Como la sección deportiva, la nota roja atrae a los lectores de la masa urbana. Los ojos se pelan ante las travesuras verbales del Piojo Herrera, y la nota roja, enrojecida de puñaladas del hombre ultimado pecho arriba con 14 puñaladas que no le dio chance ni de meter las manos.
Mientras, el Piojo Herrera se encabrona por su fracaso en la Copa América al enviar al equipo a B a la matazón en Chile. Así, puro Chile recibió en Santiago, y continúa tan bravucón y televisivo como siempre, que sin duda alguna le ha dado magníficos dividendos. La nota roja reparte dramáticamente su sangre y moretones de la llamada violencia intrafamiliar, donde el marido, un albañil enloquecido por el alcohol le da de guantadas a su vieja porque no le preparó 8 ‘güevos’ con chile piquín, éste sí, bien picoso, no como el Chile del Piojo Herrera. El albañil, madreador, exigio a su consorte esa guarnición de ‘güevos’ revueltos y al no tener respuesta inmediata de su amada, le tundió a golpes por todos lados hasta dejarla tendida ante los ojos sin asombro de sus chilpayates.
El Piojo Herrera continúa rascándose la testa y cobrando muy bien los comerciales de la tele, que le han producido casi un millón de dólares en regalías por cantar una y otra vez que somos los mejores ‘güevos’ de América, aunque la verdad somos unos sencillos ‘güevos’ a la charra, estrellados ante la fatalidad azteca.
Los albañiles son los más madreadores, si se trata de sus viejas. Reparten candela cuando llegan bien pedernales a sus casuchas.
Los ojos vidriados hasta el copete de la frías y los brebajes vampirescos alternados de tequila y Don Pedro como si fuera un torpedo que les abre las bisagras y nachas para buscar el respiro de su hogar.
Ya se chingaron el sueldo de un soplo y arremeten contra su compañera, esta vieja regordeta de ojos saltones que le ha dedicado toda su vida, la vida de pedernal del albañil o los albañiles. Imperdonable no tener los ‘güevos’ al momento que aterriza el albañil. Mientras el profesor es acusado de estar demasiado mirando a las muchachas y el briago nocturno que ha derribado el poste de la luz llevándose de campana al medidor.
Quemados hasta la coliflor, los paseantes nocturnos por poco se convierten en jamón adobado en esa noche triste en que se llevaron la barda y el poste de teléfonos.
Todos los madreadores; albañiles, carpinteros, plomeros, y burócratas son buenos para tundir a sus viejas hasta dejarlas hinchadas como monos de Madagascar. El Piojo Herrera ya se sacudió la melena con sus piojos y si no gana la Copa de Oro, se lo llevará madres porque los aficionados de cantinas y similares se vengarán con sus consortes a puros madrazos a costillas o a salud del Piojo Herrera.
Por eso, en el 2 Zaragoza y en la Cruz Roja ruegan a Dios que el Piojo gane la Copa.