
deja al arcoíris entrar a la casa prodiga de bienes.
Solar ciudad en junio retruena la lluvia
los lunares de urracas en la plaza
y en los árboles orilla la tarde
abierto mar en los remos de las hojas”
La ciudad inventada por nosotros lentamente se va limando con la lluvia, los calores flotan en las mejillas y las blusas de las mujeres se pliegan de encatos. La ciudad luce limpia y transparente y el paisaje urbano es colorido a pesar de los ventarrones de calor y de la melancolía que recorre los muros de sillar destruidos día a día.
Ciudad inesperada donde cada quien atesora sus sueños y locuras que caminan en banquetas y en los cruceros de limpiadores y en las pláticas de café todavía hay tiempo para soñar y vivir con nuestra ciudad de comales y estufas regadas con los motores de los automóviles.
Ciudad, querida ciudad.