Para quien vea un escenario tormentoso en esta etapa del proceso electoral que vive Tamaulipas, me atrevo a decirle que más que un problema, esta experiencia es una oportunidad de oro.
¿Para qué?
Para probar que efectivamente nuestro Estado ha madurado políticamente.
Nunca antes en la historia moderna de la Entidad hemos sido testigos los tamaulipecos de una competencia tan cerrada –apenas en los albores de la misma– por la sucesión gubernamental. Dentro y fuera de los partidos participantes, la gama de protagonistas que ha subido al escenario para buscar ese puesto es inédita.
Y su servidor se congratula de eso.
En mi opinión, después de muchos años de digerir decisiones unilaterales y dictatoriales, los ciudadanos tenemos ante nosotros una singular especie de “buffet”. En ese mosaico de personajes, hombres y
mujeres, confluye una diversidad subyugante de personalidades, trayectorias, estilos, habilidades, defectos, conocimientos, prudencias e imprudencias, que componen un menú en donde hay platillos muy apetitosos para algunos y los hay detestables para otros. En la variedad está el gusto, dice la voz popular.
Por eso, ante este panorama aperturista le invito a valorar a uno por uno o una por una a los aspirantes, para degustar el sabor anticipado de una democracia que se asoma como casi nunca se ve en número y calidad. Califique, apruebe o repruebe, pero hágalo.
Disfrute esa experiencia, como si fuera la primera vez…
LA MEJOR ENFERMEDAD
¿Reduce realmente el número de delitos el aplicar sanciones más severas a la comisión de un acto ilegal?
La historia ha demostrado que casi nunca es así. Ni siquiera la pena de muerte ha logrado abatir el índice de asesinatos en los países donde se aplica. Tampoco se ha logrado erradicar otros crímenes con medidas tan radicales como cortarles las manos a los ladrones o mutilar sexualmente a los violadores.
El intento de reflexión sobre el tema, se deriva de una propuesta que busca elevar el castigo al robo de combustibles en el país. La iniciativa la promueve Emilio Gamboa Patrón, Coordinador de la bancada del PRI en el Senado.
No le resto ni un ápice de importancia al planteamiento. Es fundamental que no sea la impunidad el saldo de un ataque a la sociedad y es indispensable también que el infractor tema ser encarcelado o pagar de otra manera el agravio cometido.
Sin embargo, no coincido con la visión jurídica relativa a que la penalización extrema desalienta a los delincuentes. Es el balance que arrojan hasta ahora, por lo menos en nuestro país, los súper castigos que marca la ley. Con todo y ellos, los crímenes simplemente no disminuyen.
¿Entonces?
Me gustaría que los esfuerzos legislativos se encaminaran más a la prevención del delito. Como dicen los médicos, no hay mejor enfermedad que la que no se sufre. Y si no se presenta, es precisamente por las medidas tomadas para evitarla.
Hoy, las policías preventivas han desaparecido y con ellas también la que fue primera arma de disuasión para el hampa. Ante su descomposición se siguió la ruta fácil de extinguirlas en lugar de mejorarlas. Ni siquiera su reemplazo ha sido efectivo, porque en el caso de nuestro Estado, la Policía Estatal Acreditable se ha convertido en una de las principales denunciadas por abusos en sus
funciones.
Qué bueno, señores diputados, que intenten curar la enfermedad, en este caso el delito, pero mejor sería que se preocuparan por crear los medios para impedir que surja y por lo menos reducir, su muchas
veces mortal impacto…
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