La única noticia del día uno de cada año, desde hace 22 vueltas, es el mensaje del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Un mensaje que al pasar de los años tiene menos poesía del Subcomandante Marcos Galeano y mayor gesto duro, más palabras directas, del Subcomandante Moisés. Este 2016 el dato que destacan los medios es la afirmación de que la vida es más decorosa y certera en los municipios autónomos zapatistas, al contrario de los poblados indígenas vinculados a los partidos políticos.
“En nuestras comunidades tal vez no hay casa de cemento, ni televisiones digitales ni camiones último modelo, pero nuestra gente sabe trabajar la tierra. Lo que se pone en su mesa, la ropa que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la vida que transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo de nadie. Podemos decirlo sin pena: las comunidades zapatistas no sólo están mejor que hace 22 años. Su nivel de vida es superior al de quienes se han vendido a los partidistas de todos los colores”, enfatiza el comunicado firmado por la Comandancia General.
La sentencia zapatista es una respuesta -a su tiempo y estilo- a las notas informativas y encuestas que se publicaron durante el aniversario 20 de su aparición pública. En enero de 2014 el portal Animal Político expuso con base a cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y opiniones de eso que llamamos expertos, que las condiciones de vida de los indígenas mexicanos no han mejorado pese al reclamo social. El 30 por ciento de los 8.2 millones de indígenas vive en pobreza extrema. El 71 por ciento de las comunidades originarias tiene al menos una carencia social y no cuenta con los ingresos económicos suficientes, apunta el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El diario El País publicó una nota similar. Bajo el título “La revolución estéril” la reportera Paula Chouza cuenta una visita a San Cristobal de la Casas y al Caracol de Oventic, éste último ubicado en el municipio de San Andrés Larráinzar. Chiapas tiene el índice más alto de analfabetismo, un 18 por ciento, el triple de la media nacional. El grado promedio de escolaridad de la población chiapaneca de 15 años y más es de 6.7, el promedio nacional es de 8.6 puntos. Los dos pilares del desarrollo humano: educación y alimentación no han disminuido tras los 22 años de zapatismo. Pero tal afirmación es una obviedad, las y los zapatistas decidieron cesar la lucha armada y trabajar hacia adentro, con las y los que se reconocen en sus acciones y en sus exigencias. La autonomía es el camino que andan.
A dos décadas las once demandas incluidas en la Declaración de la Selva Lacandona laten con fuerza. La realidad en las zonas rurales y urbanas es apabullante; hay que ser ciego, desorbitado o muy cínico para no darse cuenta que si bien algunos, una minúscula parte de la población, gozan a sus anchas, la gran cantidad de humanos padece. “Por eso nuestra lucha no es local, ni regional, ni siquiera nacional. Es universal”, refiere el texto celebratorio.
¿Quién en Tamaulipas niega que hace falta distribuir equitativamente la tierra, el trabajo, la alimentación, la salud, la educación, la vivienda digna, la independencia, la DEMOCRACIA, la LIBERTAD, la JUSTICIA y la PAZ?.
Tal vez el aspecto económico no es tan grave en el norte como en el sur. Aquí un millón 330 mil 700 tamaulipecos -el 40 por ciento de la población total- viven en situación de pobreza. Los índices de educación y salud se ubican, según el INEGI, por debajo de la media nacional. Empero, en territorio tamaulipeco lo que urge es democracia, libertad, justicia y paz.
“Como iremos explicando después, vemos que en las comunidades partidistas reinan el desamparo y la miseria, manda la holgazanería y el crimen, la vida comunitaria está rota, lastimada ya mortalmente. El venderse al mal gobierno no sólo no resolvió sus necesidades, sino que sumó más horrores. Donde antes había hambre y pobreza, hoy las sigue habiendo, pero además hay desesperanza”, dicen las y los zapatistas. Ellas y ellos se refieren a su realidad cercana, pero transcurren los años y esa realidad se esparce por todo México. Tal parece que todo México se convierte en Chiapas, para bien y para mal.
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