Circulan incontables sondeos político-electorales a través de internet
Las mediciones son cuestionables pues sólo consideran a ‘punteros’
Acción Nacional se muestra triunfalista, sin tener todavía candidatos
De los once prospectos priistas, sólo cuatro buscan posicionamiento
Las redes sociales constituyen la vía más directa de comunicación, sin que los contenidos puedan borrarse en lo inmediato por quienes están en desacuerdo con lo divulgado; aunque igual sirven a los políticos, en su estrategia de penetración con miras a un marcado objetivo.
En las últimas dos semanas, ahí se han reproducido encuestas al por mayor ofreciendo parámetros de supuestos escenarios electorales inherentes al proceso comicial 2015-16.
Con esto los contratantes de esas mediciones pretenden influir en la nominación de candidatos a la gubernatura, Congreso estatal (22) y por supuesto las alcaldías (43).
Desconozco, a ciencia cierta, hasta dónde son reales los sondeos reproducidos a través de la internet, aunque sí comparto la teoría de que las encuestas deben ser tomadas en cuenta para medir las preferencias sobre un artículo, persona o tema específico, por ser parte indisoluble de la mercadotecnia orientada a su venta –claro que siempre y cuando se hagan con el profesionalismo requerido–, pero aquí se da el caso de que los muestreos de opinión pretenden utilizarse para distraer la atención y cuidar el objetivo de fondo, que en principio es la adjudicación de candidaturas y posteriormente la atracción del voto.
En un estudio riguroso de los procesos y las tendencias sociales, las encuestas podrían ser un instrumento muy valioso, a condición de que se realicen con metodología científica, pero, en el caso que nos ocupa, su excesivo manejo echaría por tierra la objetividad e imparcialidad, al tiempo que las deslegitiman y causan desconfianza entre sus receptores.
Como beneficiarios o víctimas de esta cascada de encuestas, que se difunden en las redes sociales y otras, no publicadas, van de mano en mano, surgen los aspirantes punteros a las candidaturas de los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI), sin que figure ninguno más, ya pertenezcan al establo albiceleste a la cuadra tricolor.
Y por eso el ciudadano común muestra indiferencia ante sus resultados, mientras la clase política podría llegar al hartazgo y en lugar de darles crédito pitorrearse de ellas.
No obstante y en menoscabo de las firmas que aparentemente dan la cara, debo reconocer que los sondeos sí reflejan en parte el sentir ciudadano.
Menospreciar sus resultados sería una acción irresponsable, por ser (casi) copia fiel de lo que se palpa, ve y se escucha todos los días sobre los hándicaps panista y priista.
Que si fulano de tal ha venido de más a menos, o que si suben los bonos del otro ¿a quién interesa realmente?, pues a decir verdad las cifras poco o nada aportarían en la decisión final, salvo que satisficieran a quien en verdad tiene la decisión en sus manos.
O sea, al señor de Los Pinos, por un lado.
Y por el otro a Ricardo Anaya Cortés.
Objetividad cuestionada
Todas las encuestadoras pretextan hacer un trabajo independiente y no por encargo, lo que se antoja casi imposible si consideramos que para el levantamiento de un muestreo como el que realizan se requiere, cuando menos, pagar salarios a los encuestadores, coordinadores y especialistas en el manejo de los cuestionarios aplicados; viáticos (transportación, hotel, alimentos, teléfono, papelería, etcétera); gastos de operación y los imponderables que surjan durante el tiempo del levantamiento y/o la ejecución del estudio.
Y es el anonimato de sus financiadores, precisamente, lo que despierta la sospecha en cuanto a su credibilidad.
Eso y el hecho de que los remitentes no den la cara.
Por otro lado, se dice que las encuestas son malas consejeras, pero todavía así nuestra sociedad es bombardeada con múltiples sondeos de opinión.
Encuestas van y vienen, simulando ser retratos instantáneos de la percepción del común de la gente ante los acontecimientos y sus actores en México.
Las encuestas normalmente no reflejan la realidad, pero sí un supuesto de ésta; así tenemos que la realidad puede cambiar.
Por ejemplo, disminuir drásticamente las preferencias electorales de un actor, pero la percepción de la gente no cambia, por lo que para el grueso de la población otras son las imágenes que siguen igual o están creciendo.
De igual forma, las opiniones del común de la gente que nutren las encuestas normalmente están contaminadas por lo que publican los medios de comunicación masiva que tienen el poder de hacer aparecer el negrito en el arroz, cambiando la percepción de la realidad de miles de personas, prácticamente en minutos.
