Ricardo Anaya Cortés alias ‘El Cerillo’ aventaja a Javier Corral Jurado en la contienda para elegir presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) albiceleste.
Y en su contra operan desde hace meses Luis H. Álvarez, Margarita Zavala Gómez del Campo, Teresa García de Madero, Humberto Treviño, Miguel Ángel Toscano, Fernando Canales, Francisco Barrio Terrazas y
Manuel Gómez Morín, entre otros integrantes del grupo ‘+Pan’, que en la penumbra encabeza Felipe Calderón Hinojosa.
De ahí que la elección interpartidista de este día se prevea harto accidentada porque Anaya Cortés rehusó dar a conocer su declaración patrimonial, fiscal y de interés.
Por eso las huestes de Corral Jurado advierten que la contienda no es pareja, culpando al actual dirigente nacional albiceleste, Gustavo Enrique Madero Muñoz, de solapar a su protegido (léase Ricardo), quien estuviera encargado de la dirigencia nacional en la ausencia de Gustavo.
Hace 20 días (concretamente en julio 28) la corriente ‘+Pan’, que es encabezada por Salvador Abascal, exhortó a los dos candidatos a firmar una carta compromiso y una estrategia anticorrupción ‘a fin de recuperar la esencia panista’, pero hasta hoy no ha cumplido Anaya Cortés, pese a que Corral Jurado lo hizo el domingo anterior.
Sobre el particular ha dicho Abascal:
“A Ricardo se le reenvió la invitación a suscribir los compromisos, el pasado seis de agosto, vía correo electrónico, a él mismo y a varios integrantes de su planilla. Vía telefónica algunos de ellos nos confirmaron la recepción de las ocho propuestas, pero vencido el plazo Anaya no firmó ninguno de los compromisos concretos”.
El aludido, por su parte, señala que de ganar la presidencia nacional del partido hará públicas sus declaraciones a fin de ser coherente con su discurso de campaña.
“Si bien no lo hice ante este grupo, no fue porque vaya en contra de la transparencia; por el contrario, quiero hacerlo por cuenta propia, además de que tengo un gran compromiso con la militancia”.
El compromiso consistía en hacer públicas sus tres declaraciones, aplicar el código de ética del PAN y sancionar a directivos, candidatos, militantes y funcionarios que incurrieran en actos de corrupción. Además proponer una agenda interna para el partido que considere una propuesta de estrategia para prevenir y combatir hechos de corrupción por miembros del PAN, tanto en procesos internos como en el servicio público.
Como fuere, la división interna del los albicelestes es evidente.
Sobre todo porque los notables ya exhibieron sus preferencias:
Los que comanda Madero Muñoz, obvio, por Ricardo Anaya.
Y los fieles a Felipe Calderón Hinojosa, por Corral Jurado, aglutinándose en ‘+Pan’.
‘El Cerillo’
Allá en Querétaro, su tierra natal, Ricardo Anaya Cortés alias ‘El Cerillo’, se ganó a pulso este apodo.
Y por partida doble:
a) Su cabello rojizo; y
b) Porque todo lo que tiene cerca, lo quema.
Las dos definiciones son del dominio público en El Bajío, donde bien se le conoce por haber fungido como secretario particular del gobernador Francisco Garrido Patrón, quien fuera acusado de dejar la administración pública sin concluir innumerables obras.
Por eso ahora cuando aparece en un spot televisivo reproducido por los monopolios de la pantalla chica –en su calidad de aspirante a dirigir el membrete albiceleste–, reprobando la corrupción burocrática y la falta de cumplimiento por parte del señor de Los Pinos, los queretanos mucho se preguntan ¿por qué Anaya no instituye la expo ‘Garrido no cumple’, si su gobierno estuvo plagado de obras fantasmas (igual que el de Manuel González Valle)?
Incluso también ahora que ‘El Cerillo’ anda a la greña con Margarita Esther Zavala Gómez del Campo –porque ésta hizo ‘berrinche’ tras serle negada una candidatura (plurinominal) a diputada federal–, es cuando él más aparece en el escenario: 1) como victimario de la cónyuge de Felipe Calderón Hinojosa; 2) operador del trabajo sucio ordenado por su patrón, el tal Garrido; 3) represor de periodistas; y: 4) ejecutor de la ultraderecha, en su objetivo de eliminar, al costo que sea, a quienes no comulguen con su doctrina, aunque sean parte del mismo partido que lo engendró y al cual podría presidir partir de hoy.
Hace un sexenio (2009), Manuel González Valle confió a ‘El Cerillo’ la coordinación de su campaña para gobernador.
