CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Cuando la ciudad se viste de luz, en la periferia quedan hogares a oscuras.
Allá no hay árboles de navidad, ni luces multicolor que puedan alumbrar el camino de la fe.
En lo alto de la ciudad, hacia el poniente, se ubican las colonias más desprotegidas de Victoria, hogares donde los sueños aún no se escapan a pesar de las perforaciones de la lámina y el frío que logra colarse en estas mañanas de invierno más allá de las cobijas.
Las casas de cartón apenas detienen la velocidad de las ráfagas de viento.
Y el piso de tierra, en muchas de ellas, mantienen la marca de las lluvias en verano que de igual modo enfrían los huesos.
Desde allá se ven las luces en toda la ciudad, y los niños saben que es navidad porque escuchan la palabra y ven los adornos…
Son pequeños, aún no saben qué es un salario mínimo y no comprenden del todo por qué hay que dejar la escuela y empezar a trabajar con sólo doce años de edad.
Asistir a la escuela en muchos hogares es también un lujo, pues a muchos por su condición les han negado la educación en las escuelas cercanas…
Les han marginado de este modo, de nuevas formas de vida.
Los pequeños que habitan en estas casitas obscuras, a pesar de la dureza que les muestra su realidad, siguen creyendo.
Al preguntar por Santa Clos, saben que este gordito americano, quizá no llega a casa, porque la ramita del monte que hace sus funciones navideñas no tiene luces.
Y así Santa Clos no sabe que ahí hay niños.
Otros no se han percatado que en casa ni había arbolito, le buscan con sus ojos en el patio o dicen que no hay árboles con esferas en el monte.
Pero esta vez Santa Clos, preguntó por ellos y desea conocer sus cartas para navidad…
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Judith y Carlos
REGALOS:
Carlos (5 años): Carritos
Judith (2 años): Juego de pelotas
Los hermanitos Rosales Medrano viven en un pedacito de terreno que les concedió la abuela paterna en la colonia Ampliación Echeverría.
Su padre se dedica a la albañilería y ha logrado construir dos habitaciones de concreto con piso gris.
Un piso limpio y una habitación ordenada que cuida Gabriela, su madre.
Cada año pasan la navidad en casa de los familiares de ella, se cooperan para realizar la cena de Noche Buena.
Este año no han considerado los regalos
para los niños. Gabriela suspira mientras se le pregunta por el arbolito de navidad.
“No habrá este año y no hemos hablado todavía de los regalos de los niños. Uno quiere darles bicicletas y esas cosas, la niña quería una cosa bien cara, pero no se puede, con lo que gana mi esposo yo junto dinero y por ejemplo, una semana compro despensa y a la otra no. Hoy me gasté 700 pesos, más los pañales de la niña 117 pesos.
Carlos Eduardo va al kínder, su hermana Judith aún se queda en casa. No habla pero entiende que preguntan por los regalos.
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La Familia de Pablo
REGALOS:
Ellos desean:
Carlos, 12 años: un celular
Lola, 13 años: Un celular
Pablo, 7 años: Un chavo del 8
Manuel, 2 años : Una pelota
Javier (bebé): Juguetes de bebé
La casa de Pablo tiene como paredes láminas de cartón. Hay un piso de concreto y a lo lejos se escucha una televisión encendida.
Ese es el único contacto con el resto del mundo más allá de su casa ubicada en la colonia Constitución del 17.
Su madre habla náhuatl, apenas intenta dominar el español, pero se ha quedado en el limbo de la comunicación, el náhuatl lo está olvidando y el español no lo habla, pero con paciencia lo comprende.
Además de su madre Catalina, viven en casa, Macario, su padre; Carlos, de 12 años; Lola, de 13 años; Javier, de un año y Manuel, de 2 años de edad.
Don Macario se dedica a la albañilería y hace un par de meses decidió llevarse a Carlos para que le apoye en el trabajo.
Ninguno de los niños va a la escuela desde hace muchos años.
Lola, la hija mayor de trece años, recuerda que no va a un salón de clases desde que estaba en primer año, no precisa las fechas, sólo tiene como referencia que su abuela materna enfermó una vez,
odos viajaron para ayudarla hasta una comunidad en San Luis Potosí y luego no hubo dinero para regresar.
Así pasaron varios años y al volver a ninguno de los niños los aceptaron en la escuela. Entonces todos eran menores, pero el ciclo escolar ya había comenzado y los maestros no querían retroceder.
Lola es la única que ha continuado sus estudios en la escuela abierta, Carlos recibe instrucción de su padre luego de las duras jornadas.
Pablo, es quien se queda en casa, no sabe de juguetes, se sienta a un lado de su hermano Javier o Manuel cuando juegan con su pelota.
No tiene noción de la época navideña, por eso se le debe explicar desde el principio la tradición…
Luego preguntamos ¿Qué te gustaría recibir de regalo”
“Algo calientito”, responde.
