Que ya vamos llegando a diciembre. Tan rápidos que las piernas se aflojan y los pies se dejan caer con precaución. Contra los pronósticos de que diciembre es desviejadero no hubo muchos decesos y las esquelas fueron precarias.
La cuesta de enero ya no es cuesta, más bien es bajada de enero, porque vamos de caída libre. Por una parte, ya olemos a muerto porque de aquí en adelante se nos empiezan a enfriar los pies y por la otra, el dólar nos tiene nadando de muertito. Ni pensar en el petróleo, porque el barril es un barril sin aros en el reventar del precio del crudo. Y los crudos, los herederos de diciembre ahora están espantados con los préstamos, los intereses y las deudas caseras.
Ahora hay que empeñar lo comprado con el pago del empeño. Y más de uno tendrá que empeñar su alma al diablo. Vivimos los tiempos muy rápidos, por un lado sacamos los trapitos al sol y por el otro los metemos nuevamente porque se viene el frió intenso.
El hambre, el deseo del café y los deseos se acumulan en estos dias que nos empujan a la adversidad de este año de elecciones.
Adversidad, porque el país está hecho queso. A pesar de que los discursos dicen lo contrario y que el presidente.