Y perdió.
Luego Anaya Cortés ocupó la dirigencia estatal del membrete albiceleste y al año fue multado por el entonces Instituto Federal Electoral (IFE), por exceder topes de campaña por 6.2 millones de pesos.
Ese mismo año se confirmó la falsedad de los supuestos donadores, pero hacia el interior del partido Anaya Cortés ya había aprobado su examen delincuencial, por lo que su carrera empezó el ascenso que lo llevó a encabezar (como dirigente interino) el organismo confesional.
Acudo a la reflexión, porque en lo sucesivo “El Cerillo” dará mucho de qué hablar.
Y es obvio que esto repercutirá hasta el noreste del país.
Partido a la deriva
La ausencia de liderazgo en el membrete albiceleste, al menos aquí en Tamaulipas, alienta una asonada entre su militancia que no está dispuesta a seguirle el juego a Francisco Javier García Cabeza de Vaca, quien ya ha sido rebasado por sus propios compañeros militantes que le sugieren modificar su actitud por ser ésta la única forma de participar (como membrete) dignamente en la contienda electoral del 2016.
Incluso el candidato al Senado de la República asoma paranoia al suponer que es en la administración pública donde se gesta la crítica a sus desplantes –sin ofrecer argumentos valederos o pruebas que sustenten su muy particular apreciación–, y se exhibe como un guía político desinformado al ignorar las declaraciones de quienes reclaman que cambie su perorata.
En contraparte, y con muy mala leche, algunos de sus aliados han puesto en marcha una campaña de desprestigio en contra del Gobierno estatal, como táctica recurrente para ganar adeptos con miras a ganar la candidatura gubernamental del albiceleste.
Sin embargo los ejecutores de esa andanada sólo exteriorizan suposiciones sin mostrar evidencias; no son congruentes entre lo que dicen y lo que pueden sostener; y juegan sucio en su búsqueda de enturbiar el proceso electoral que estará en marcha a partir de septiembre próximo.
Hace días, en este mismo espacio, le comenté que fuentes dignas de todo crédito me advirtieron que en Reynosa se pondría en marcha una campaña de descrédito en contra de funcionarios del Gobierno estatal, como parte de la estrategia electorera de Acción Nacional.
También dije que en circunstancias normales rumores como éste no ocuparían mi tiempo por ser tácticas recurrentes para mendigar espacios en la prensa, pero que en un contexto donde la política humanista es la prioridad del quehacer político-administrativo, me parecía y sigue pareciéndome una barbaridad.
Más cuando hay retrógradas que le apuestan a la descomposición del sistema. Entes amafiados con funcionarios federales enfermos de poder, que quisieran ver a Tamaulipas nuevamente hundido en la miseria, el atraso, la anarquía y la inseguridad.
Sólo así puede entenderse la campaña difamatoria, que, estoy seguro, no hará mella en el ánimo de Egidio Torre Cantú ni en el comportamiento de los tamaulipecos (de aquí a cuando entremos de lleno al proceso) por conocer de antemano la procedencia del golpeteo.
Los madrugadores
En las encubiertas campañas que algunos aspirantes realizan por la geografía estatal, día tras día se comprometen a respetar las formas y los tiempos de cada organización política para seleccionar candidatos.
También afirman no andar buscando ninguna promoción política y estar entregados de tiempo completo a su trabajo en la administración pública o en sus feudos; y con toda desfachatez recurren a la trillada frase de que son simples soldados de las organizaciones.
De dientes para afuera, claro está, porque en la práctica andan más calenturientos que los propios candidatos naturales.
Es más, hasta se dan el lujo de adelantar que las nominaciones programadas serían finalmente de unidad –siempre y cuando resulten favorecidos–, pero éstas habrán de definirse hasta diciembre próximo, seguramente.
No antes, ni a capricho de los acelerados.
Omisión de pretendientes
Hay una sabia conseja popular que advierte: “en boca cerrada, no entran moscas”.
Pero la sentencia no la entienden ni atienden (puntualmente) ciertos políticos priistas que, seducidos por el canto de las sirenas, acostumbran dar rienda suelta a su locuacidad, buscado los reflectores a cerca de un mes de iniciar formalmente el proceso electoral –declarando cuanto se les ocurre por el simple placer de considerarse noticia–, sin entender que su actitud lejos de fortalecer su imagen, lo más que provoca es poner en entredicho sus méritos para lograr la ansiada postulación, que habrá de decidirse como regalos navideño o de reyes.
