El gobierno de Enrique Peña Nieto estaba urgido de dar un golpe sobre la mesa. Salir del atolladero en el que lo volvió a meter la huida de El Chapo y poner otro tema sobre la agenda.
Así puede entenderse la estocada gubernamental a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
La desaparición del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca parece solo el primero de una serie de movimientos que apuntan a anular por completo a la CNTE y sus líderes, empezando por el muy cuestionado Rubén Núñez.
El siguiente paso, definitivo, sería una estrategia jurídica que los meta a la cárcel.
El debate sobre la reforma educativa persiste, pero en el terreno de la opinión pública la administración federal ganó esta batalla, pues la coordinadora goza de bajísima popularidad en el panorama nacional.
Pero luego de esta jugada de Los Pinos, se impone otro reto.
Si han aprendido de las experiencias recientes, deben estar conscientes de que lo único que hicieron fue comprar tiempo. De ninguna manera superaron la crisis.
“El Chapo” sigue libre y los resultados de la investigación son todavía muy pobres.
Cometería un grave error el presidente si repite la dosis de los últimos escándalos: en esta ocasión esperar a que el tiempo los borre no parece una apuesta sensata.
Porque la realidad no da tregua.
Ayer mismo, tuvo un recordatorio de que en este sexenio hay todavía muchos clavos calientes.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos presentó un informe durísimo en el que se cuestiona la investigación respecto a los hechos ocurridos en Iguala.
El documento enlista las omisiones del Estado en un proceso que, por la gravedad de lo ocurrido, debió ser el más pulcro de la historia.
Más o menos a la misma hora, el Coneval presentó los indicadores de la pobreza en el 2014.
Más allá de apreciaciones técnicas, el dato duro que sobresale es que volvió a aumentar el número de pobres. Es decir: otro año de fracaso en materia de desarrollo social.
Súmese a eso el nuevo récord del dólar que a este paso, pronto llegará a los 17 pesos.
Por eso, las decisiones tomadas para resolver el problema educativo de Oaxaca son importantes pero no le garantizan al presidente más que unos días de alivio.
Conforme pasen los días, se instalará con cada vez más fuerza la idea de que a su gobierno le falta brújula y a él decisión para ajustar lo que sea necesario, por ejemplo, mover las piezas en su vapuleado gabinete.
Por eso, en esta ocasión, ya no puede apostarle al olvido.
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