De ahí que considere que los aspirantes más sensatos por ningún motivo deben tomar decisiones trascendentes, basándose en las encuestas, aun cuando éstas no son del todo inútiles.
Usándolas con inteligencia pueden servir como herramienta de medición para conocer la distancia que hay entre la percepción del común de la gente y la realidad que conocen los expertos.
Estrategia panista
A través de impactos mediáticos, el Partido Acción Nacional (PAN) busca atrapar a los electores tamaulipecos que aún no han definido su preferencia, con el rollo de que las encuestas lo favorecen.
Lo advierto así por los pronunciamientos que en los últimos días han hecho el presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Ricardo Anaya Cortés, y el mandamás estatal del corporativo de ultraderecha
(César Augusto Verástegui Ostos), en relación al comportamiento ciudadano.
De ello también se ha dado cuenta el dirigente estatal priista Rafael González Benavides, por lo que ha dejado en claro que en Tamaulipas “son sus propios ciudadanos quienes decidirán la elección”; y no la gente venida de otras latitudes, que tratan de engañar a los ciudadanos al decir que en sus manos tienen sondeos de opinión que favorecen al PAN, con el malsano afán de cooptar votos o ahuyentarlos,
según sea el caso (que se presente en cada uno de los municipios y/o los distritos electorales).
Por algo la percepción ciudadana discrepa de las estadísticas que hoy ofrece Acción Nacional, pues Anaya ni Verástegui, al menos, han exhibido documentos que avalen sus dichos y porque ambos jerarcas del membrete albiceleste ocultan los nombres de las empresas encuestadoras.
Sobre todo porque éstas alterarían los resultados a capricho de sus clientes ocasionales, en su encomienda de inducir el voto a favor o en contra de actores predeterminados.
La recurrencia
Hoy, de nueva cuenta, las empresas que viven de la mercadotecnia político-electoral se han involucrado en la justa para elegir diputados y alcaldes, pero a diferencia de otros procesos en la actualidad se les da más importancia de la que ameritan, merced a que los parámetros que ofertan son los adecuados para supuestamente medir la tendencia del voto, desde su propio punto de vista que, en estricto apego a la verdad, no es garantía de nada.
Sin embargo hoy, también, son los partidos políticos quienes se encargan de desacreditar los sondeos de opinión; y más cuando sus candidatos aparecen con menos puntos porcentuales que uno o más de sus pares que sí saben cómo, dónde y en qué gastar el dinero, sin recurrir a contubernios que los hagan aparecer como favoritos.
La danza de corporativos registrados o no ante el Instituto Electoral de Tamaulipas (Ietam), es otra de las causas que alienta la incredulidad del pueblo ante las cifras divulgadas a través de los medios de comunicación masiva.
Y con justa razón, pues cada semana aparece al menos una decena de encuestas, que si bien no son dadas a conocer, al menos sí obran en manos de sus contratantes.
Esa costumbre es comprensible.
Pero no el hecho de divulgar mentiras.
¿Estamos de acuerdo?
Justificación empresarial
Todas las empresas encuestadoras argumentan ser independientes, éticas; aplicar en su levantamiento una metodología probada con índices menores de error, y practicar entrevistas aleatorias en toda la entidad.
Pero, hasta la víspera, no he sabido de ciudadano alguno que haya sido consultado en relación al proceso electoral –en que están en juego 43 ayuntamientos y 22 curules de mayoría relativa–, por lo que sigo dudando de su profesionalismo, aunque no de sus pronósticos que pueden sustentar en la percepción ciudadana.
En otras circunstancias harto lejanas, las encuestadoras acertaron en sus pronósticos –es justo y responsable reconocerlo–, pero en las dos contiendas estatales anteriores fallaron en sus pronósticos.
Por tanto, negar los resultados de aquellos sondeos de opinión resultaría tan estúpido como irresponsable, aunque lo ofertado por las firmas encuestadoras haya sido simplemente el reflejo de la actitud ciudadana en todos sentidos.
Refiero lo anterior pa’ que no se crea que las encuestas siempre fallan. No. Lo que ocurre en esta ocasión es que la percepción ciudadana difiere en mucho de la medición practicada en segmentos poblacionales con menos hambre de la que nos sobra, según se desprende del marco metodológico que escasamente divulgan.
Y Usted bien podría confirmar esta apreciación, si acaso se diera tiempo para preguntar en familia, entre amigos o conocidos, qué opinan al respecto.
Entonces contaría realmente con una apreciación adecuada.
Triunfalismo inadecuado
Mal se ven los partidos que sus esperanzas de triunfo las fincan en los resultados de las encuestas ventiladas en los últimos días, pues esos estudios son, simple y llanamente, fotografías del momento.
