En la virtual antesala de la definición del candidato del PRI a Gobernador de Tamaulipas –algunos aseguran que el “destape” se dará este miércoles o jueves– esa decisión podría depender, si es que no se ha tomado ya, de un factor al cual pocos le han prestado atención.
Fuera del omnipotente fiel de la balanza presidencial y de los alcances de los padrinos y mecenas de quienes aspiran a ese puesto, en las acciones de los protagonistas preelectorales destinadas a calar en el ánimo de los potenciales votantes, ha existido una notable diferencia.
¿Cuál es?
Fue en su momento, la elección para definir el nicho social en donde podían permear con mayor fuerza y por lo tanto podía también ser su mejor plataforma de lanzamiento, de lo cual se desprende otra pregunta:
¿Cuál de esos nichos es el más poderoso o el más influyente para decidir una candidatura de ese tamaño?
Antes de tratar de disipar esa duda, es necesario recapitular sobre los terrenos que escogieron, dominaron y dominan aún, esos aspirantes. Si me permite, expondré en cada caso la que fue su evidente decisión.
–Enrique Cárdenas eligió, queda claro, el campo. Sus cabalgatas en todos los rincones del Estado y el folklorismo abrevado desde la cuna paterna, lo convirtieron en el favorito del medio rural, sin que eso signifique que no tenga seguidores en el sector urbano.
–“Paloma” Guillén se decantó en las mujeres. Focalizó en el sector femenino sus posibilidades de crecimiento político y lo logró. Se convirtió en el ícono de las damas que piensan que le toca a una mano de ese género llevar las riendas del próximo gobierno.
–Baltazar Hinojosa le apostó a la familia y a la clase social de alto rango económico, que es la menor en número pero también la más poderosa en la toma de decisiones. No existe otro aspirante mejor visto por esos círculos ni hay otro protagonista actual con mejor imagen de hombre de hogar.
–Alejandro Guevara se atrincheró en las clases media y media baja, precisamente las que más han sufrido los rigores de una economía oficial en declive y los mismos que significan la notable diferencia de votos entre el PRI y el PAN. Guevara trabajó entre los indecisos históricos. Y caló hondo.
–Alejandro Etienne depositó su confianza en los círculos de poder locales. Ofreció lo que prácticamente ningún otro aspirante posee, que es su calidad de ciudadano no contaminado por la política y por lo tanto alejado del clásico perfil de corrupción o negligencia. Se dedicó a convencer que es la mejor carta doméstica.
Marco Antonio Bernal eligió como tierra de conquista el aparentemente avasallador poder federal. Su carrera cimentada en el exterior del Estado la manejó como garantía del “saber cómo” en la tarea de resolver los problemas de Tamaulipas y como un puente entre los actores políticos estatales.
Así, es válido insistir en la pregunta anterior:
¿Cuál de todos esos nichos tiene más relevancia como factor de decisión en la definición de un candidato?
Su servidor, desde luego, no presume de tener la respuesta acertada, pero con seguridad el grado de profundidad alcanzado por esos caballeros y esa dama en las trincheras que escogieron para su batalla, de alguna manera incidirá o incidió ya en determinar el nombre y apellidos de quien, conforme a la historia electoral tamaulipeca, es quien más posibilidades tiene de ser el próximo sol sexenal de la Entidad.
A menos que surgiera un ¿inesperado? caballo negro…
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