“Peor imposible”, reza la observación de doble filo, algo socorrida en medios cuando se refieren a la situación crítica alcanzada por el PRD tras la renuncia de ese líder inusual, atípico, llamado AGUSTÍN BASAVE.
Espécimen raro de un cuadro importado desde la sociedad civil (el expriísmo) para ofrecerle nada menos que la dirigencia nacional junto con su primera credencial de militante.
Estrenó ambas en noviembre, botó las dos este lunes. Lo que fácil llega fácil se va, se evapora, añadiríamos aquí.
Aunque luego supimos que la plana mayor del Sol Azteca no lo habría dejado dimitir y BASAVE permanecerá en la encomienda tras la promesa de que (ahora sí) lo apoyarán en su estrategia de alianzas con el PAN.
Su función (clamó) exige ser ejecutiva y jamás decorativa (“no sirvo para florero”) aunque está por verse si verdaderamente le cumplen.
O bien, si cada semana deberá poner su renuncia sobre la mesa para que la socarrona burocracia partidista y sus pandillas tribales le hagan medianamente caso.
¿PEOR IMPOSIBLE?
La frase es útil como diagnóstico en circunstancias extremas. Aunque en sus dos palabras esconde una paradoja. Dictamen pesimista solo en apariencia, en el fondo supone el sutil optimismo de quien asegura haber tocado fondo.
De aquí la buena noticia encubierta. Se agotó el proceso de deterioro en ocasión de individuos, grupos o colectividades. Ya no pueden estar peor, cantan desde su desgracia… ¿Ya no?
Un análisis frío diría que sí. De continuar los desatinos, la reconversión del Sol Azteca en una especie de PST amarillo (el aquí diagnosticado “Síndrome de TALAMANTES”) continuaría agravándose y lo que sigue es volver a los resultados de un dígito propios de la etapa precardenista.
Cuesta abajo en su rodada, aún les queda trecho por descender. De no ponerse las pilas, su existencia andaría bailando en muchos estados (la mitad del país) donde el PRD carece de militancia real y sobrevive parasitariamente de su inercia nacional.
El problema ahora es que al perder votos (y prerrogativas) el aparato central del altiplano, las sucursales regionales ven mermada su fuente de legitimidad.
Si esa joya de la corona que desde 1997 ha sido la jefatura del Distrito Federal está hoy en manos de un ciudadano sin partido (MANCERA) y la mitad de las delegaciones les fue arrebatada por los herejes de MORENA, el naufragio está a la vista, salvo que reprogramen su ruta.
BRONCO, ¿BRINQUITO?
Mientras tanto, una voz fronteriza, FRANCISCO CHAVIRA, está pasando a la historia por dos razones. (1) Es el primer candidato gubernamental formalmente registrado para la contienda tamaulipeca del presente 2016 y (2) el primero también que aprovecha en Tamaulipas la modalidad de las candidaturas independientes con soporte legal, contemplada en la reciente reforma electoral.
Madruguete con más valor mediático que efectivo, acaso piense CHAVIRA en arrebatar huestes al PRD y otras ánimas en pena como el PT.
Aunque nada indica que pueda repetir en tierras de ESCANDÓN la hazaña de su modelo, el gobernador neoleonés JAIME RODRIGUEZ, el Bronco.
La génesis de JAIME tiene que ver con un poderoso sector del empresariado regio decepcionado del PRI y del PAN, por lo cual decidió engordar una opción propia, sin partido.
No parece el caso de CHAVIRA. Su nicho de mercado (como GUSTAVO) sería el sinuoso camino de la derrota negociada, el perder ganando y dividiendo a los opositores reales.
Aún así ya dejó huella. Hoy que los partidos formales no tienen aún candidaturas, la vía del llanero solitario ya encontró un valiente dispuesto a transitarla, aunque más que bronquito parezca (por ahora) un modesto y desmañanado brinquito.
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