MÉXICO, D.F.- Almotaz Bellah Khedrou llegó en julio de 2014 a Bogotá, Colombia, procedente de Siria.
Durante meses, vía Skype, en los pocos momentos en que Damasco tenía electricidad, su madre le fue enseñando los secretos de la cocina siria.
Después, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) lo apoyó inicialmente para que su negocio pudiese dar los primeros pasos.
“Empezamos nuestro proyecto de comida árabe, se llama Albanur, y Acnur nos ayudó con el emprendimiento.
“Compramos un carrito de comida rápida para trabajar en la calle. Todos los días nos preparamos para ir a trabajar a cuatro cuadras de la casa, de 18:00 a 22:00 horas”, contó Jéssica Díaz, la esposa colombiana de Almotaz al medio colombiano HSB entre risas.
Ahora en su casa este refugiado sirio prepara sus versiones de pan árabe, tahine, falafel, shawarma, kibe.
“No podía estudiar, no podía entrar a la universidad, no podía trabajar porque no sabía hablar español”, dijo Almotaz a la BBC.
En un principio vendía arroz con leche en la calle.
“Vendía el arroz en inglés, la gente me miraba y se sonreía”, añadió.
Vivieron en la casa de su suegra, hasta que las relaciones se volvieron tensas y debieron irse.
Tras seis meses difíciles, consiguió su estatus de refugiado, tras las gestiones de ACNUR y la Pastoral Social.
La madre de Almoraz fue quien le dijo que emprendiera un negocio de comida.
“Ella me enseñó a cocinar, este es un favor de mi madre”.
En su casa prepara la comida y lo sale a vender con su esposa en un parque cercano a su casa, donde los vecinos ya le conocen y esperan.
“Mucha gente en Colombia prueba la comida árabe de otro lugar y no les gusta, pero cuando vienen a mí cambian de idea, me dicen ‘es delicioso'”.
Incluso confiesa que algunas veces tiene que pedir perdón porque no lleva suficiente y se termina.
Poco a poco el negocio se va expandiendo: hacen pedidos para eventos y tienen el plan de abrir un pequeño restaurante.
La guerra les cambió todo
A sus padres y hermanos la guerra les cambió la vida.
De ser una familia acomodada, dueña de un supermercado y con varias propiedades, pasaron a tener miedo.
El Ejército solicitó que se uniera a sus filas pero Almotaz se negó, por lo que decidió huir.
Con una situación económica complicada, su familia hizo todo lo posible para que él no disparara un arma jamás.
Vendieron parte de lo que les quedaba, con el fin de que el tercero de los cinco hermanos viajara para empezar otra vez.
Realizó un viaje por Líbano, Turquía, Brasil y Ecuador, allí se encontró con su ahora esposa y entró a Colombia.
¡Amor desde Skype!
La conexión de Almotaz con este país de América inició hace cinco años, por medio de Jéssica.
Antes de emprender su periplo, el estudiante de economía se casó con ella por medio de un poder, el 14 de marzo de 2014.
Luego de extensos trámites, tanto en Colombia como en Turquía, el Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano les dio el aval para que pudieran casarse a la distancia.
“Pensé que el hecho de que nos casáramos iba a servir de algo para que él llegara, pero fue difícil. En julio llegó por fin gracias al dinero que le dio un amigo”, comentó Jéssica a HSB.
La joven pareja viajó desde la frontera con Ecuador a Bogotá, sin documentos y con el riesgo de que deportaran a Almotaz.
En cinco retenes de las autoridades, el ciudadano sirio pasó desapercibido, nunca lo detuvieron.
Al llegar a la capital colombiana, Acnur lo ayudó y siete meses después, logró el estatus de refugiado.
¡Búsqueda de la reunificación familiar!
Aunque se siente tranquilo en Colombia, su alegría no es completa.
A diario, el Ejército llama a su familia para que su hermano Abdulah, de 21 años, preste el servicio militar.
“La situación que está viviendo el hermano es igual a la que vivió mi esposo hace dos años. Creo que Colombia sí está en la capacidad de ayudar a ciertas familias porque también vivimos en carne propia esas situaciones”, añade Jessica.
Pero como explica Stephane Jaquemet, representante de ACNUR en Colombia, el papel de este país no es muy relevante respecto a otras naciones ya que tiene un conflicto interno propio que resolver.
“Hay un programa de reasentamiento, que existe con países vecinos como Brasil, pero no es el caso de Colombia en este momento”, explicó Jaquemet al medio colombiano.
Sin embargo Almotaz espera recibir ayuda, ya sea del Gobierno colombiano o de alguna organización, para que su hermano menor pueda vivir con él.
Con su esposa comparten sueños, con los que esperan darle una buena vida a Adam Gabriel, el bebé que viene en camino.
En el futuro Jéssica también quiere tener una escuela con bases islámicas, puesto que asegura que se ha tergiversado el significado del Islam.
Con información de BBC, HSB noticias y W Radio Colombia