El proceso electoral por la alcaldía de Tampico en el año 2010 no fue ganada por Magdalena Peraza Guerra como oficialmente quedó registrado, sino por la poderosa e influyente familia Fleishman.
La historia oficial: la profesora, dos veces diputada local, se molesta porque no le entregan la candidatura del PRI a la alcaldía porteña y acepta la invitación del PAN para ser postulada y, finalmente, triunfar en las urnas.
La verdadera historia va más allá de los resultados difundidos por el Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM): la familia Fleishman impidió a toda costa la victoria del entonces candidato priista Miguel Manzur Nader, cuyo padre, siendo propietario del periódico ‘El Mundo’, publicó a principios de la década de los ochentas una serie de mentiras que difamaron el honor del clan empresarial.
Aquella afrenta mediática y política (el cacique sindical Joaquín Hernández Galicia, alias ‘La Quina’, era, finalmente, la mano que mecía ese diario) nunca fue olvidada, menos perdonada por quienes, precisamente en esa época, fundaron el símbolo del poder de la iniciativa privada del sur de Tamaulipas: el Grupo Tampico.
En ese contexto de pugnas históricas por el poder regional, la candidatura priista de Miguel Manzur Nader nació muerta en 2010. Ni todo el esfuerzo de ese ‘mapache’ de alta escuela bautizado con sorna como ‘El Negro’ y de apellido Gamundi lo podía llevar a la victoria avalada por las autoridades electorales. Así sucedió.
Pero no sólo fue ‘el veto’ impuesto por la familia Fleishman en contra del hijo de ‘El Tigre’ Manzur. Para que la operación fructificara en términos políticos y sociales, se debía contar con el apoyo del gobernador en turno: Eugenio Hernández Flores.
Así es: el mandatario estatal se hizo muy amigo de los dueños del Grupo Tampico a través de su primo, el constructor Javier Gil Ortiz, que durante el pasado sexenio estatal se convirtió en alcalde de Altamira y diputado federal (si bien perdió su entrada al Congreso de San Lázaro en su primera incursión, en 2006).
Como todos lo saben en tierras jaibas, Javier Gil Ortiz lleva una extraordinaria relación con los Fleishman. De esa forma, el ex presidente municipal altamirense fue el conducto, el enlace con quien fuera gobernador de Tamaulipas en el periodo 2005-2010.
Para darle contexto al poder político que tuvo Javier Gil Ortiz durante el sexenio pasado, se debe recordar que fue él quien propuso e impulsó a Oscar Pérez Inguanzo, su gran amigo y compadre, como candidato del PRI a la alcaldía de Tampico… en alianza con los ex alcaldes panistas Diego Alonso Hinojosa Aguerrevere y Arturo Elizondo Naranjo.
Esas mismas fuerzas empresariales, políticas y sociales, que convergen al interior de la muy influyente y poderosa comunidad española asentada en Tampico, avalaron que la candidata del PAN a la alcaldía porteña en 2010 fuera… la maestra Magdalena Peraza Guerra.
En otras palabras, la profesora contó con el apoyo total de la familia Fleishman, del entonces gobernador del estado y de la comunidad española (la que, cuando así lo quiere, utiliza los colores del PAN o del PRI para mantener su hegemonía en Tampico).
Si el sector empresarial jaibo ha estado tan activo e interesado en manejar el gobierno tampiqueño desde que fue dinamitado el corrupto poder caciquil y sindical de ‘La Quina’, ¿por qué en esa ocasión le entregaron la estafeta a una maestra que reside en la colonia ‘Del Pueblo’?
La respuesta se encuentra en los muy difíciles, complejos y oscuros momentos que vivía Tamaulipas y, en particular, Tampico, en materia de violencia e inseguridad pública. Muchos empresarios decidieron irse de su querida ciudad.
De esa forma, se abrió un hueco en el escenario político local. Así fue que Magdalena Peraza Guerra recibió la oportunidad de acceder a la presidencia municipal con la bandera de Acción Nacional, un partido que prestó sus siglas en base a la conjunción de fuerzas empresariales y políticas que vetaron la llegada de quien era miembro de una familia que había difamado con una serie de titulares mentirosos a los Fleishman.
Oficialmente, el resultado publicado por el IETAM de la elección 2010 por la alcaldía de Tampico fue el siguiente: el PAN, con Magdalena Peraza Guerra, obtuvo 54 mil 866 votos; el PRI, con Miguel Manzur Nader, registró 50 mil 698 sufragios.
Es decir, el candidato de la comunidad libanesa fue derrotado por una diferencia de 4 mil 168 votos, una cantidad que, a juicio de algunos, no fue tan grande. Incluso, hay quienes afirman que el aspirante priista no perdió… pero que la instrucción desde las más altas esferas del poder era que tenía que perder.
Tal vez ello explica aquella llamada telefónica misteriosa que recibió Miguel Manzur Nader tras ofrecer la rueda de prensa en la que se declaró ganador. Después de esa llamada, el hijo de ‘El Tigre’ Manzur se retiró del lugar y no volvió a dar la cara por un buen rato.
¿Por qué es necesario recordar esa historia electoral? Porque hoy algunos todavía creen que ganaron porque eran o son muy populares en las colonias. Es cierto, ‘el rating’ es importante, pero no es determinante para triunfar en las urnas.
Además, en los últimos 5 años ha aparecido una serie de fuerzas políticas, empresariales y sociales emergentes en el escenario tampiqueño, factores que hacen su juego en la lucha por el poder local: acuerdan, presionan, jalonean.
La realidad es que cada elección es diferente. Por tanto, en cada proceso electoral las circunstancias son distintas y los grupos de poder cambian sus simpatías o sus preferencias de acuerdo a los perfiles de los candidatos, sobre todo si se encuentra en juego la gubernatura del estado.
Por supuesto que es parte del juego político pregonar que ya ganaron una vez… pero la realidad es que existe otra historia, la confeccionada por la política real, la que no tiene que ver con el conteo de votos en las urnas, ni con el bonito cuento que nos relatan sobre la democracia. Esa es la verdad.