Se tiritita de frío, también del frío miedo que vuelve ainvadir las calles del norte. El frío cala los huesos y el frío de la violencia cala los huesos, los de más adentro; los del alma.
Este fin de semana fui a la frontera con la obra que se exhibirá el viernes 4 de diciembre en Mc Allen, Texas. Se siente en toda el área de la frontera tamaulipeca un empuje increíble de trabajo por parte
de la sociedad. Desde el más modesto empleo hasta el mejor remunerado.
Se ha llegado a una sociedad que parece convivir con los hechos de violencia y también la entereza de una sociedad que cree en su trabajo y el fortalecimiento de los lazos familiares.
Desde el padre, la madre que llevan a sus hijos a la escuela hasta los maestros que día con día hacen presencia en los salones de clase para seguir enseñando, para fortalecer la vida de las instituciones educativas. Esto se llama valor, valoración por el saber y la existencia.
Es cierto que el frío cala hasta los huesos pero la violencia cala hasta el alma pero no ha permitido que la vara de la justicia se doble y menos se quiebre.
Es la justicia de la fe, la creencia de un mañana mejor. El calor de la vida es la que empuja los corazones de esta sociedad fronteriza.
No se ha perdido la alegría, no se ha perdido una risa, y aun, frente al dolor del frío de la violencia que arrastra sus afilados dientes en las calles, la gente levanta su rostro optimista desde las fábricas, los centros educativos, las iglesias y la vida institucional.
Es la fuerza del calor humano, es la vara de una justicia que no se quiebra, porque la gente, también anhela la justicia de Dios.