Vaticino que pronto en algún diario del mundo aparecerá el titular: Japón se mexicaniza. Tal vez este encabezado de nota cause indignación en alguna porción de la población mexicana. Tal vez en otras personas el titular les muestre o reafirme que a pesar de la enorme distancia que separa a ambas naciones, el salvaje capitalismo ha profundizado en el ser humano.
Traigo a colación el hipotético titular debido a que la edición del viernes del periódico El País incluyó una nota sobre la ruptura de la familia más poderosa de la (mafia) yakuza -por encima de los cárteles de la droga mexicano-: Yamaguchi-gumi.
El grupo delictivo, que este año cumple un centenario de su creación, es integrado por 55 mil hombres y mujeres agrupados en 850 clanes. La revista Fortune calcula los ingresos de Yamaguchi-gumi en 80 mil millones de dólares. El jugoso monto es el más alto de cualquier organización delictiva en el mundo.
El origen de la yakuza se dio a la sombra de los juegos de casino y apuestas. En este contexto enmarcan una serie de ritos. La cultura gestada dentro de la Yamaguchi-gumi se ha integrado en la cultura popular nipona. Entre japoneses y japonesas se reconocen los valores de lealtad y los estrictos códigos de conducta.
La yacuza se arraigó tanto en la ciudad que los integrantes de la Yamaguchi-gumi fueron los primeros en socorrer a los habitantes tras el terremoto que cimbró a Kobe en 1995. Dicen que la organización puso a disposición del gobierno nacional un helicóptero y combustible para trasladar a los heridos.
Como toda organización delictiva legendaria al pasar los años se enquistó en el tejido social, para seguir comprar lealtades y también aprovechó la desigualdad entre pobladores. La sociedad la abraza y ella continúa con la trata de personas, la extorsión a grandes empresas y la venta de drogas.
El texto de la corresponsal Macarena Vidal Liy, con información de la policía japonesa, cuenta la alerta girada por el gobierno debido a que 13 facciones de los 850 clanes fueron expulsados del núcleo central de la familia delictiva originaria de la cuidad occidental de Kobe.
El diario Asahi Shimbun informó que los disidentes se agruparon en una banda bautizada con un nombre parecido Yamaken-gumi y formada por 3 mil japoneses. La policía identificó a Junio Inoue, de 67 años -mayor que “El Chapo Guzmán- como el líder del nuevo grupo.
Pero si pensamos que el jefe de la Yamaken-gumi es un anciano, el capo que da las órdenes en el grupo contrario es 7 años más viejo. Kenichi Shinode, alias Shinobu Tsukasa, es un tipo con “exagerado egoísmo”, acusan los expulsados. Su actitud la sustenta en ser parte de la dinastía, de la sexta generación de dirigentes de la organización.
La gota que derramó el vaso fue que ninguno de los Yamaken-gumi, algunos con puestos altos dentro del organigrama delincuencia, fue tomado en cuenta dentro de la sucesión al poder que alista Kenichi Shinode. Además de que tampoco ha repartido las ganancias equilibradamente.
“La perspectiva de un enfrentamiento pone los pelos de punta a las fuerzas de seguridad. En 1984, la violencia entre bandas de la yakuza dejó treinta muertos y decenas de heridos, muchos de los cuales eran ajenos al crimen organizado”, menciona la corresponsal de El País en la nación asiática.
Sé que la historia de las rupturas entre los delincuentes le suena familiar. Le suena a lo que puso y mantiene de cabeza a Tamaulipas, Michoacán, Jalisco, Guerrero, Sinaloa, Ciudad Juárez, Veracruz, etcétera. Lo que sin éxito total han buscado frenar las autoridades durante por lo menos 10 años.
Empero en Japón saben que es mejor prevenir que lamentar. Ante la amenaza del estallido de violencia, la policía irrumpió en las instalaciones de la nueva organización para, declaró el jefe policial, investigar acusaciones de uso ilegal de tarjetas de crédito y números PIN de tarjetas de teléfono de ancianos. Pero también, la intención era conocer más de la Yamaguchi-gumi.
El jefe de policía de la Prefectura de Kobe, Ichiro Kume, declaró que “con campañas estratégicas y precisas tanto contra sus recursos humanos como sus fuentes de ingresos” vencerá y evitará la guerra entre la yacuza. Si lo logra también matara el deseo de algún editor y también evidenciará una vez más que el sistema de seguridad y justicia en México está podrido.
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