Para quienes gustan de aprender lecciones en carne ajena –atención, aspirantes tamaulipecos a Gobernador– lo que está pasando en Nuevo León es una buena oportunidad de lograr ese objetivo.
El ya no tan flamante gobernador de ese estado, Jaime Rodríguez Calderón, está convirtiendo al mismo en una especie de mercado persa. Entre los participantes casi nadie se entiende, todos quieren sacar la mayor tajada, todos también quieren acomodarse en los mejores lugares para su provecho personal y lo que es peor, a nadie le hacen caso.
Quienes viven esas circunstancias, explican así este panorama:
Tras su llegada al poder, el gobernante conocido popularmente como “El Bronco”, puso en marcha un estilo que en el papel pretende ser de honorabilidad y que en los hechos ha creado un desconcierto generalizado. ¿Por qué?
Rodríguez Calderón exige el mayor esfuerzo y ofrece la mínima paga. No quiere dejar espacio para supuestas trapacerías pero no encuentra a los santones que trabajen de otra manera, ha alejado a sus amigos originales con el consabido sonsonete de “tú eres cuate, aguántame” y se ha distanciado también de muchos de los capitanes financieros de esas latitudes para demostrar su rechazo a todo lo que huela a su antecesor, Rodrigo Medina.
El resultado hasta ahora es una Entidad estancada, presa de la desconfianza y en algunos casos del temor, sin obra pública ni proyectos de la misma y con el riesgo latente de un divorcio entre el gobernante y los grupos locales de poder.
No sé si Jaime Rodríguez podrá resolver estos entuertos a corto plazo, pero por lo pronto, quienes aspiran a gobernar a Tamaulipas a partir de octubre del 2016, sin importar el partido, antes de pensar en revanchas y en cobrar supuestos agravios, deben mirar hacia Nuevo León, reflexionar sobre la crisis que éste sufre y acordarse de un viejo refrán:
“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar…”
OXÍGENO PARA TAMPICO
Tampico es hoy centro de una batalla singular en el escenario preelectoral del Partido Revolucionario Institucional. Cuajado de intereses de grupos, el puerto reclama un presidente municipal que se aleje de las parcelas de poder y se acerque más, mucho más, a la sociedad en general, sin distinción de clases económicas.
Hasta ahora, quienes parecían ser dos de los más sólidos aspirantes a la candidatura local del tricolor, Francisco Bolado y Eduardo Hernández Chavarría, parecen haber perdido la carrera hacia la alcaldía antes de siquiera empezarla. Simplemente, todo lo indica, no llenaron las condiciones que reclama el PRI para evitar enfrentamientos y por lo tanto puntos de quiebre en su disciplina, letal para esa causa como ya se ha demostrado en experiencias electorales previas.
En este escenario, ante la indudable intentona que protagonizara la ex alcaldesa Magdalena Peraza para volver a presidir esa comuna, como lo demuestran sus acercamientos con Gustavo Cárdenas, líder de Movimiento Ciudadano, en donde la han invitado a ser su candidata en el puerto, es indispensable una figura que integre grupos y tenga el oficio político para convencer al electorado.
En ese marco, el líder del PRI municipal, Sergio Villarreal Brictson, se perfila como una opción refrescante, que oxigenaría el clima enrarecido que se respira entre las tribus tampiqueñas por su calidad de eslabón y puente entre clanes.
Sergio es una de esas raras mezclas de empresario y político que ha mantenido un estrecho contacto con todos los sectores productivos porteños, posee raíces priístas históricas desde su padre y ha sido permanente actor del desarrollo de esa región, que le permite conocer al dedillo problemas y fortalezas de Tampico.
Como asienta la voz popular: ¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?…
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