18 diciembre, 2025

18 diciembre, 2025

Crónica urbana

El día que se agotó el agua

Crónica Urbana

Todos corrimos desesperados tratando de arrancar las últimas gotas del agua que asomaban en llanto en las llaves. Apenas un vaso de agua por cabeza, Doña tina, alcanzó a llenar cuatro cubetas, qué coraje, luchó para hacerse de ellas en el tumulto. Todos en igualdad de condiciones porque al final del día lucíamos famélicos por las bocas, la espuma escurría salitrosa.

Una mujer gritó colérica; «Vengan, aquí hay chingos de agua». Pronto se formó un remolino de vecinos que aglutinados como zombies metían sus cubetas y botes de leche Lala para cachar un poco del estanque que se retorcía de mosquitos recién nacidos.

Los niños y niñas, acompañaban a los gritos de sus madres con el llanto casi percibido en la tierra seca, mientras los hombres escarbaban en los jardines en busca del vital líquido.

Victoria, la ciudad, al compás del atardecer y las bocas sedientas que en coro pedían agua. Vecinos destaparon dos cajas de sidra que habían sido adquiridas para la noche de Navidad en una tertulia, que los propios vecinos habían organizado. Repartida en vasos de prueba, los señores empezaron por los niños y niñas, y después proseguir con las mujeres viejas, mientras las jóvenes madres aún desprendían lácteo de sus negros y rojos pezones.

La sidra se agotó, las 48 botellas fueron chupadas por los vecinos, porque todos como perros lamían las paredes de los pequeños vasos.

El agua se había terminado, y se escuchaba a lo lejos, en otros sectores los gritos de enojo de los habitantes del sur y norte que comenzaban a tomar el agua de las compañías cocacoleras, los camiones repartidores fueron prácticamente volcados por los miles de usuarios que no podían soportan más.

Imposible para la policía contener al gentío. La batalla por el agua había comenzado y en todos los barrios de la ciudad, ricos y pobres, ya habían integrado policías comunitarios para proteger sus linderos.

La zona norte, exclusiva de los pudientes, se amurallaba con sofisticadas armas por vecinos que lucían equipos de Austin y McAllen, aprovechando el pasado Thanks Givenig

La falta de agua hizo tronar los drenajes y el mosquerío ya rondaba las narices de miles y los olores fétidos se adueñaban del espacio. Montañas de cacas, mojones, lagos de orines, eran el adorno de la ciudad que sucumbía junto a las decoraciones navideñas.

Era el último día sin agua. Muchos ciudadanos fueron sacrificados ante el desplome de sus pulmones que fueron vaciados por los grupos de zombies que clamaron primero por el vital líquido.

El fin del mundo, dijo el cura de la Iglesia del Refugio, es cierto padre, dijeron las decenas de fieles que eran preparadas para su cremación. Era el último día sin agua.

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