¿Qué es lo que aplicó ayer domingo el Partido Revolucionario Institucional en Tamaulipas?
Algo muy sencillo: sentido común.
Todos lo sabemos. El escenario preelectoral que vive el PRI en el Estado en lo relativo a la sucesión de la gubernatura, es inédito. No por las formas y tampoco por las reglas. Vamos, ni siquiera por el fondo, sino por el inusitado número de aspirantes que por sus respectivas trayectorias se colocaron, todos con justicia, en la butaquería de la primera fila. Prácticamente ninguno detrás de otro u otra.
Casi parejitos, asentaría el lenguaje coloquial.
Y con el sistema de Convención de Delegados, el valor de la la prudencia apareció.
Si el PRI hubiera decidido definir a su candidato a Gobernador por consulta a sus bases, mediante campañas internas, el costo no sólo hubiera sido oneroso en términos financieros, sino también en heridos de guerra. Sobran las historias en la Entidad de quienes en esos procesos se han llamado víctimas de manipulaciones y abusos de poder y algunos casos son tan recientes que inclusive se sentaron ayer a los costados y detrás del líder nacional y del estatal de ese partido.
En este escenario, algunos podrían sostener que con un método u otro, siempre quedan lastimados en el camino. Podrían también afirmar que esas circunstancias son un saldo ineludible, casi un destino manifiesto, de todo proceso de selección partidista, sea por convención de delegados o sea por votación de militantes y simpatizantes.
Y sí, de alguna manera, tendrían razón en pensar de esa manera.
Pero para el caso del 2016, en la opinión de su servidor, hay una notable diferencia, que radica en un factor vital para el tricolor: Tiempo.
¿Tiempo para qué?
Para iniciar de inmediato la curación de esas heridas.
En una campaña y proceso de selección hacia el interior, las esperanzas de los protagonistas se siguen alimentando día tras día y nunca mueren, hasta convertirse en enemigos de la disciplina. El partido debe esperar hasta que se de el resultado de una votación que por lo general se lleva a cabo con dados cargados y para cuando ponga en marcha la sanación, habrá perdido un tiempo precioso en la tarea de planchar arrugas, compensar a los derrotados e integrar un frente común.
Con la convención es otra historia.
No descubro el hilo negro con esto. En el regreso del poder presidencial como fiel de la balanza, para cuando se llegue la fecha de la convención la decisión ya estará tomada. Los aspirantes habrán sido advertidos y los no favorecidos sabrán que su papel será subir a la tribuna para levantar la mano al elegido y confirmar que la unidad es la fortaleza principal del priísmo.
Para lograr eso, para el PRI será oro molido contar con el tiempo previo que permita sentarse tranquilamente con todos los personajes involucrados, en forma individual y en grupo, en diálogos que tal vez en algún caso pueda ser discusión, pero sin llegar como se dice en términos populares, la sangre al río.
Así, en el momento en que los delegados den a conocer su consenso, las nubes de posibles tormentas se habrán ya disipado, todos tendrán en sus manos el guión que deben seguir y la campaña formal podrá llevarse a cabo a tambor batiente, con una ventaja invaluable:
Sin que el candidato elegido tenga que mirar siempre hacia atrás para cuidarse la espalda…
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