Los medios electrónicos y la desunión de las familias están provocando la escasez de jóvenes que quieran ingresar a un convento para dedicar su vida entera a Dios, y mucho más cuando se trata de llevar una existencia alejada del mundo en la congregación de las Madres Adoratrices, cuya labor es orar por todo el mundo día y noche.
A diferencia de otras vocaciones en que las monjas pueden salir a las calles a catequizar, dar clases en colegios, guiar refugios de desamparados o curar en hospitales, la actividad contemplativa tiene extremadas limitantes.
La Madre Superiora, Catalina Yépez Valencia, dijo en entrevista que el ruido del mundo se ha hecho más presente con las redes sociales, el internet y la televisión, que no dejan a las jóvenes escuchar el llamado de Dios.
En la congregación viven 12 monjas, tres de ellas enfermas por su avanzada edad; la más joven tiene 22 años y está en formación.
Esta comunidad, cuya sede en México está en Zamora Michoacán, se radicó en Victoria en 1987 bajo la petición del entonces Obispo Alfonso Hinojosa, y en todo este tiempo han ingresado unas 6 novicias, pero no han perseverado.
“Vivimos una crisis mundial de vocaciones, sobre todo de las femeninas debido al alejamiento de Dios; se le da mucha importancia a lo que imponen los medios de comunicación como la moda, el dinero y otras cosas prohibidas, y sus corazones se llenan de todo eso y no hay cabida para Dios”, lamenta.
Un día ordinario entre las monjas adoratrices se compone de levantarse a las 6:00 de la mañana, asearse e ir de inmediato a la liturgia de las horas, le siguen con 45 minutos de oración mental antes de pasar a la misa, luego al desayuno y directo a su trabajo que es el de orar por todo el mundo.
Su salida al exterior se limita a la visita al doctor y la última vez que dejaron el convento fue en junio para participar en la misa multitudinaria del Jubileo de la Diócesis de Victoria, celebrada en el estadio Marte R. Gómez.
La religiosa dice que la oportunidad para escuchar a Dios son los retiros que hacen las encargadas de la promoción vocacional, porque entre las familias escasamente se habla de Jesucristo, ya no se reza el Rosario, no van a misa, entonces no hay de dónde pueda surgir ese amor por la vida de convento, lamenta.
SER FELIZ ENTRE LOS POBRES
Sor Refugio García Fernández, nació en el municipio de Burgos y en cuanto terminó la preparatoria quiso ser monja y se ordenó a los 22 años; ha servido en misiones entre los más pobres del mundo.
“Gracias a Dios he conocido muchos países muy pobres y he sido muy feliz sirviendo”, señala con alegría
Su primera misión fue atender a enfermos en Camerún, donde perfeccionó sus estudios de enfermería; también ayudó a las víctimas del terremoto en Haití. En México trabajó en la sierra Mixe de Oaxaca durante cinco años.
“He vivido muy de cerca los extremos de la pobreza y la enfermedad, la desigualdad, la injusticia y la ignorancia”.
Sor Refugio tiene 29 años de haberse ordenado como monja en la Congregación Siervas de María, de León Guanajuato y se pronuncia activista de la corriente católica de opción por los pobres, porque, dice, “nadie como ellos para estar más cerca de Dios”.
En su opinión, la vocación de monja no es cualquier cosa, se necesita primero que todo el llamado de Dios, luego hay que prepararse para poder ayudar a los demás.
Se necesita una preparación tanto profesional como espiritual porque de esa manera se tiene toda la fuerza para seguir sirviendo, añade.
“Parece contradictorio, pero la mejor manera de ayudar es siendo sensible con los padecimientos de la gente, ojalá tuviera uno la capacidad de transformar el mundo, pero como no se puede, aporto lo que a mí me toca y veo que son semillas que sí dan fruto”, asevera.




