19 diciembre, 2025

19 diciembre, 2025

Laberintos del poder

Lo malo y lo peor

Laberintos del poder

¿A qué viene el Papa a México?
Esta es una pregunta que me hago a mí mismo desde hace un buen tiempo y aún cuando los medios de comunicación y la misma Iglesia Católica ya han dado suficientes referencias al respecto, esa duda sigue retumbando en la mente de su servidor.

La respuesta parece clara si me concreto a leer periódicos o a presenciar noticieros de televisión: Además de sus seguros pronunciamientos para fortalecer esa fe, el Pontífice abordará temas como la pobreza, el desempleo, el maltrato a la mujer y a los niños, la polémica sobre la homosexualidad, la corrupción y desde luego, la violencia del narcotráfico.

Y precisamente por lo anterior, es que insisto en formular el mismo cuestionamiento: ¿A que viene Francisco a nuestro país?
Prácticamente ningún mexicano que tenga uso de razón –por la edad no por su inteligencia– ignora lo que sucede en nuestra patria. Que el Papa nos visite para en gran parte centrar en esos problemas sus mensajes, con el perdón de la iglesia, no veo en qué forma podrá ayudarnos a que se resuelvan. Vaya, ni siquiera es de esperarse que por las palabras de Su Santidad se vayan por lo menos a reducir tales vicios.

Soy un católico por historia familiar primero y lo sigo siendo porque tengo tan arraigada esa fe que en verdad la percibo, con todas sus vírgenes y todos sus santos, como verdadera. Creo con firmeza en ella y supongo que lo mismo les pasa a los auténticos fieles del judaísmo, de las creencias musulmanes o de las budistas, por citar algunas religiones.

Pero lo anterior no me ciega. Me parece un acontecimiento feliz que el Papa nos honre con su presencia física, pero también no me parece un acto de Dios o derivado de él, que nos convoquen a asistir a una misa o a un evento del jefe del catolicismo en el mundo, para escuchar, una vez más, las miserias que nos azotan. Si ya es un tormento lo que nos sucede, ¿por qué sufrir más?

Reitero mi súplica de perdón a mi iglesia, pero con todo el respeto del que soy capaz de entregarle, esos temas anunciados para la agenda papal son, en mi opinión, un símil de alguien a quien invitamos a nuestro hogar y todo el tiempo se dedica a decirnos que el baño no funciona, que la luz es insuficiente, que hay mucha suciedad o que sus paredes están cuarteadas. Algo que desde luego ya sabemos, pero que no deja de producirnos vergüenza cada vez que nos los dicen en nuestra cara.

Y si esto podría parecer un acto por lo menos de descortesía, todavía hay algo peor en ese sentido.

Cada mensaje, cada palabra del Papa, resuena en todos los rincones del mundo. No hay mensaje u homilía que no sea difundida sin excepción. Y en esta visita, lo que el resto del planeta escuchará sobre México si se cumple ese futuro inmediato, será cómo arrastramos nuestra pobreza, lo corruptos que somos gran parte de nosotros, el desempleo galopante, la intolerancia que priva sobre temas sexuales y el terror que vivimos, día tras día, por las tragedias que arrastra consigo la delincuencia.

Ese, lamentablemente, al parecer será una estocada más a la imagen de nuestra adolorida pero aún querida, muy querida, nación.

Así que me permito, en el colmo del atrevimiento, como simple creyente, pedirle al Papa Francisco que nos oriente sí, que nos consuele también, pero por favor, que no nos exhiba más ante los ojos del mundo. Ojalá alguien escuche esta humilde voz en el desierto.

Porque como asiente un proverbio árabe: Bastantes males padecemos, para que a ellos las malas razones agreguemos…

Twitter: @LABERINTOS_HOY

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