La leva, levantado polvareda. Adiós estambres ya me voy para la guerra.
Si la de campaña, alistados para empuñar la tasa de café, saborear los discursos y sobarse las manos porque es la hora de aplaudir al mejor gallo que el Tricolor presenta en esta contienda que se presume será una epopeya. De levita algunos, de levadura otros, y no pocos levitando porque ya se sienten empotrados en el gabinete, al llamado del corneta de ordenes los ha puesto temprano a elevar anclas. Bueno, la palabra leva es curiosa y llena de connotaciones.
Ya un grupo de levitadores ha cerrado filas en torno al candidato. Más puestos que un calcetín y bien peinados para atrás ya se han presentado con sus cartas credenciales para tomar posiciones, algunas ya sentenciadas, merced a los méritos del partido y otros avispados que se acomodan con su granito de sal en la polvareda.
Los levitadores sueñan para más, pues han metido sus cartas en la magia del futurismo.
Otros soldados de levita de esos de caballería no se esponjan; saben que el candidato tiene buen ojo y puede echarlos al frente y hacer una buena faena.
Porque andar en la brega hay que ser buen taurino para agarrar al toro por los cuernos.
Otros pocos, hacen sombra tras bambalinas. Son los escogidos, los colegiados del partido que ya tienen su hueso ganado a pulso.
Hacer «footing», les permite no entumirse porque la batalla final se dará en la mesa. Donde los titubeos, las grillas internas, el celo, les pueden rebanar el quesol.
Hacer «footing» es bueno para no congelarse. «No sacar la cabeza antes», como sabiamente dijo mi buen amigo Rafael González Benavides.
Los de a pie, a las anforas, los de a caballo a levantar polvareda, los levitadores brazo con brazo lanzando elogios. Los lambiscones de siempre, que no arriesgan nada, ha todo lo tienen consumado. Así es la leva, pero creo que el mago Baltazar llegara guiado por la estrella de oriente que apunta para el centro de la república…
