Se cumplen dos días de la fuga de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias “El Chapo”, y a medida que crecen las dudas sobre la manera en la que salió del penal de máxima seguridad del Altiplano, se fortalece una certeza: como haya sido, fue la corrupción la que permitió que el narcotraficante más buscado ahora se encuentre libre.
Por eso, la primera culpa que se puede achacar a los responsables de la seguridad en el país es la ingenuidad de pensar que Guzmán Loera no intentaría comprar a quien pudiera ayudar a liberarlo.
Después, la torpeza para no darse cuenta de que, al fin parte de este sistema corrupto, los custodios, autoridades del penal y hasta donde llegue la cadena de complicidades, iban a ceder ante los cañonazos de dinero.
Por eso, si bien será importante conocer con detalle el plan que utilizó “El Chapo” para deslindar con exactitud las responsabilidades, si el narcotraficante salió por un túnel o disfrazado por la puerta principal es lo de menos.
Porque lo que tiene impactada a la opinión pública mexicana es la seguridad, de que fueron las autoridades las que lo dejaron salir.
Por eso este es otro golpe que se suma directamente a la crisis de credibilidad que vive desde hace meses el Estado mexicano.
Es también una prueba de que el famoso decálogo anticorrupción que nació a raíz del escándalo de la “casa blanca”, no pasó de un buen intento.
Lo que necesita el país, ha quedado claro una vez más, es que su conductor entienda la gravedad de lo que está ocurriendo y en esa forma proponga medidas ejemplares que ayuden a recomponer el rumbo.
Porque con esta seguidilla de tropiezos, quién sabe dónde termine el ánimo nacional para cuando concluya la administración federal.
Podría empezar por ejemplo, por (ahora sí) enviar la señal de que en su gobierno los errores se pagan y mover el tablero de su gabinete.
De esa forma respondería de una vez por todas esa pregunta con la que se machaca desde el domingo: ¿Qué tiene que pasar en este país para que alguien renuncie?
Ese sería desde luego el primer paso para intentar un control de daños en materia de imagen pública de cara a las competencias políticas que están por venir.
Porque la oposición no es la misma de hace seis meses. Los aliados del presidente Gustavo Madero Muñoz y los “Chuchos” perredistas están de salida.
Tanto en el Partido Acción Nacional (PAN) como en la izquierda, despuntan liderazgos que no dudarán en capitalizar políticamente la fuga de “El Chapo”.
Por eso, ahora Enrique Peña Nieto no puede darse el lujo de esperar a que el temporal amaine.
Daños colaterales locales
Si tomamos por buenas las versiones extendidas de que el respaldo para una posible candidatura de Mercedes del Carmen Guillén Vicente, “Paloma”, en Tamaulipas, es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, la lógica indica que el fin de semana a la tampiqueña también se le extinguieron las posibilidades de convertirse en la abanderada priista en el 2016.
Comnetarios: mdominguezf@gmail.com