La falta de sensibilidad, en ellos, ha sido una constante.
Igual que la imprudencia y la emisión de juicios a la ligera, por lo que se hace indispensable que al alto mando priista tome cartas en el asunto y de una vez por todas les haga saber que en este proceso por salud del mismo partido, ningún aspirante puede ni debe manejarse por ‘la libre’.
Ello significa que todos, absolutamente todos los pretendientes a las candidaturas (del nivel socioeconómico, grupo y posición en el poder que fuere), obligados están a conducirse en una misma línea: La que marque el Gobernador.
A menos que en allá, en el fondo, su compromiso sea con otra gente y con un proyecto político distinto.
Dirigentes priistas
Mañana, lunes 17, Manlio Fabio Beltrones Rivera se registra formalmente como aspirante a presidir el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI.
Y desde luego, va solo a la contienda. Es decir, como candidato de unidad, por lo que desde su destape se dio como un hecho su arribo a la dirigencia, que es muy distinto a ser dirigente electo democráticamente.
En fin…
Será el segundo durante la administración presidencial de Enrique Peña Nieto.
Esto me lleva a recordar que cuando el tricolor inició su debacle –recuérdese bien–, en la residencia oficial de Los Pinos despachó Luis Echeverría Álvarez y como dirigente nacional del tricolor Manuel Sánchez Vite, quien al ser nombrado candidato al gobierno de Hidalgo cedió la posición a Jesús Reyes Heroles –por cierto uno de los contados ideólogos que ha tenido el Revolucionario Institucional–, y éste, a su vez, fue reemplazado por Porfirio Muñoz Ledo, siendo ésta la última época en que los políticos hacían política. A diferencia de ahora.
Con José López Portillo como jefe del Ejecutivo Federal, arribaron a la presidencia partidista Carlos Sansores Pérez, Gustavo Carvajal Moreno, Javier García Paniagua y Pedro Ojeda Paullada. Pero sólo para tener presencia política antes de irse al gobierno de Campeche, el primero; el segundo a la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA); a su casa el jalisciense hijo del general Marcelino García Barragán; y el último a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS).
Miguel de la Madrid Hurtado fue un mandatario gris, pero más coherente en su distanciamiento con el PRI, donde habilitó para desatenderse de éste a Adolfo Lugo Verduzco y después a Jorge de la Vega Domínguez, quien dejó que la estructura operara a su libre arbitrio para no dar problemas al señor de Los Pinos.
Carlos Salinas de Gortari utilizó a Luis Donaldo Colosio Murrieta, Rafael Rodríguez Barrera, Genaro Borrego Estrada, Fernando Ortiz Arana e Ignacio Pichardo Pagaza.
En sus respectivos casos todos atendieron la instrucción presidencial, aunque el sonorense pintó su raya siendo candidato a Presidencia de la República y eso le costó la vida, “porque el poder omnímodo de Los Pinos no permite la rebelión”, dicen hoy analistas políticos.
En la administración de Ernesto Zedillo Ponce de León, por el PRI desfilaron María de los Ángeles Moreno Uriegas, Santiago Oñate Laborde, Humberto Roque Villanueva, Mariano Palacios Alcocer, José Antonio González Fernández y Dulce María Sauri Riancho.
Con el primer mandatario opositor al PRI ya en la Presidencia de la República (léase Vicente Fox Quesada), al frente del CEN del PRI estuvieron la misma Sauri Riancho, Roberto Madrazo Pintado, César Augusto Santiago y Mariano Palacios Alcocer; en tanto que para enfrentar a Felipe Calderón Hinojosa desde el PRI, Beatriz Paredes Rangel encabezó a los priistas, pero sin éxito.
La tlaxcalteca fue relevada por Humberto Moreira Valdez y éste, tras un escándalo de pronóstico reservado por la deuda millonaria en que hundió a Coahuila, fue sustituido por Pedro Joaquín Coldwell, quien manejó la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, pero al incorporarse como secretario de Energía entregó la estafeta partidista a César Camacho Quiroz.
Éste, por su parte, cederá los trastos a Manlio Fabio.
¿Sólo eso?
Un mismo corte
La diferencia entre unos y otros dirigentes son sus nombres.
Nada más, pues en la práctica han demostrado estar cortados por la misma tijera –salvo el sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien fuera ultimado por confrontarse con la mafia tricolor al servicio del clan Salinas–, y eso es precisamente lo que ha impedido la real recuperación del PRI como organización política, aunque haya ardidos que su fracaso lo endosen a otras gavillas del membrete tricolor.
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