Según la tradición cristiana las posadas simbolizan los nueve meses del embarazo de la Virgen María y se inician el 16 de diciembre para terminar el 24 del mismo mes, que es el día en que nace el Niño Dios y durante los cuales se hacen regalos, se comparten alegrías, fiestas y alimentos. Las fiestas tuvieron su origen en las Misas de Aguinaldo, llamadas así porque eran un regalo de Navidad para todos los hombres y mujeres del mundo.
En el México antiguo, previo permiso del Santo Papa, las misas de aguinaldo se iniciaron por primera vez en el pueblo de San Agustín Acolman, Estado de México; y de aquí se extendieron a todo el País, pero desde muchos años antes ya los Aztecas tenían una fiesta perecida que consistía en sacrificar nueve esclavos en honor al Dios Huitizilopochtli, representando así los nueve días que duraban los preparativos para sacrificarlos a su dios, que según el calendario azteca el día del sacrificio coincidía con el 25 de diciembre de hoy; por lo que bien cabe preguntarnos ¿cómo dos pueblos distintos y tan lejanos en tiempo tenían parecidas celebraciones a sus respectivos dioses en el mismo mes y día del año? ¿Qué los hacía coincidir?.
¿Quién les dijo que el 25 de diciembre era un día grande para ellos y por qué? Algo increíble pero muy cierto.
Pero regresando con el tema, déjenme platicarles que cuando niños nuestra madre religiosamente nos obligaba a asistir a las posadas que se celebraban en la iglesia del pueblo y donde se celebraban actos litúrgicos en honor a la virgen y al niño Dios; para esto con tiempo nos preparaba un kayal que venía siendo un palo de escoba forrado de papel china en varios colores y en la parte de arriba una
figura redonda fabricada de alambre donde se colocaban varias campanillas y pequeños espejos que al golpearlos con el suelo o simplemente moverlos hacían bastante ruido.
A mí, sinceramente me caían gordo estas celebraciones, no tanto por los dulces que nos regalaban, sino que a fuerza había que bañarnos y vestir ropa de color blanco para asistir; y en aquellos años la ropa era almidonada de tal forma que raspaba bastante el cuerpo, pero ni modo, eran las costumbres de antes y había que andar como Dios manda, por lo tanto no valía para nada gritar, patalear, esconderte o llorar, había que ir, y chingados, este sacrificio duraba nueve días consecutivos.
La Noche Buena era de pronóstico reservado y era la única vez en el año en que comía tamales con champurrado, nos dejaban salir a jugar a la plaza y ver a las muchachas de antes cómo enseñaban el chamorro al bailar, después con los años crecimos y nos dio por bailar, traer novia y para que vieran que era bien “macho” comencé a fumar y después aprendí a tomar, primero cerveza y más adelante vino. Hoy ya no bailo pero me siguen gustando el cigarro, las chamacas, las llamadas bebidas espirituosas y hasta me da por cantar.
Pero ya para qué, me dice el cabrón de Guadalupe Herrera Hernández, pero le contesto: “no es por presumir, pero vente para acá a lo oscurito y te hago un niño”. Guadalupe lanza una carcajada para después ponerse serio y decir….”Oye Villarreal ¿y si fuera siendo cierto?”, pues claro que puede ser cierto, le respondo, tú nomás haz la prueba, que de lo demás yo me encargo.
En fin, como podrán observar, hoy quise ponerme algo bromista, pues ya muy pronto será Navidad y un poquito de adelantada alegría a nadie le cae mal, es más hasta es medicinal, por lo tanto como dice La
Martina, aquí me voy a estar sentado esperando cómo llegan los regalos, bueno si es que aún se acuerdan de mí y aún me tienen cariño como bien cantaban en sus mejores tiempos don Pedro Yerena y don Juan Salazar. HASTA MAÑANA Y BUENA SUERTE.