Durante las campañas formales ocurre un mar de imponderables. Y se alterar el posicionamiento político-electoral de todos y cada uno de los contendientes, por lo que es recomendable no echar las campanas al vuelo.
Menos cuando las firmas encuestadoras han perdido credibilidad a tal grado que hoy pocos ciudadanos son los que aún creen en los sondeos de opinión.
La verdad fortalece
Los aspirantes a la candidatura gubernamental, que presuman tener vocación democrática, obligados están a fortalecer su imagen en los encuentros con las estructuras partidistas, que al final de cuentas será quien decida su suerte; y no esperar que una fuerza divina induzca al dedo en favor suyo.
Pero esto nada más se lograría con voluntad y plena disposición para ir al encuentro de la estructura. No con poses demagogas ni haciendo como que están en etapa de posicionamiento, aunque algunos, por petulancia propia, crean y presuman que su simple presencia basta y sobra para alcanzar la nominación.
De ahí que todos los aspirantes –y estoy hablando de los ocho partidos, aun cuando cinco irían coaligados en tres bloques–, deban asumir la responsabilidad de hablar con la verdad, sin falsas promesas ni palabras huecas; y se den la oportunidad de escuchar, sin agachar la mirada, las inquietudes de quienes tienen la decisión de que alcancen o no sus objetivos en esta justa.
Es por su bien.
Y es que un estructura partidista que es tomada en cuenta puede dar el real sustento a la política y restarle poder a la anarquía, al desorden, al rumor y a otros instrumentos de la competencia electoral arcaica.
Hasta hoy, incluso, las militancias ya están cansadas de que los aspirantes quieran engañarlas.
Por eso quienes de una u otra forma aparecen como actores principales de los procesos interpartidistas, quieren estar enterados de los objetivos y el alcance de cada pretendiente, para no dar lugar a interpretaciones irresponsables que mermen aún más la dañada credibilidad que existe hacia ellos.
Es aquí, entonces, cuando cobran mayor importancia los medios de comunicación masiva –como Expreso–, que hacen más oportuna y ágil la información generada en las campañas de posicionamiento, alentando
la verdadera construcción de la democracia.
Por tanto, así como avanza la pluralidad, la prensa y los aspirantes deben contribuir a la formación de una conciencia estatal crítica y responsable. Sin suspicacias.
La recompensa, claro está, será muy alta: ver libres a los tamaulipecos en este proceso electoral, donde ya no tienen cabida los demagogos ni oportunistas que buscan publicitar cuanta mentira se les ocurre.
Oposición no pinta
El panorama político-electoral que hasta hoy se observa en toda la geografía tamaulipeca, hace suponer que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no tendría problema alguno para conservar la
gubernatura, pues sus pares opositores simple y llanamente no han exhibido políticos con la suficiente fuerza para derrotar a cualquiera de los aspirantes del tricolor.
Al menos así lo aprecio desde mi muy particular punto de vista.
Sin embargo los priistas obligados están también a reconstruir su estrategia de proselitismo, pues del posicionamiento que logren en los 30 días subsecuentes, mucho dependerá, también, la candidatura.
Basta echarle un vistazo a las encuestas levantadas ex profeso, en que aparecen todos, para confirmar que hasta hoy todos siguen en la jugada, aunque en casa pudiera estar incubado el enemigo.
Me explico más a fondo: la estructura tricolor, aparte de los grupos de interés locales, refiere maravillas de los ‘precandidatos’, a grado tal que los catalogan de ser políticos sencillos, afables,
atentos, respetuosos y hasta respetables, cuya popularidad, según se dice, se la han ganado a pulso.
También hablan de su cotidiana relación con la sociedad, trabajo y humildad, pero los aspirantes dan la impresión de estar secuestrados por quienes tratan de manipular sus tiempos, imponerles actividades, hacerlos copartícipes de fobias ajenas y ser, esos emisarios del pasado, los protagonistas de esta película.
En su acometida, los plagiarios de siete de los once aspirantes –digo que siete, pues Enrique Cárdenas del Avellano, Baltazar Hinojosa Ochoa, Marco Antonio Bernal Gutiérrez y Alejandro Etienne Llano son los que hacen campaña en serio–, prácticamente los mantienen encerrados en una burbuja de cristal y no permiten que nadie se les acerque –nadie ajeno a ellos, eso está muy claro–, pues tal vez teman que alguien les hable con la verdad y les diga que no es alejándose de la estructura partidista como obtendrán la candidatura.
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