En aquellos años, no hace mucho por cierto, una alegre casta de tamaulipecos, entre otros tantos regiomontanos y coahuilenses, formaba una prolífica camada de privilegiados.
Entre ellos abundaban políticos, periodistas de altos vuelos, empresarios de mediano nivel para arriba, artistas, constructores y uno que otro oportunista que se colaba en el primer círculo de la fortuna.
Poblaban en Estados Unidos fraccionamientos de lujo y villas costeras, compraban complejos habitacionales y edificios destinados a albergar prósperos negocios y se contaban entre los socios distinguidos de clubes de golf y de yates. Todo era color de rosa en la dorada tierra del sueño americano. “Remember” Rancho Viejo.
No era un gasto destinar sus fortunas a ese tipo de construcciones y membresías de postín. En realidad lo que hacían era aplicar el sentido común y dejar que casi por inercia cada peso invertido se quintuplicara a corto y mediano plazo. Era la fiebre de las cuentas bancarias en dólares y la apuesta segura por la estabilidad de la moneda norteamericana.
Nada parecía turbar ese paraíso terrenal. Los gringos, siempre ávidos de sumar a sus cajas fuertes el dinero mexicano dejaban hacer y deshacer. Nunca preguntaban, sólo aprobaban.
Pero como dice la voz popular, nada dura para siempre.
Un buen día para los gueritos y un mal día para nuestros paisanos, los primeros se dieron cuenta de que todo lo que sus vecinos compraban, podía ser de ellos. Encontraron la receta a través de sus estructuras judiciales y hoy, gran parte del patrimonio azteca que dormía plácidamente en esos lares, ya cambió de manos o está en vías de hacerlo. Se fue o casi ya está, en las manos del gobierno estadounidense.
La lista de los desposeídos tamaulipecos por esa práctica unilateral de los gringos forma una legión. Cada día los primos encuentran a alguien más a quien investigar y algo que arrebatar y si no logran descubrir una víctima fresca, simplemente recalientan el guisado y vuelven a acometer.
Pero ese problema es el menor.
Para quienes tienen el mal fario de entrar a una pesquisa de esos señores, lo que les quita el sueño no es perder su bungalow o un departamento en la Isla del Padre o que se les haga humo una torre departamental de lujo. La pesadilla es la posibilidad de dar con sus huesos en una celda.
Queda claro que el gobierno norteño no quiere dejar el menor resquicio de un reclamo y por lo tanto el riesgo de devolver lo incautado. Todas las averiguaciones penales se renuevan periódicamente para que a ningún afectado se le ocurra la peregrina idea de entablar pleito a fin de recuperar esos bienes. En otras palabras, el objetivo es meterles el miedo hasta los huesos a fin de que opten por la sabia frase de que en boca cerrada no entran moscas.
Así que si vuelve usted a ver o a saber de otra investigación del gobierno estaodunidense contra un tamaulipeco, nuevoleonés o coahuilense que ya ha sido ventilada con anterioridad, de por seguro que el propósito es mandar un mensaje: Ni se les ocurra asomar la nariz porque podrían perderla junto con la cabeza. Como dicen en el rancho sobre los voraces prestamistas: los gringuitos no tienen llenadera.
Más claro: Lo caido, caido…
PRECAVIDO
Un informe oficial de que los hombres también son víctimas de violencia intrafamiliar, me hizo recordar un divertido y a la vez inquietante pasaje registrado en una agencia del Ministerio Público de Victoria, un buen tiempo atrás.
Llegó un varón ante el fiscal, contaba el reportero de nota roja, para pedir que se levantara un acta contra la esposa del quejoso, porque ésta lo había golpeado.
El servidor público lo miró extrañado y le preguntó si no le daba pena aceptar en esa instancia que su cónyuge le ponía los ojos morados, a lo que el presunto ofendido respondió:
“Sí me da pena, pero mañana que yo la madree ya ustedes van a saber por qué…”
¡Viva México y feliz Día del Padre!…
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