No me queda claro si lo de ayer debía ser una celebración o una declaración de ‘mea culpa’ o un ‘lo siento’ por ser el día del periodista dadas las condiciones en las que los informadores hemos tenido que transitar, no sólo en Tamaulipas, sino en el país, no son tiempos de fiesta.
Así es mis queridos boes, misas, almuerzos, rifas y demás no pueden esconder la realidad que nos perseguirá a quienes hoy nos dedicamos al oficio más bonito del mundo, como románticamente la literatura considera al periodismo, porque hay muchas razones para no sentirnos orgullosos de la labor realizada al menos en la última década.
Hablo por mí, y sé que por algunos de mis compañeros, y reconozco que en unas décadas o lustros más adelante, cuando el fantasma de la inseguridad se vaya del país, la historia nos podría juzgar y condenar por no relatar los episodios que se han vivido en este periodo.
Hay razones suficientes para salir victoriosos en el juicio de la historia, desde hace dos sexenios federales y en el que está en curso, ser periodista en toda la extensión de la palabra en este país es casi imposible, en algunas regiones lo es.
Los periodistas del norte, del centro y de algunas regiones del sur del país han sido testigos de lo que no pueden escribir, comentar, publicar. Hacerlo ha significado para muchos la última nota de su vida.
Ejemplos, muchos, bastaría con voltear a Veracruz donde cuestionar la gestión de Javier Duarte es tan temerario como escribir de la delincuencia organizada sino es que peor o son lo mismo.
Por eso en muchos casos, los periodistas de México hemos tenido que aguantar la vergüenza de ver historias tergiversadas escritas por reporteros de escritorio, de redes sociales, inexactas, a veces cortas y otras sensacionalistas, porque sus autores fuera de las fronteras tienen permiso de falsear ante la autocensura de los que muchas veces son testigos de atrocidades y actos deshumanizados.
Por eso las sonrisas de ayer me hacían reflexionar sobre el papel que estamos jugando los que nos llamamos periodistas, sobre la responsabilidad que tendremos en el futuro por dejar la historia sin contar o contada a medias.
Insisto, no hay forma de ser periodista con todo lo que ello implica en este país, porque ni siquiera el anonimato de las redes ha sido seguro para quienes sin rostro han querido ocupar el vacío que obligadamente ha sido impuesto al periodismo tradicional.
Según Reporteros Sin Fronteras, México es el país de Latinoamérica más peligroso para ejercer el periodismo, los números apoyan la consideración.
El año que recién concluye, en este país, fueron asesinados ocho periodistas por hechos relacionados con su profesión.
En el mundo la cifra de periodistas muertos por publicar hechos fue de 110, de acuerdo a la misma organización:
En lo que se refiere al ranking de la liberta de prensa, México obtuvo este 2015 el deshonroso lugar 148 de 180 países en el mundo.
México, por si a alguien le interesa la estadística, ha caído 77 posiciones en esa medición desde el 2002.
Por eso más que las fiestas de ayer, creo que los periodistas de todo el país tendríamos que haber reflexionado más sobre la tarea que hemos dejado de hacer.
Vuelvo a insistir en que si bien se ven luces de solución al problema de la inseguridad, la vuelta a la normalidad en nuestras trincheras parece que tardará.
Hoy creo que los periodistas tendríamos que dejar atrás la arrogancia que a veces nos invade y nos permite creernos parte de una élite a la que no pertenecemos, que nos posiciona sin razón como intocables y nos alienta equivocadamente a exigir privilegios que en realidad no nos hemos ganado por lo arriba descrito.
Reitero que desde mi opinión muy particular, los periodistas mexicanos tendríamos que reconocer que hemos dejado de escribir la historia y tendríamos que bajar la cabeza y ser más humildes.
Por lo demás y con esa humildad que las circunstancias nos exigen, en lo personal reitero que ser periodista es un privilegio a pesar de los pesares.
Peña Nieto y las señales…
Hoy después del mediodía aterriza Enrique Peña Nieto en Reynosa, viene oficialmente a poner en marcha un hospital regional del IMSS, extraoficialmente dicen que traería señales al menos para el mando político estatal sobre para dónde irá la decisión por la gubernatura en juego el 5 de junio.
No es para tanto, hay quienes dicen que la gira es sólo un pretexto para venir a decir quién es su favorito o mandar señales.
¿Creen que él Presidente tendría que venir a Tamaulipas a decir lo que quiere?, no’mbre no hay que buscarle tantos pies al gato.
Si EPN quisiera decir por dónde van sus quereres para la gubernatura no tendría que tomar el avión presidencial y venir a Tamaulipas, bastaría con llamar a los interesados a Los Pinos y decir lo que le plazca. Hoy inaugura un hospital y ya. Va a dejar un mar de especulaciones eso que ni que, la mayoría producto de la imaginación de los opinadores.
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