¿Sientes mucho frío?, sí, y señala los hoyos en la lámina que hace de pared en su casa, ademas añade… “Es que mis cobijas no son calientes”…
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Alison, Gael y Naomi
REGALOS:
Gael 2 años: Un camión
Naomi 1 año: Un montable
Alison (bebé): Juguetes de bebé o ropa
Los tres pequeños viven en el terreno de la bisabuela, en la colonia Ampliación Luis Echeverría, en casa de su bisabuela no hay arbolito, el pequeño Gael, de dos años de edad apenas se percató que es navidad, cuando se le preguntó si deseaba un regalo.
Sus ojos comienzan a buscar alrededor del terreno entre los árboles que ha sembrado la abuela y no hay ningún árbol arreglado.
En sus manos ya tiene una bolsa de dulces que ha llevado su madre a casa. Alguna vecina le ha compartido dulces de alguna posada que se organizó en la colonia.
Benita es la abuela, trabaja en casas apoyando las labores del hogar de otras señoras trabajadoras. Ella sí tiene noción de los arreglos de la época, pero no vive con sus hijas.
“En mi casa yo sí tengo arbolito, fueron el domingo pasado y estuvieron jugando con él que hasta lo jalaron y lo tiraron. Pero yo no vivo con ellos, vivo en la colonia Linda Vista y ahora vine a verlas”.
El trabajo de Benita le genera apenas 200 pesos diarios y 250 como máximo.
Su marido gana 900 pesos a la semana, y nada de ese dinero es suficiente para apoyar a las hijas y los nietos.
La madre de Gael es una joven que tuvo que abandonar la escuela para encargarse de Gael, quien ahora tiene dos años de edad.
Las niñas Alison, de tres meses de edad y Naomi de 1año diez meses, son primas de Gael. Sus padres viven en casa y ellas están bajo el cuidado de Brenda, su madre.
“Mi esposo trabaja también en
la albañilería, por eso no hemos considerado mucho los regalos de las niñas”
La navidad aquí se pasa en familia.
Todos se cooperan de cien pesos para comprar los ingredientes necesarios en la elaboración de los tamales y al final del día comparten la cena.
Los niños apenas hablan, pero saben lo que es un regalo y desean.
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Los hijos de don Francisco
REGALOS:
Jonathan, 12 años: celular
Richard, 10 años: carro o playstation portatil
Alondra, 8 años: Barbie
Antonio, 3 años: un carro
Este es el primer año que don Francisco pasará navidad en el terreno que con esfuerzo adquirió en la colonia Constitución del 17.
Es vendedor ambulan- te, y en la época decembri- na ofrece fresas por la calle. En el verano la fruta picada para refrescar a los transeún- tes.
Su casa está adornada con un árbol navideño en la entra- da, tiene motivos de Disney, lo ha decorado Sugey, su esposa que ahora no está en casa por- que trabaja realizando limpieza en otros hogares.
Don Francisco tiene varios hijos, pero los mayores ya no esperan a Santa Clos…
Esta navidad no sabe cómo hará para comprar los obse- quios de Jonathan, Richard, Alondra y Antonio.
“Cenaremos en casa, por- que tenemos varios hijos y no nos gusta batallar. Además ni mi esposa ni yo tomamos, así que mejor nos quedamos en casa para que los niños no vean malos ejemplos”.
En casa harán tamales y com- partirán con los vecinos.
“Esta semana al me- nos hay dinero para comer,
ya la otra tendremos que buscarle más y más.
Enero es otra cosa tendremos que batallar”.
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Los Nietos de Doña Ofelia
REGALOS:
Patricio, 3 años: Un Carro
Rodrigo, 8 años: camioneta
Pedro, 10 años: Un juego de Turista o tablet
Willy, 5 años: Carro
Ofelia Gallegos vive en la colonia Altavista. A su cargo han quedado tres nietos, dos de ellos tienen aún contacto con sus padres, pero no ocurre así con el pequeño Pedro de 10 años de edad. Su madre lo dejó a cargo de la abuela y pocas veces la ha visto desde entonces.
Para él no hay regalos de navidad. No comprende por qué en su casa no hay ningún juguete nuevo, si sabe que es obediente con la abuela y asiste a la escuela para sacar nueve y diez.
Rodrigo, de 8 años, batalla un poco más con los estudios, pero es constante…
“Pedro antes no iba con frecuencia a la escuela porque su mamá no lo llevaba, ella se quedaba dormida y así pasaban días y ya no iba el niño. Pero a él sí le gusta la escuela tiene buenas calificaciones y desde hace más de un año que me lo dejó a mí, lo mando to- dos los días a clase”.
Doña Ofelia no tiene otro sustento más que las despensas que llegan de algún partido político.
Tiene necesidades en su casa, como el rellenar todo el arroyo don- de vive. Le hacen falta ventanas a su casa, la casa que debe quedar ente- rrada en la parte baja para evitar más inundaciones.
Si deseas apadrinar a un niño comunícate al periódico Expreso a los teléfonos 3160033 y 3141550 con Itzchel Moreno hasta el día miércoles, los regalos se entregarán el día 25 y se publicarán en Expreso el 26 de Diciembre 2015.